“Vete terminando”, insiste con la dentista, “y ponme ya ese diente, que la sonrisa es lo mejor que tengo”. Es cierto. No para de sonreír. Vino con una sonrisa pegada a la cara en septiembre del 65 en Vitoria, aunque hasta los cuatro estuvo en Arcaya, donde José Luis todavía cuida la huerta como mandan los cánones. José Luis y Puri hicieron bien las cosas con este paralelepípedo pluscuamperfecto, hombre activo que va sobre ruedas a todos los sitios. Y va a muchos. Imparable.

Cumplidos los cuarenta le visitó Damocles y le hizo frente. Solía marchar en un grupeto junto a Benito y Juanma Blanco, con Apoita, Mur, Pinedo y Fernando de Luis, Gallastegui y algunos otros. Pero aquel día cogió la bici solo. “Salí rápido, hacia el pantano, con la intención de preparar el campeonato de España de bomberos que un año antes se había celebrado en Alicante”, recuerda. “Me quedé en Durana, atrapado e inmóvil”. Un camión de pluma rompió y él, que iba casi en paralelo, acabó golpeado por mil y un hierros que salieron volando. Enseguida se vio tirado en el arcén, dolorido, consciente y “demasiado quieto de cintura para abajo”. La cabeza aguantó bien, pero no la médula. Tras ser operado en Gasteiz pasó tres meses en Cruces. Luego a casa. “La cabeza aguantó aquello, también por el casco, y todo lo demás y, aunque fue duro, parece que lo superé”, afirma. Y sonríe, mientras reconoce “lo bien que se portaron Pedro Anitua y Miguel Ángel Echevarría”, el jefe de bomberos y el teniente de alcalde responsable de seguridad en el Ayuntamiento de Vitoria.

Roberto Galdos Ogueta recomenzaba. Iniciaba la antepenúltima etapa, o vete a saber cuál, pues anda sobrado de cuerda. Hay que atarle para que se esté quieto. Galdos y Ogueta. Predestinado a la bici, a la pelota y? ¿no llevará por ahí, en el puesto que sea, los apellidos Marín y Khan, por Carolina y Jahangir, para haberse decidido también por el bádminton y el squash? Pudiera ser. La rehabilitación le acercó a Julio Roca, alma mater de Zuzenak, donde se topó con el tenis de mesa y el baloncesto adaptado. “Aunque era muy malo”, pudo estrenarse en los nacionales de ping pong. Luego llegaría el bádminton, empujado por Javi Fernández de Luco, “al que le tocó la suerte antes que a mí”. Buena o mala, les tocó a ambos. También probaron en el Estatal, en el que brillaba un tal Rubén Pérez, “donde nos fue regular la primera vez”. En 2008 conocieron a Dina Abouzeid: “integra, generosa, dedicada, incansable y bárbara”, la describe. Una de las personas clave en su época de renacimiento. Ganó el campeonato de España un año más tarde ante Rubén Pérez, en la categoría WH 1. Llegó el Mundial de Corea y unos cuartos de final que le enfrentaron a David Toupe, francés campeón de Europa y top 3 del mundo. “Jugar con la selección resultó increíble”, me cuenta. Y repasa los europeos, mundiales, el Estatal junto a Javier Fernández de Luco, los internacionales de Francia, Alemania y Turkia. Y el primer éxito internacional en Dubai, un mixto junto la turca Emine Seckin, y el segundo puesto en dobles masculinos con Fernández de Luco. También un tercer puesto en el individual de Alemania. 2018 fue un buen año. La silla de ruedas no le impidió seguir probando en el frontón “pero el frontenis en silla de ruedas se complica porque la pelota va demasiado rápido”. También practicó pádel, durante cuatro años. “Me gustaba porque había continuidad, se jugaba a dos botes y era muy divertido”.

A los 54, la misma vida le parece corta para tanto desafío. El francés en la Escuela de Idiomas. Los entrenamientos, tres veces por semana con el club Bakarrik Bádminton. Los viajes y las rutas en bicicleta. Una semi eléctrica con la que ha hecho la ruta entre Burdeos y Vitoria, una vuelta enorme por los Países Bajos, el recorrido entre Londres y París, e itinerarios en paralelo a los cauces del Loira y del Danubio. “Y es jodido, Ramón”, me dice y me cuenta “la subida a Ibañeta, 26 kilómetros entre Sain Jean de Pied de Port y Roncesvalles, con un tres ruedas de tracción delantera que pesa?”.

Argiñe Iturrieta lleva media vida con él. “Ha sido y es mi principal apoyo”, dice y se le ilumina todavía un poco más la cara. Juntos desde el 94 y compañera de viaje en tan variopinto grupo de pedalistas. Con Begoña Gago, Luis Estrada y Maite, su mujer, Pedro González de Viñaspre e Ixone, “un fichaje de lujo”. En este punto, en el de los agradecimientos, además de a los padres y a su mujer, “me tienes que apuntar a Jorge y Maribel, mis hermanos”. Él le acompañaba siempre, “hasta que nacieron Mikel y Nerea”. Ahora lo hace ella. “Recorrimos medio continente americano, el meridional, una vez terminado el torneo de Sao Paulo”.

También se atreve con las medias maratones, y hasta con los 42 kilómetros. Lo hizo a pie y ahora en bicicleta, aunque este año no salió en la de casa porque “nos dijeron que molestábamos”.

Cuando tenía 14 años, con Juanjo Alcón, amigo de la infancia, en el colegio Cándido Ruiz de Garibay tuvo su primer contacto con la pelota. Trasteó con la goxua pero se decidió por el frontenis. “A los 35 supe lo que eran los tacos. Nos lo explicó Aitor Pinedo al grupo de frontenis de Murguia”. A los 18 se implica en el mundo del squash en compañía del amigo Jon Larrañaga. Duro deporte, muy de moda entonces, donde coincide con los Sáez Arzamendi, Héctor y María, y con Javi Fernández de las Heras, técnico municipal de deportes “a punto de jubilarse”. Y llega al frontenis. Cada domingo de cinco a siete de la tarde. Con Larrañaga, Santos Miguélez y Josetxu Robles. Se hace cargo del primer torneo de la modalidad, entonces la Federación de pelota no la consideraba, tras pasar los requisitos del responsable del DMD Jesús Vázquez. Fundó Mikonos, el primer club, “nombre derivado de un viaje de mi cuñado José Luis a la isla”. Vence, contra pronóstico, la pareja local Hortigüela-Mendi. En la segunda edición “mezclamos con deportistas de nivel”. Hizo pareja con Martín Fiz. En el 95, en Murguia, se cruza con Gaviña, los hermanos Mendoza y los primeras espadas de los alrededores. Todo comenzó en Oropesa, “donde pasaba mis vacaciones”. Organizaban torneos cada verano y “llegué a jugar con el padre de un campeón de España, de Oliver Martínez”. Se picó. Y afrontó el reto con la sonrisa puesta. Esa que hoy lleva, arriba, enarbolada y sincera, en cada una de las caras del poliedro que es.