Apenas dos días en Euskal Herria dejó la Vuelta en petit comité. Arrate y Aralar exigieron pagos en la aduana. También la cima en la Laguna Negra, donde se coloreó el pálido Dan Martin, que batió por una rueda a Roglic y Carapaz en una llegada claustrofóbica, a cámara lenta, que retrató el gesto torcido de Enric Mas, sin aire en el esprint. Cedió una decena de segundos. A Esteban Chaves, que padeció una avería, le fue peor y dejó la cuarta plaza. Roglic, siempre dispuesto, subrayó el manejo de la Vuelta en sus primeros tres episodios.

Sin los Países Bajos, se impusieron los paisajes altos, por eso la carrera contó el abandono de Pinot, que se quedó en las cuestas del Tour y aún no ha regresado. El francés continúa en el diván, lejos del sillín, inmerso en su mundo interior, en sus tribulaciones y desgracias. Los dolores de espalda que le apalearon en Francia no le dejan en paz Chris Froome continúa en competición, aunque es otra victima. El británico se desplomó en Elgeta, pero en realidad, su aura se estrelló en un muro del Dauphiné. Aún no ha retornado. Probablemente nunca lo haga, pero el orgullo lo mantiene intacto.

La Vuelta, que corre contra el coronavirus y huye del mal tiempo, parece que es el final en el principio. Días raros, tiempos extraños. La niebla se encaramaba entre la melena de los pinos, centinelas de la Laguna Negra, otra cumbre, otro peaje. La subida se le puso oscura a Marc Soler, que era todo luz en Lekunberri, peleado con la bici de Erviti tras una avería. Froome volvió del pasado. El británico, campeón humilde, honrado, se arremangó para subrayar a Carapaz, líder del Ineos. Espectral entre la niebla. Fue una aparición fugaz. Un canto de cisne. La dignidad de una gran estrella.

El pasaje de Froome fue un instante antes de que Andrey Amador enfilará el grupo, donde no estaba Esteban Chaves, que tragaba bilis. El colombiano padeció un pinchazo. Cambió de montura y Schultz acudió a su rescate. Trató de coserlo a los mejores, pero a su hilo le faltó anclaje. Al igual que Valverde, al que se le hizo bola el puerto. Elissonde se movió sin demasiada convicción. Nada que ver con el frenesí de Sosa, la catapulta del Ineos. Mas pasó revista. Roglic, parapetado en Kuss, no pestañeó. El esloveno gestionó los tiempos. Kuss es el reclamo.

En los últimos 500 metros, se cuarteó el empuje de Carthy. Uno menos para la pelea. Roglic, el líder, no perdía contacto visual con Carapaz. Es su referencia. El ecuatoriano arrancó. Su despegué convocó de inmediato a Dan Martin, un ciclista de mucho reprís. Alado. Roglic reaccionó. En ese momento, a Enric Mas se le indigestó la rampa. Se le abrieron las costuras. Sonaron los cambios, buscando el desarrollo ideal para ganar. En medio del ruido del combate definitivo, Mas se clavó. Tachonado el del Movistar en una rampa descarnada que eligió a Dan Martin por delante de Roglic y Carapaz. En la Laguna Negra se encendió Dan Martin, que dedicó el triunfo a sus hijas. Más luz.