He de reconocer, y reconozco de hecho, que la historia del mocetón de Dulantzi, su abuelo, ha sido una de mis preferidas desde que comenzara con la serie siete años atrás. Octogenario, grande, labrador y pelotari profesional durante 15 años, el todavía mocetón de Alegría, Don Julio Otxoa de Eguileor, asistiría a principios de mes a la gran final del Provincial de Trinquete en la modalidad de mano por parejas donde su nieto se proclamaría campeón.

“El abuelo tiene seis nietos, tenía que repartirse”, dice Asier Díaz de Heredia Ochoa de Eguileor, “pero me acompañó casi siempre hasta juveniles”. Julio hacía las veces de botillero. “Era calmado, me conocía bien y sabía en todo momento qué era lo que me convenía más”. Sabedor de las virtudes y carencias del nieto, le repetía como una letanía: “lo que tienes que hacer es que el partido se endurezca, que dure; castiga siempre al zaguero contrario”. Tenía una cualidad única, “veía pronto lo que tenía que hacer”. El abuelo aconsejaba, impartía conocimiento “pero nunca agobiaba”.

Abuelo y nieto coincidieron en el descubierto del pueblo, en Dulantzi; “yo tenía 7 u 8 años, nunca le vi jugar. De crío me ganaba siempre aunque ya era mayor y no me dejaba echarle dejadas. Eso estaba prohibido”. La zurda de Asier fue cogiendo impulso desde entonces.

A partir de 2020, en plena pandemia, la carrera de Asier pegó el estirón. Han sido años de evolución constante, mucho trabajo y esfuerzos que nos fructificaron. “El triunfo no terminaba de llegar y la moral se me fue yendo a los pies. Cuatro finales seguidas y todo derrotas”, relata, “y la peor de todas la final de Liga Vasca contra Antxon Aranburu”. La preparó a conciencia, trabajó más que nunca, pero “apenas pude defenderme porque la jugué muy mal. Ese partido, la final del Campeonato de Euskadi, me dejó chafado”.

Donde disfrutó como en ningún otro sitio fue en los Fueros, “ante tanto público, con tantísimo ambiente… jugar en la Plaza es sin duda lo más gratificante para un pelotari”. El gran día llegó con la victoria de este año en Los Astrónomos, en la final de parejas del Torneo Provincial junto a Patxi López de Calle contra Migeltxo e Iraurrizaga; “estaba la familia, la cuadrilla de Iturribero, los padres, el abuelo y Alba, mi chica. No faltaba nadie”. Por fin, después de tanto tiempo, una txapela importante. En el 22 jugó las dos finales del Provincial de trinquete. Enfrente, Mikel Larrañaga, su bestia negra. En 2023 Mikel le ganaría la final individual por 40-28. Semanas después, los Larrañaga aparecían en semifinales en semifinales. Asier y Patxi, que caían en 2022 por 40 a 32, lograban imponerse por 40 a 15 “en el partido perfecto”, resume Asier. “Jugamos sin errores, sin fallos apenas. No permitimos que Mikel marcara el ritmo. La clave, sin duda, el dominio de mi compañero Patxi atrás. Yo saqué muy bien”.

Mikel Larrañaga “ha hecho en el frontón lo que nadie. Es un fuera de serie”. Otros en quienes se fijó –“a años luz de mi”, aclara– han sido Alvarado y Mikel, compañeros de club. En el trinquete admira a Mathieu Ospital “porque es muy listo y técnico”; el francés es uno de los dos mejores delanteros del momento en el trinquete.

En los comienzos admiró a Olaizola, pero en su momento, posó su mirada en Xala. “Yo era su reflejo, él, mi referente; zurdo y con buena volea de derecha como yo”. Antes de acabar con el repaso, no duda en nombrar a los dos alaveses que ya están con los grandes. Dice de Eskuza que, “viéndole entrenar me parece un pelotari espectacular” y de Iker Larrazabal apunta “unas cualidades y una capacidad que le harán llegar muy alto”. Entre los profesionales admira a Altuna, “como todo el mundo”, pero también a Laso y a Ezkurdia.

Hace 20 años, ahora tiene 26 –nació en noviembre del 96–, Asier empezó a jugar en Ikasbidea. Le apuntó su madre Elena, pelotzale, hija del abuelo Julio. “A mi madre le gusta mucho la pelota, la sigue por televisión”, al contrario que Santi, el padre, sin antecedentes entre los suyos, aunque “los dos se han metido cientos de kilómetros a la espalda y quemado rueda para verme jugar donde fuera, toda la vida”. A los nueve años, en una final en los Fueros contra Landaluze y Arregi, de Amurrio, –“mi compañero era Sevilla”– se rompió el codo al chocar contra el frontis y hubo de pasar 10 meses fuera de las canchas; “apenas entrenaba con la derecha… ¿Que si me hizo bien?, pues no creo que aprendiera mucho”, reconoce. Compaginó la pelota con la natación y el fútbol pero le ganó la primera. A los 11 entró en el club de Zaramaga, a la vez que Iker Aguirre, los Isasi y Bustinza. Al poco se unirían Nafarrate, Kandela y Sevilla. Ganó su primera txapela en 3º de primaria, en el frontón del Casco Viejo, con Sevilla de compañero y ante Kandela y Aguirre; “no tengo muchas más, no creas. Subcampeonatos sí, muchos. Demasiados”. Por esos años, y posteriores, Larrañaga y Aitor Aguirre eran “de otro nivel”. En Amurrio despuntaban Landaluze y Arregui y se sumarían más tarde los dos hermanos de San Román de San Millán: Eneko y Unai Fernández.

Un par de manos quizá algo blandas –“un entrenamiento en pared izquierda me mataba las manos”– derivó su carrera hacia el trinquete. Aguantó más que bien hasta los 20 “sin apenas sufrir”, pero llegó la universidad. El hecho de tener que vivir fuera de casa, en Eibar, “donde no encontré un grupo con quien entrenar” y el tiempo que pasé de Erasmus en Chile “me desvincularon un poco de la pelota, perdí la motivación”. En medio de la pandemia “decidí volver al trinquete”, donde ya había jugado el GRABNI en categoría juvenil. “Aprendí mucho, pero nunca estuve a un nivel excelente”, dice, aunque “llegamos hasta semifinales”. Jugó con su inseparable Ander Sevilla.

Lo serio empezaría un poco más tarde, a partir de 2021. Duro entrenamiento, preparación física adecuada y “mucha mentalización”. El Año pasado fue excelente, aunque el premio llegaría esta temporada. El que perdía finales ya tiene su txapela. Y el abuelo Julio lo disfrutó, vaya si lo hizo, en el graderío de los Astrónomos; en cancha, Asier, Patxi y, enfrente, los casi imbatibles hermanos Larrañaga. El gen Ochoa le ayudó en la empresa. Abuelo y nieto lo celebraron por todo lo alto.