e jubiló en febrero y el tiempo vuela desde entonces. “No me llega el tiempo para nada”, suelta a bote pronto, “no paro en todo el día, pero son cosas que yo elijo, las que me gustan y quiero hacer”. Jon GuerreroYarritu no es un jubilado al uso, no. Dudo que vaya a permanecer en actitud contemplativa en casa o fuera de ella. No le imagino cerrando los ojos en el orejón frente al televisor ni rondando la manzana de su casa ganándole tiempo al día o perdiéndolo sin más. Es un tipo activo. Os voy a hacer un resumen bastante somero de en qué cosas anda metido y comprenderán si no le vendrían bien un mes de 36 días y un día de 29 horas. Juega al ajedrez “para alimentar el cerebro”, practica el golf “porque me mantiene en forma”, cultiva la huerta -es mi hobby y mi pasión”-, actúa y escribe “porque el teatro mantiene ágil mi cabeza”, canta versos en euskera y “me he apuntado a un curso de baile de salón con mi mujer”. ¿Qué os parece? La alcalina todavía le permite mantener un ritmo vertiginoso que Miren, su mujer, no sé si conseguirá apaciguar “tangueando” pasos en el salón. Miren, aún en activo, es profesora de ikastola, descansa cuando le toca trabajar. Pienso.

Jon Guerrero ha sido estandarte y principal del club de pelota de Amurrio durante 27 años. Media vida casi. Hace dos años dijo que hasta ahí, “que necesitaba cambiar de actividad y dejar paso a los que venían detrás”. Desde entonces, Aitor Gaviña e Íñigo Larrazabal se encargan de la tarea en beneficio del club y de sus pelotaris. El ciclo se cerró del todo unas semanas atrás, durante la celebración de la final del Nacional de Clubes de EH de Pelota en Zumarraga. Guerrero aguantó bien el tipo -algo nervioso quizá”- cuando la organización le homenajeó, un par de chicas le bailaron un bonito aurresku y el aficionado le recompensó con su aplauso. “Mi gran orgullo”, reconoce, “es haber convertido al club en un club de cantera. No había nada en el 93 y en 2020 pasábamos de 120 pelotaris; es un orgullo compartido con otras personas, más allá del orgullo familiar o personal” que haya podido significar la presencia, compañía, los resultados deportivos y comportamientos de sus dos hijos, Mikel y Joseba. El trabajo en común, la suma de esfuerzos y de personas, los primeros: Urieta, Álava, Zabaleta, los de después: Faustino Badillo y el propio Guerrero, lograron el milagro de la multiplicación.

Al hijo mayor, Mikel, le gustaba el frontón. Entonces, estaba claro, “me tocaba acompañarle y echarle una mano para desarrollar su interés” y, de paso, y casi en primer lugar, trabajar por el grupo y desde dentro del club. Estaban Altube, Ellakuria, Rubén Zabaleta, Mendíbil, “el del Bolintxi”... poco más. Y con Mikel, de cuatro años, sus amigos: Barrenengoa, Larrauri, Badillo y David Rodríguez. En el 93 empezó todo. Las relaciones con el entorno, Astarloa de Artziniega, Casanova de Luyando, Esquizabel y Olabarria de Herriaren. El gran aprendizaje junto a Eugenio Rafael y Félix Alvarado, de Zaramaga, “para echar a andar la escuela” y “buenos compañeros de viaje” como María Jesús Fernández de Landa de Adurtza, Fernando Eguino de Agurain, Richar González de Lakua y Jauregui de Maeztu. Del entorno próximo no escapan Andoni Murga, Dioni Dorronsoro y Josu Bellido, los colaboradores más próximos e indispensables. La unión es la clave. La unión hace la fuerza. Guerrero lo supo y puso en práctica.

Con Ismael Garro, “amigo de los niños, un gran hombre”, empezó todo. Labor de aprendizaje que apuntalaron luego Humberto Alzaga, Jesús Beitia y Endika García donde crecieron luego Uriarte, Dorronsoro, Endika Elejalde, los Goikolea, Cueva, Legarreta, Eneko González y... los hermanos Mikel y Joseba Guerrero. El mayor sigue comprometido con el club y sus compañeros; “Mikel es buen pelotari”, dice su padre, “rápido y con mucha visión”. Un guerrero, luchador y caballero. Mikel es un pelotari con triunfos. Ha ganado por parejas en el campeonato provincial, en el cuatro y medio y en el Torneo de la Blanca. “Le encanta la pelota, es un gran aficionado”, concluye el padre. Joseba sin embargo, cambió la pelota por el ciclismo, donde estaban sus amigos”.

Aitzol Dorronsoro “es el pelotari que más me ha gustado”. Pelotari de casa, de clase y “mucha energía”. “Podía haber debutado”, destaca Jon, que nombra a otros que también pudieron tener la oportunidad “pero eran alaveses”: Uriarte, Elejalde, Miguel Pérez o Alvarado, “que no tuvo esa suerte pero se la mereció más que nadie. Fue una injusticia”. En Amurrio tardaron en “perdonar” tamaña ignominia. No hubo buen feeling -sentimiento positivo- con las empresas a partir de ahí. Sin embargo, años después, un chaval del club, Iker Larrazabal, sí llegaría a debutar. “Es muy completo”, sostiene Guerrero, “destacaba desde crío, era un crack, un profesional desde los tres años. Su padre le ha llevado siempre muy bien”.

Jon Guerrero ha cumplido ciclo en el club de Amurrio y ha cambiado de chip. Ahora tiene otras prioridades. Muchas, demasiadas. “Que no tengo tiempo para nada”, insiste. Incansable, no se permite un rato para descansar. Mil actividades y “más ganas aún de aprender”. No jugó apenas a pelota, “un poco a mano al principio, con la cuadrilla, y a goma más tarde con los compañeros de la ikastola donde trabajaba”, pero le ha dado 27 años de su vida a este deporte. Por los hijos. Por lo que fuere. Subraya para acabar, los 200 pelotaris “que llegaron a jugar el social del club, muchos de ellos han jugado luego como profesionales”. Tampoco deja pasar de largo los éxitos en el interpueblos; “tuvimos una buena camada de pelotaris, la mejor”. Tampoco omite “la esperanza y los buenos augurios, dentro de 4 ó 5 años, con los Zabaleta -hijo y sobrino de Rubén Zabaleta-. Van a ser la bomba”.

Él lo verá desde su localidad de espectador, entre acto y acto de la nueva obra de teatro que le toque interpretar. Lejos ya del frontón, en otros sitios. Seguirá con mil historias que iremos conociendo si es que le parece bien; “no me gusta contar ni salir en ningún sitio, porque eres tú”, me dice. Agradecido, Jon, y suerte en la vida. Que el chip te dure un montón y no te falte actividad y cariños.