La suerte es como el Tour de Francia, lo esperas todo el año y luego pasa rápido. Las oportunidades hay que atraparlas deprisa, sin dudar”, reflexionaba Audrey Tautou en el filme Amélie. La espera en Euskadi deberá ser más larga, de dos años, hasta que el Tour de Francia repose su fulgor y su brillo en las carreteras vascas. La fecha indicada es la de julio de 2023 una vez las conversaciones entre las instituciones vascas y ASO, la entidad organizadora de la Grande Boucle, hayan cristalizado en un acuerdo. Que el Tour recalara en Euskadi era un asunto de maduración lenta después de un cortejo de tres años donde todos los detalles han contado. En octubre de 2019, un encuentro entre el lehendakari, Iñigo Urkullu, con el alcalde de Baiona, Jean-René Etchegaray, evidenció la proximidad del encuentro.

El cruce de caminos entre Euskadi y la Grande Boucle, el escaparate más rutilante del ciclismo mundial, es un hecho. El Tour de 2023 partirá desde Bilbao y recorrerá dos etapas íntegras por Euskadi, además de una posible jornada que una Hegoalde e Iparralde. La inversión a realizar para acoger la salida y las primeras etapas de la ronda gala no se conoce, si bien el retorno económico es muy alto. Por ejemplo, la gran salida de la carrera francesa en Düsseldorf en 2017 le costó a la ciudad alemana 11 millones de euros. Otras voces sitúan el coste medio de la Grand Départ en alrededor de los 7 millones. La salida en Bruselas tuvo un coste de más de 6 millones. El baile de cifras es sensible dependiendo del lugar elegido y de las actuaciones que se lleven a cabo.

La historia del largo cortejo entre Euskadi y el Tour no es nueva. Es un relato con numerosos episodios. En 2016, el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, y el diputado general, Unai Rementería, se reunieron con Christian Prudhomme, director del Tour. Ese encuentro sirvió para romper el hielo. A partir de entonces, el trabajo insistente de las instituciones vascas por atraer el Tour no se detuvo. El ensayo general se produjo en la etapa de la Vuelta con salida en Getxo y llegada en Oiz. Esa jornada fue una melodía de seducción para los sentidos.

Las negociaciones se intensificaron entre ambas partes. En octubre de 2019, el alcalde de Baiona agradeció al lehendakari “porque gracias a usted, la Grand Départ del Tour de Francia se celebrará aquí”. Aquí es Hegoalde, concretamente la capital vizcaina. Bilbao será el punto de ignición de la carrera francesa de 2023. La carrera contará además, con, al menos dos, etapas por la geografía vasca y una probable tercera, aún por detallar. Solo Donostia, en 1992, tuvo antes el privilegio de ser la Grand Départ del Tour. La capital vizcaina ha pujado con fuerza en esta ocasión por convertirse en ciudad Tour, un anhelo por el que la villa lleva trabajando largo tiempo, al igual que la Diputación Foral de Bizkaia.

Las conversaciones entre ASO, la organizadora de la Grande Boucle, y el Gobierno vasco se han concretado finalmente tras un largo proceso negociador. Ambas partes, encabezadas por el lehendakari Iñigo Urkullu y el director del Tour, respectivamente, anunciarán este viernes los detalles del desembarco del Tour en Euskadi. Ser parte de la cartografía de la Grande Boucle es formidable debido a la huella de la carrera francesa. El impacto del Tour es tremendo. Se trata de un evento solo superado en popularidad por los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol. Ambos eventos, de carácter planetario, se disputan cada cuatro años. El Tour se celebra cada mes de julio y además de pura competición sirve como muestrario de un país y sus paisajes.

3.500 millones de telespectadores

No es un detalle menor. De hecho, se calcula que la carrera francesa llega a más de 190 países y reúne una audiencia acumulada durante la competición de 3.500 millones de telespectadores. El Tour es un mastodonte a pedales con una enorme capacidad de convocatoria. Casi 12 millones de espectadores se desplazan para ver pasar al pelotón aunque solo sea unos segundos desde un arcén. Ser parte del Tour, de su escenografía y currículo es un asunto mayor. La Grand Départ y las dos jornadas íntegras por Euskadi, podrían completarse con una etapa que cosiera Hegoalde con Iparralde. El Tour como vehículo para tachar la muga. Unir ambas comunidades a través del puente de la carrera francesa es la idea para poder estar en la carrera organizada por ASO.

Es el Tour el que elige y no al revés. De ahí la importancia del logro de las instituciones vascas. “Al final, son ellos los que eligen. No solo es suficiente con abonar el caché correspondiente a la organización. No se trata solo de una cuestión de dinero. El Tour busca paisajes para la emisión y la pasión por el ciclismo. Quieren que su carrera despierte interés allá por donde pasa. Eso es imprescindible para ellos. Es innegociable. Quieren que la afición se vuelque con el Tour, pero es que además de eso pueden elegir porque hay cola para ser parte de la carrera”, explican a DEIA fuentes conocedoras del modo de negociar de la organización presidida por Prudhomme.

La Diputación de Bizkaia se reunió en su día con la cabeza visible del Tour para ofrecer el territorio como escenario del Tour. De hecho, el 13 de febrero de 2019, el ente foral publicó un vídeo que resumía la espectacular etapa de la Vuelta con inicio en Getxo y final en Oiz en su cuenta de Twitter, haciendo un evidente guiño a la carrera franesa, bajo el título de “¡Hola, Tour! Bizkaia te espera”. Con anterioridad y cuando se presentó la citada etapa de la ronda española, el diputado general, Unai Rementeria, dijo que “el Tour sigue siendo un sueño, pero cada vez más cercano”. Ese sueño es una realidad. Tiene fecha reservada en julio de 2023.

El vínculo entre el Tour y la afición vasca es notorio y el gran desplazamiento de aficionados a las laderas de los Pirineos durante la ronda alienta el afán de las autoridades vascas por asomar en la carrera francesa. La contrarreloj de 2018 entre Senpere y Ezpeleta fue un rotundo éxito de público que inundó el recorrido de la prueba con ikurriñas y gritos de ánimo a los corredores, al igual que ocurre en las jornadas que transcurren por las cumbres pirenaicas. La marea naranja que pintó de entusiasmo el Tour al rebufo del Euskaltel-Euskadi es la constatación del poder de convocatoria de la ronda gala, insertada en el tuétano de la afición vasca, que celebra con entusiasmo la carrera.