Berlín - “La presión fue enorme, y aún más en las últimas vueltas de la carrera. Lo pasé muy mal. Fue una locura, y creo que voy a necesitar algo de tiempo para recuperarme de tanta tensión”. Estas palabras las trenzó Nico Rosberg (27-VI-1985, Wiesbaden) nada más aparcar su Mercedes, instantes después de proclamarse campeón del mundo de Fórmula 1 por primera vez y, en consecuencia, de emular a su progenitor, Keke Rosberg, rey del asfalto allá por 1982. A sus 31 años, Nico cristalizaba así su sueño de infancia, el que comenzó a perfilar al volante de un kart y con 6 junios a sus espaldas, fruto de una pasión heredada.

Apenas cinco días después de empaparse con champán, del agónico Gran Premio de Abu Dhabi que le coronó, Nico ha soltado una inesperada noticia: se retira de la Fórmula 1. “Para mí es un día muy especial (por ayer) porque voy a recibir el trofeo esta noche, va a ser increíble, pero también por otra razón. Quiero aprovechar para anunciar el final de mi carrera en la Fórmula 1”, proclamó en un comunicado publicado en las redes sociales. Esta decisión es sorprendente, ya que Nico se ha mantenido hermético sobre este asunto, por lo que no existían especulaciones sobre semejante posibilidad, y además había prolongado su vínculo con Mercedes el pasado mes de julio y hasta finalizar 2018.

Según el ya expiloto, comenzó a barajar la posibilidad de jubilarse tras ganar el Gran Premio de Japón, el pasado 9 de octubre. “Allí vi que el destino del campeonato estaba en mis manos y la enorme presión que empecé a sentir me hizo empezar a plantearme la opción de retirarme si era campeón del mundo”, expresó. Presto a serlo, confiado, motivado, se vislumbró flirteando con la gloria. “El domingo de Abu Dhabi, por la mañana, sabía que sería mi última carrera. Tenía ese pensamiento claro en mi cabeza. Entonces empecé a disfrutar cada momento de la experiencia, sabiendo que podría ser la última vez..., y cuando las luces se apagaron viví las 55 vueltas más intensas de mi vida”, dijo.

Consumado el requisito para jubilarse, entronizado, el motivo definitivo para adelantar su despedida, alude Rosberg, es el apartado que se desconoce de un piloto, el sombrío, el sacrificio que requiere ser un campeón, un sentir que solo se puede conocer estando en las propias entrañas de la persona, porque la imagen que se proyecta, de glamour y felicidad absolutas, esconde otros rostros menos amables. En caso de Nico es más complicado aún de percibir, pues su sonrisa es perenne, camuflaje de su verdadero estado de ánimo, aunque símbolo de exquisita profesionalidad, de una educación impecable. “Esta temporada ha sido terriblemente dura. He empujado como un loco en cada aspecto tras la frustración de los dos últimos años -en los que fue subcampeón y que le llevaron a ser el piloto con más victorias de la historia sin consumar la coronación-. Eso ha elevado mi motivación al punto más alto de los últimos años. Pero también ha tenido un impacto en los que más quiero, ha sido un verdadero esfuerzo familiar”, confesó.

La ambición y autoexigencia para seguir cosechando éxito son menores en Rosberg que la voluntad de centrarse en ejercer como progenitor y marido, ahora que ha visto cumplido su sueño. Esa será su próxima carrera, su vida personal. “Mi siguiente paso es ser padre y esposo”, precisó. “En los 25 años que llevo compitiendo, mi sueño ha sido ser campeón del mundo de Fórmula 1. Pese al trabajo duro que suponía, el dolor y el sacrificio, siempre ha sido mi gran objetivo. Y ahora que lo he conseguido, que he escalado mi montaña, que estoy en la cima, me siento bien”, declaró, estilo Zen, Rosberg, que cuelga el mono tras once temporadas en la F-1, 206 grandes premios en los que ha amasado 23 victorias, 57 podios y 30 poles. Nico se dedicará a la atención a su mujer, Vivian Sibold, y a su hija, Alaïa, mientras contemplará en sus vitrinas los trofeos que le recordarán que un día fue campeón, como su padre, el epílogo de un camino que escogió en lugar de ser ingeniero aerodinámico, y que aparca porque “no estoy dispuesto a repetir el mismo compromiso”. La competición le ha desgastado y quiere el título como broche ideal, un final feliz.