os imágenes del deporte han llamado la atención esta semana. Por un lado, las estrellas del tenis participaron en una exhibición en Adelaida, con la que pusieron fin a su cuarentena de catorce días, ante unas gradas repletas con cerca de 4.000 espectadores que no llevaban mascarilla ni guardaban distancia de seguridad. O sea, como era todo. Por otro, en el partido de Euroliga del viernes en Moscú había el mismo número de espectadores, pero cada uno llevaba la mascarilla a su manera y tampoco mantenían las medidas sanitarias. La gran diferencia es que en Australia la pandemia está controlada, desde hace dos semanas no se reportan contagios o estos son mínimos -ayer se decretaron cinco días de confinamiento en Perth por un solo caso-, mientras que en Europa el virus sigue circulando, Rusia no es una excepción y pese a ello se permite la presencia de público en las canchas, algo que han denunciado algunos de quienes la han visitado.

“Han conseguido que los tenistas no seamos un riesgo para la población australiana. Son un ejemplo para el resto del mundo de cómo manejar esto”, comentó Rafa Nadal en Melbourne, a punto de comenzar mañana en la ATP Cup la temporada oficial. Al margen del estricto confinamiento que han debido guardar a su llegada a Australia, el balear explicó que los jugadores y las jugadoras han pasado 14 PCR, prácticamente uno al día. Las autoridades del país oceánico marcaron desde el principio la prioridad, que era proteger la salud de su ciudadanos, y el deporte no ha podido ser ajeno. Pese a las presiones recibidas, no han aflojado las medidas y ahora el primer Grand Slam del año ha recibido el premio y así 30.000 espectadores podrán disfrutar de cada jornada en el Melbourne Park siguiendo las medidas pertinentes. Al final del torneo, serán unos 390.000, la mitad que otros años, pero que permiten salvar los muebles económicos y convierten al Abierto de Australia en “el evento internacional con más cantidad de público que ha visto en muchos, muchos meses”, precisó Martin Pakula, ministro de Deportes del estado de Victoria.

En la parte final de 2020, el US Open se jugó sin público, Roland Garros solo permitió un número muy escaso en las jornadas finales. Wimbledon se canceló y espera volver este año, al menos con limitaciones de aforo. “En esos torneos, notamos la falta de los espectadores, de esa energía que transmiten, así que ahora agradecemos la oportunidad que tenemos de entrenar, competir y jugar de nuevo, aunque sea ante un número m´as reducido de gente. Siempre será mejor eso que no jugar nada”, apuntó Novak Djokovic. “En otros países como España o Francia es impensable que podamos ver esto que estamos viendo en Australia”, reconoció Nadal. En las diferentes competiciones europeas las medidas adoptadas no son uniformes ni siquiera dentro de cada país, dependen de quien tenga las competencias y generan agravios comparativos. Sin ir más lejos, en la misma jornada de Euroliga que dejó esas imágenes de las gradas del Megasport Arena el duelo entre el Maccabi y el Efes se tuvo que suspender porque Israel cerró sus fronteras para hacer frente a otra ola de coronavirus.

La ausencia de aficionados está ahogando a muchos clubes, “sin público el deporte pierde mucho aliciente”, admitió el tenista de Manacor, pero nadie hasta ahora se ha decidido a aplicar el modelo australiano, quizás impopular en su génesis y estricto en su aplicación, pero que se ha revelado muy efectivo. Llegados a este punto, hay que hacerse a la idea de que muchas competiciones no tendrán público en lo que queda de temporada, el formato burbuja va a seguir siendo un recurso para rescatar lo que se pueda, incluso en la mayor de todas: los Juegos de Tokio.

En Japón, han vuelto a repuntar los casos de covid y ya se habla de la necesidad de copiar a Australia y decretar una olímpica cuarentena previa de dos semanas, la cual no sería compatible con el calendario de muchos deportes, como advirtió Rafa Nadal. Y celebrar la cita olímpica provocaría unos daños financieros que va a costar cuantificar. Por eso, ahora mismo lo que ocurre en la otra punta del planeta provoca envidia, pero debería ser ejemplo. Sobre todo porque los australianos han puesto de su parte para recuperar la normalidad, también en el deporte, lo antes posible.

“Han conseguido que los tenistas no seamos un riesgo para la población. Son un ejemplo para el resto del mundo”, dice Nadal

La rigidez australiana contrasta con los distintos raseros en Europa, donde muchos ya dan por perdido al público esta temporada