Emocionado, Joanes Bakaikoa masticaba un pedazo de Olimpo. Un sabor conocido. No en vano, en 2018 se proclamó campeón del Cuatro y Medio de Promoción ante Jon Ander Peña (22-16) y del Manomanista de Promoción ante Jon Erasun (22-17). Pero era distinto. El mismo premio; distinto paladeo. "Es muy importante a todos los niveles para mí. Estoy muy orgulloso de mí mismo", ha reseñado al terminar la final del acotado de plata disputada este domingo en el frontón Burunda de Altsasu. El camino es dulce. El camino es duro. Bakaikoa, que ha aplicado el rodillo (22-10) frente a Iraitz Zubizarreta, debutante en estas lides, se gana a pulso el billete para el Cuatro y Medio de Primera de 2022. Otra vez. Al menos, si el número de contendientes es superior a seis por empresa; si no, tendrá que pasar el tamiz de una previa, tal y como vienen estableciendo las empresas en las últimas campañas.
Sabe mejor el título por las circunstancias, por el pasado, por el retrovisor, por todo lo vivido. Hay cicatrices en el almanaque. Bakaikoa sufrió una rotura parcial del ligamento cruzado posterior de la rodilla derecha en marzo. Hasta julio no pudo volver a la cancha. Por el camino, un calvario fuera del foco. Todo eso después de haber sido de la partida en los campeonatos individuales de Primera en 2020. Un mazazo. Cuatro meses de trabajo, cuatro meses de viajes a Gasteiz, cuatro meses sin pantalón blanco. Barbecho. Olvido. Sudor. Voluntad de hierro. Mandíbula de cemento.
"Lo he pasado mal", ha explicado Bakaikoa. El Olimpo le espera. Lo ha tocado con los dedos bien pronto, en una final desnivelada y diametralmente opuesta a la agónica semifinal ante Darío, en la que se cruzaron 403 pelotazos. Bakaikoa ha hecho daño en la irregular pared izquierda del Burunda. Zubizarreta ha pinchado en hueso. No ha tenido opción de sacar a relucir su versión más endiablada: efectos, velocidad, agresividad, magma. Solamente en los primeros compases ha metido miedo al navarro. Después, el ataundarra, incómodo, penitente en el resto -ha encajado cinco saques-, se ha visto desdibujado. Tampoco ha ayudado la solidez de Joanes, que únicamente ha cometido dos errores, uno de ellos, una falta de saque con el 21-8.
Bakaikoa, físicamente una roca, defensor exquisito, ha tirado de oficio para desequilibrar la balanza a partir del abrazo a siete en el luminoso. A raíz de ese instante, ha enlazado un tramo de gloria. Ha tomado el centro de la cancha, ha dominado el peloteo, ha buscado velocidad, ha secuestrado el aire de Zubizarreta III, ha inquietado por la pared y ha sacado una buena tajada del saque. Resultado: tacada de once tantos, salpimentada por cuatro cartones logrados desde el primer disparo.
Desde ese momento de zozobra, Iraitz no ha podido ser él mismo. Bakaikoa, de piedra, únicamente ha desajustado su propuesta con un gancho inapelable de Zubizarreta, un saque que se le ha quedado corto y un mal resto. Joanes vuelve a acariciar el cielo.