En la espalda del caserío familiar, en una pared que servía como frontis, nada como la imaginación para cambiar el mundo, Joseba Ezkurdia (22 de abril de 1991, Arbizu) aprendió a volear. No se sabe si fue antes la volea o Ezkurdia. Ese golpe es la firma que siempre le acompaña. En sus partidos contra Mattin, su hermano mayor, Joseba acudía a la volea como golpe refugio y como ataque tremendista. La volea es su cordón umbilical con la pelota. Para el poeta Rubén Darío, Ezkurdia sería el gran Caupolicán, el guerrero Toqui, fornido, fuerte y formidable, que luchó con valentía contra los conquistadores españoles. 

“Es algo formidable que vio la vieja raza: robusto tronco de árbol al hombro de un campeón salvaje y aguerrido, cuya fornida maza blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón”, escribió Darío para describir al combatiente. El guerrero Ezkurdia, irreductible, obtuvo su tercera txapela de Cuatro y Medio tras superar a Altuna III. Todos sus logros en el acotado se han erigido sobre las cenizas del amezketarra. Con anterioridad fue campeón en 2018 y 2019 en el Navarra Arena. En el Frontón Bizkaia ha contado su tercera corona en la jaula tras un infartante 22-21Moneda al aire. Cara para Ezkurdia.

LA VOLEA, SU GRAN ARMA

Ezkurdia es un gigante que destroza el frontis con su volea, una catapulta. Con ese golpe, primitivo, tan violento, tan veloz, empequeñecía a sus rivales, ateridos frente a esa fuerza sobrehumana que les atropellaba, sometidos por el yugo de una pelota que salía disparada y los incisivos afilados, dispuestos a morder. Ezkurdia era un Gulliver en Liliput en aficionados. 

Poseía la fortaleza de un castillo y una talla que le confundía con un zaguero. Le bastaba con situarse en el centro de la cancha y reventarlo todo a voleazos, a ser posible subrayados con el dos paredes. Una carambola ganadora. Aunque efectiva y efectista, sin embargo, solo con la volea y la fuerza, con darle velocidad a la pelota, no alcanza para sentarse entre la nobleza del profesionalismo. Se exige más catálogo.

ENRIQUECER ASPECTOS DEL JUEGO

Ezkurdia ha completado su juego, mucho más profundo, con más variables y matices. Continúa siendo un manista con una portentosa volea y un físico muy poderoso, pero el de Arbizu ha ido mucho más allá como pelotari. El trabajo, la sobriedad y la constancia le han situado varios cuerpos por encima de lo que era. Se rebeló ante lo cómodo y exploró otros lugares que, repletos de aristas, le condujeron por un largo y complicado camino hasta que se asentó entre los mejores. 

Tuvo que mejorar notablemente en el juego para enriquecerlo con el dominio de más posturas y golpeos. Ezkurdia es mucho más completo técnicamente que en su comienzos. Es un defensor enorme que se mueve con mucha soltura a pesar de su corpulencia. Explosivo, ataca con virulencia, pulidos muchos aspectos de su juego ofensivo, sobre todo, el gancho. 

DURAS DERROTAS

De cualquier modo, la mejoría y evolución de Ezkurdia para plantarse entre las figuras responde a la ganancia obtenida en el aspecto mental. El blindaje en ese plano es el que ha sobredimensionado a Ezkurdia y le ha convertido en un gran pelotari. En un grande. El delantero navarro tuvo que profundizar en el vértigo que sentía en los duelos determinantes, en los que se perdía en el proceloso laberinto mental, como si se negara a ganar porque la mente, caprichosa, le anclaba en el derrotismo. 

Durante un tiempo, el fatalismo acompañó a Ezkurdia en los pleitos de gran tonelaje. Las dudas le derrotaban. A pesar de su capacidad pelotística y su exuberancia física, Ezkurdia tuvo que caminar por el paseo de los derrotados para levantarse con más fuerza. 

METAMORFOSIS MENTAL

Ezkurdia volteó ese deje que le perseguía y le desorientaba. El delantero de Arbizu no se dejó arrastrar por esa corriente. Se rebeló. En silencio, lejos de los focos, tragando bilis por derrotas incomprensibles, Ezkurdia logró su mejor victoria: asumió su problema, reconoció su debe y no se abandonó. Luchó. Eso le otorgó la oportunidad de cambiar.

Esa metamorfosis le concedió un nuevo horizonte al delantero de Arbizu, que pasó de ser víctima a verdugo después de numerosos episodios dolorosos en la cancha. Ezkurdia mudó el gesto. Le brotó la sonrisa de ganador después de fortalecer su mente. Eso le hizo tremendamente competitivo. Es una roca mental. No cede. A Ezkurdia hay que ganarle porque se ganó así mismo, su máximo rival. Ese es su gran triunfo.