Entre el pantone de los azules, -al menos una veintena de tonos se acumulan alrededor de ese color-, se debe incluir el Azul Fraile, la maglia azzurra, que no deja de ser el tono con el que los italianos pintan las montañas del Giro y la camiseta de La Nazionale. En Reggio Emilia, -la ciudad en la que se tejió el 7 de enero de 1797 por vez primera la Tricolore, la bandera que unificó Italia-, Omar Fraile se envolvió en la bandera de las montañas. A Omar Fraile le sobresale el azul de las cumbres, un color íntimamente hermanado con la mar, de donde proviene Omar Fraile, que bogó en el morado de la Sotera, la trainera de Santurtzi, un pueblo de salitre, puerto y remos. Omar tiró después al monte pedaleando sobre una mountain bike, las bicicletas que ensillaron la década de los 90, hasta que se posó sobre la carretera, la pértiga de su ascenso en el ciclismo profesional. Escalador animoso, Fraile se ha atado al aire hermoso de las cumbres. La fragancia que le ha llevado a las flores.
El santurtziarra conquistó la general de la montaña en sus dos incursiones en la Vuelta a España. El maillot blanco con topos azules, la variante española de los lunares rojos que otorgan prestigio a los escaladores del Tour de Francia, cubrió en dos ocasiones a Omar Fraile en la foto final de Madrid. Especialista en sumar cumbres, Fraile se ha convertido en un zahorí de las montañas. Ojo clínico, el vizcaino fue capaz de encontrar una cumbre en Holanda, un país tan plano que necesita diques para no ahogarse. Era como dar con un imposible, pero Omar obtuvo su premio. Fraile es un buscavidas.
Alma de explorador, Fraile halló el tesoro, tan bien escondido. Su descubrimiento se produjo en el Giro de Italia del pasado curso, que comenzó en Apeldoorn con una crono. En la siguiente etapa, en una subida sin apenas historia, a la que la organización del Giro le concedió una pancarta y un reparto de puntos en un ejercicio magnánimo por eso de ir rellenando el podio, Omar Fraile arañó lo suficiente para teñirse de azul. Después, a su Giro le cayó un telón de profundo negro. Una caída y problemas derivados de la misma en su organismo, le obligaron a retirarse de la carrera que siempre le llenó la imaginación. En Reggio Emilia, atravesado el meridiano del Giro de Italia, Omar Fraile acudió de nuevo al podio. Esta vez atraído por el azul de las montañas de la carrera rosa tras sisarle la maglia azzurra a Jan Polanc. Si su histórico triunfo en Bagno di Romagna el miércoles fue de todos los colores,- un arcoíris cubrió a Fraile en una etapa que entroncó con el ciclismo añejo y los avatares propios de las grandes citas mundialistas-, ayer se congració con su color preferido. Izó su bandera. Su tono inequívoco. Azul Fraile.