Quien no arriesga no gana. Esta frase se puede aplicar a la Hiru Haundiak. Siempre hasta ahora, desde que llevamos con esta sección, suelo contar las carreras desde el lado más popular, que es la parte trasera de las mismas. Este pasado fin de semana en la prueba de fondo, que nos lleva a lo largo de 101 kilómetros y más de 5000 metros por varias de las cimas más míticas del País Vasco, como son entre otras Gorbea, Anboto y Aitzgorri, la estrategia iba a ser diferente.
Finalmente, mi compañera de ultras, Lexuri, por culpa de una lesión no pudo acudir a la cita. Aprovecho para mandarle muchos ánimos y que esté tranquila en su recuperación ya que nos quedan muchas aventuras juntos. Ese iba a ser uno de los motivos por los que mi ritmo en carrera iba a ser diferente. El otro motivo era que tenía ganas de probarme un día en carrera, por eso la idea era llevar un ritmo más alto del habitual.
La pre-carrera fue bastante bien. La espera en Murguía, después de que un autobús de la organización nos llevara desde Araia, lugar donde había aparcado el coche el viernes por la tarde, la hice junto con Amaia y Gaizka en la furgoneta de Raúl. Ahí aprovechamos, además de para no quedarnos fríos, para cenar y sobre todo para con la charla que tuvimos quitarnos los nervios a bases de reír.
Unos 20 minutos antes de empezar la prueba, fijada a las doce de la noche nos acercamos los cuatro a los aledaños de salida, donde veríamos a mucha más gente conocida. Es verdad que fueron unos momentos muy emocionantes. Con todo esto de la pandemia, sí que he corrido carreras cortas, marchas e incluso alguna ultra, pero la sensación de carrera grande con casi mil participantes esperando para salir es algo que llevaba mucho tiempo guardado en el cajón. Ahora ya sí, a pesar de la dichosa mascarilla, parece que, por lo menos en esto de las carreras de montaña se vuelve a la normalidad.
Dan las doce y con precisión de reloj suizo salimos disparados entre los aplausos de la gente que se ha congregado en la localidad alavesa. Tras unos tramos en los que comparto kilómetros con Amaia y Gaizka, e incluso con Abel, justo en el momento de arrancar la subida al Gorbea, pongo mi ritmo de caballo percherón, lento pero constante buscando la cima.
Voy pasando mucha gente, la verdad es que me encuentro muy cómodo y encima voy disfrutando de la fría y espectacular noche que nos regala este 9 de octubre. Se me hace muy corto y a falta de 4 kilómetros para la cumbre me topo con Belda. Con él hago el tramo final de la ascensión y el principio de la bajada. En poco más de dos horas he subido el primer grande. Me tomo un respiro, bebo, como algo y durante la bajada sigo con mi ritmo. Belda baja mejor que yo, con lo que se me escapa, pero no me importa. Sigo pasando gente y en tres horas y media, mejor de lo esperado entro en Ubidea.
La verdad es que estoy sorprendido con el ritmo, voy muy bien y espero que todo siga así. Tal es el caso que para las cuatro y cuarto de la mañana me planto en Otxandio, casi 27 kilómetros y todo va mucho mejor de previsto. Aquí adelanto a Richard y salgo buscando el siguiente avituallamiento, el de Urkiola. Este tramo siempre me ha costado un poco, ya que a pesar de no tener desnivel es un poco incómodo por la niebla, el barro que suele haber y la noche. A pesar de todo, en más de cinco horas y media estoy en la basílica. Voy que no me lo creo. Luego me enteraría que allí llegue el 300, una pasada para mi nivel.
Salgo de este avituallamiento junto a mi amigo Garro, que hace conmigo el tramo hasta la cima de Anboto. Se agradece mucho ir con compañía, ya que no estoy acostumbrado a hacer ninguna carrera solo, menos estas tan largas. El poder charlar con alguien hace que en menos de 7 horas ya esté bajando de Anboto. La pinta que tiene la carrera con el objetivo de llegar de día, es decir antes de la 8 de la tarde, a Araia es muy buena. Nada podía hacer presagiar lo que ocurriría a continuación.
Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. La segunda frase que puede indicar lo que sucedió es esta. He ido por encima de mis posibilidades y subiendo Orixol, incluso antes pasando por Izpizte, llega el momento que marcó la carrera. Un dolor que va subiendo en intensidad en mis dos cuádriceps hace que corone, junto con Belda, al cual a pesar de todo he cogido, casi sin poder andar. Parece que me van a reventar las piernas.
Intento estirar, bajar el ritmo y parece que se pasa. Mientras no sea muy inclinado el terreno puedo seguir avanzando, eso sí más lento. Antes de llegar a Kruzeta, me pasan Amaia y Gaizka, los cuales se llevan a Belda. No puedo ralentizarles en su carrera, a pesar de que me preguntan e incluso se ofrecen a quedarse conmigo. Está claro que esta prueba la voy a hacer más solo que nunca.
Afloran los sentimientos. Llevo tiempo preparando esta carrera, pero el verme solo, con problemas físicos, con la cabeza a todo pensar, hace que me emocione mucho y me ponga incluso a llorar. Son momentos duros, de ver cómo me pasa gente que va lenta, como debo ir yo. Me refugio en conversaciones con amigos que me dicen de todo, que lo deje, que intente darle la vuelta a la tortilla, que animo€ todo es poco.
Nada me consuela, sigo muy emocionado cada vez que hablo con alguien y, cómo no, el hecho de abandonar esta todo el rato rondando la cabeza. A pesar de ello, todavía estoy en el kilómetro 45 me pongo objetivos a corto plazo, que no son otros que ir a por los avituallamientos uno a uno, sin más metas que eso.
De esta forma entre lágrimas de impotencia llego al de Kruzeta, donde gracias a varios vasos de caldo, un bollo y varias gominolas, unido al buen humor de los voluntarios, nunca me cansare de agradecer a toda esa gente anónima su generosidad y esfuerzo, hacen que tome la decisión de ir hasta Landa, kilómetro 61. Este tramo es muy doloroso tanto física como mentalmente.
La subida a Jarindo con varias rampas muy empinadas hace que el dolor en los cuádriceps vuelva a aparecer con mucha intensidad. De todas maneras, llego arriba e intento trotar muy lento para soltar la musculatura. Me sigue pasando gente a rabiar, pero esto poco a poco empieza a darme lo mismo. Mi cabeza está en el cortafuegos de bajada a Landa, sé que me va a costar mucho.
Por fin llega y como me hubiera gustado equivocarme, pero no es así. Tengo que ir muy despacio ya que al tener tanta pendiente y estar el terreno muy roto voy reteniendo en lugar de poder soltar las piernas a correr. Así además de hacerse muy largo seguramente me voy haciendo más daño, pero es que no quiero imaginarme cómo me dolería si hubiera bajado corriendo.
Finalmente llego a Landa, a la base de vida. En mi cabeza, aunque sigue la idea de dejarlo lo primero que se me pasa por ella es cambiarme de ropa y comer algo. Igual así me recupero y todo, pobre ingenuo. Allí gracias a Xabi, Itxasne, Yoli y Vega vuelvo a sonreír después de llorar mucho y aunque no lo creo demasiado salgo con ánimos renovados camino del siguiente avituallamiento.
Aprovecho los primeros tramos de la increíblemente dura, por lo menos hoy, subida a Usako Atxa para hablar con la familia. Vuelvo a emocionarme, cómo estas Gonzalo, quién te ha visto y quién te ve. Tú que eres todo sonreír y animar ahora nada te consuela. Al llegar arriba, con las piernas a fuego encaro otra bajada infernal, pero ni tan mal. Eso pensaba yo, la verdad es que hoy no acierto ni una.
Tras una subida suave y un tramo de llano donde ahora sí que sí, ya no puedo ni andar, en el kilómetro 68 doy por finalizada mi aventura este año en la Hiru Haundiak. Hasta aquí he llegado. Y como no podía ser de otra manera vuelvo a arrancar a llorar. Me consuelan los voluntarios y con la imagen de los molinos de Elgea tan cerca pero tan lejos bajo en un coche de la organización a Araia.
De todo se aprende. Aunque a día de hoy todavía no gestiono bien las emociones de la prueba que no he podido terminar, es lo que tengo que pensar. Darme cuenta de los errores, falta de entrenamiento en desnivel, mala nutrición, ritmo demasiado alto para mí€, no se mucho seguro pero lo que tengo claro es que de esto tengo que salir más fuerte.
Raúl consiguió terminar su primera ultra de montaña, cumplió uno de sus sueños que es correr la Hiru Haundiak. Lucho mucho sobre todo en la parte final de la prueba con una ampolla y un dolor agudo en el empeine, pero llego en algo menos de 19 horas. Seguro que no es la última aventura de este tipo para este gran chico. Richard, como siempre, fue de menos a más. La verdad es que su ritmo era el mío, por lo menos en la primera parte de la prueba claro está. Al final junto con Oihane llegó a Araia volviendo a terminar otra vez esta impresionante prueba. Y con récord de tiempo incluido, carrerón el suyo.
Amaia, acompañada de Gaizka en todo momento fue otra de las que hizo una carrera disfrutona, como dice ella. En cada kilómetro del camino seguro que iba, con sus labios rojos, no hay carrera que no los lleve pintados, alegrando con su sonrisa a cada participante con el que se cruzaba. Al final incluso ayudo a Gaizka que iba más tocado que ella a entrar en meta. Es un lujo encontrarte con gente así.
Por ultimo Belda, con el que compartí muchos kilómetros de la carrera, también llego a meta. Sé que le costó la subida a la antena de televisión, justo después del avituallamiento de Albiturri, pero a quién no le cuesta esa subida. También sé que se emocionó como yo durante muchas de partes de la prueba, como por ejemplo en Orixol. Qué bonitos kilómetros compartimos ahí, a pesar de que yo empezaba a ir mal. Pues de todo esto se aprende, de las experiencias de uno mismo y por supuesto de las de la gente.
Parece que al final sí que estaba equivocado, no corrí solo. Corrí con Belda, Xabi, Amaia, Abel, Raúl, Gaizka Yoli, Vega Itxasne, Richard, Oneka, Lexuri, con mi mujer y con mi hija. Nunca se está solo y sé que nunca voy a correr solo. Mientras curo las heridas de la mente, a día de hoy, las físicas van remitiendo, eso es lo que me queda, que no es poco. Al contrario, es mucho. Gracias a todos por estar ahí de una forma u otra.
Ya estoy contando las horas que faltan para calzarme las zapatillas de trail de nuevo, en este caso será en la marcha Gorobel, que recorre la sierra Salvada el 7 de noviembre. ¿Y vosotros? ¿Corréis conmigo?