Vitoria - ¿Consternado aún por el fallecimiento de Lalo (García)?
-No conozco las circunstancias, aunque algo me han explicado. Se trata de una persona que no había tenido una vida fácil y una suma de circunstancias dramáticas desde su infancia le han llevado a un desenlace trágico. Cosas como las que le han sucedido tras su carrera marcan. Somos deportistas con unos objetivos definidos, nos desarraigan de nuestra vida familiar y del entorno. Nos jubilamos con una media de 30 años. Estamos desubicados y perdidos en la situación laboral y personal. En la mayoría de los casos, no estamos en una boyante situación económica cuando nos retiramos. El entendimiento hacia los deportistas emblemáticos en nuestras ciudades es una carga emocional fuerte. Lalo tenía todas las papeletas para sufrir una depresión terrible. Que optase por quitarse la vida es algo personal. Somos más vulnerables que cualquier otra persona por nuestras circunstancias especiales.
Usted también ha tenido depresiones y dijo que el baloncesto le arrebató su juventud y su pureza. ¿Caen muy pronto en el olvido?
-Nadie está exento de tener un momento de tristeza. Me metí en el basket porque poseía unas cualidades físicas. Nadie me dice cómo tengo que comportarme o ser ahora. Desde jovencito me marcaron unas directrices dictatoriales sobre que si quería ser deportista, tenía que pasar por el aro y son cosas que nadie debe soportar. Empecé a sufrir problemas de identidad desde joven. Con 23 años ya había pasado situaciones personales duras y en los veranos me encontraba desangelado y entristecido. En ese instante no les das importancia porque no sabes lo que es una depresión. Vas evolucionando y haciendo vida en cualquier equipo porque eso te permite olvidar los verdaderos problemas. Pero éstos nunca se borran, sino que se van acumulando. A lo sumo, algún amigo o familiar lo ha identificado y porque yo se lo he comunicado. Cuando te retiras, esta penuria se mantiene.
¿A qué se dedica hoy en día?
-Desde que estoy en Vitoria intento trabajar, adaptarme y buscarme las alubias. Tengo un hijo de cuatro años al que estoy tratando de dar una vida feliz y cómoda. Me dedico enteramente a él porque no tengo trabajo. El año pasado estaba en una empresa de servicios, y me gustaría ocupar mi mente, mi espíritu y mi tiempo en alguna ocupación.
De usted se dice que tenía un punto de locura y que la noche le confundió. ¿Le hace ver esta paternidad la vida de forma diferente?
-Me gustaría tener a mi hijo con la misma locura que entiendo es la mía. Mi locura siempre ha sido sana: la simpatía, el estar bien, el hacer reír a la gente, hacer felices a los demás... Le estoy inculcando unos valores. En su día me metí en cosas que, quizá, no debía haberme metido y conocí gente que no debía haber conocido. Afortunadamente nunca he pisado la noche ni he tenido la necesidad. Soy hombre de día, de madrugar y de vivir el sol. En esas locuras nocturnas de los deportistas nunca entré.
Muchos pensarán que habrá hecho mucho dinero con el basket y es millonario...
-Es terrible. No estamos para exponer nuestra vida a nadie ni el currículo porque no tenemos contrato ni obligación de hacerlo. La gente piensa que un deportista que ha jugado en la máxima categoría está forrado pero esto es como la Bolsa. Ni los mejores jugadores han cosechado grandes fortunas ni los peores han ganado poco dinero. No puedo estar comentando lo que he hecho o dejado de hacer. Mis 20 años de carrera me han dado para muy poco económicamente. Lo que he tenido, lo he mantenido muy bien porque mis gastos no han sido grandes. Soy una persona que entiende que la vida no es gastar ni hacer dispendios. He contado con grandes personas a mi lado que me han gestionado el dinero. Pero han sido amigos que son como mi segundo padre, ni gestores ni abogados. Hace mucho tiempo que se me acabó la pasta y debo trabajar.
¿Vitoriano o catalán?
-Tengo costumbres de todos. Incluso sé hablar gallego y por circunstancias veraneo mucho por allí. También me encanta Extremadura. Eso sí, me quedan los viajes, las actitudes y los tonos más alaveses que al resto. Vitoria es una ciudad aburrida. Tengo bastante de cura, ya que al ser catalán y hacer vida en otras comunidades, he traído una mezcla a mi entorno bastante más amplia. Me cuesta adaptarme a una ciudad costumbrista y rutinaria. Es verdad que mucha gente se adapta, pero en mi caso no es así. Confieso que he sido rebelde con Vitoria.
Mucha gente desconoce que sufrió un grave accidente de tráfico. ¿Agradece contarlo?
-Es otra anécdota de mi vida dentro de mi juventud e inconsciencia. Me quedé dormido al volante y luego me di cuenta de que salvé no sólo mi vida sino también la de más personas, y eso es de lo que más me arrepiento. Fue terrible. Me vi metido en él sin quererlo, me dormí y el coche quedó destrozado. Sufrí magulladuras en todo el cuerpo y a la semana fui consciente de lo que había pasado con el trágico fallecimiento de Fernando Martín. Desde entonces me he agarrado con fuerza a la vida.
¿Se animaría con otro reality televisivo tipo ‘Supervivientes’?
-El otro día lo pensé. Fue una anécdota experimental en la que influyó la parte económica. Pienso más en la aventura que en la televisión. Me gusta viajar a los países exóticos, el submarinismo, la escalada y todo lo que puede dar la naturaleza. Ese programa se me adecuaba perfectamente pero sólo volvería por dinero.
Diga la verdad, ¿le gusta la farándula?
-No. Me vi inmerso en ella y no estaba de acuerdo. Desde el primer momento no deserté de milagro porque mi orgullo y mi personalidad no me lo permitieron, pero ya pasé ese trauma.
¿Ha dejado atrás su faceta de pinchadiscos?
-Dentro de las cosas que quería revivir para superar mi débil momento anímico y resucitar de un entorno que no estaba siendo muy adecuado, me dieron la oportunidad de conocer a gente del Casco Viejo. Me puse detrás de la barra de un bar muy conocido y me gustó. Lo pasé muy bien y disfruté muchísimo. También ponía copas porque me gusta la actitud de servir a los demás y no estar quieto. Fue una terapia, me ayudó a salir de casa y a sonreír.
¿Cómo anda de achaques...?
-Ahí andamos. Me retiré porque no me pagaban por lo que rendía y porque físicamente me exigían más de mis propias lesiones. Sufría degeneraciones articulares que no me permitían estar al cien por cien y aparecían entonces dolores de rodillas, tobillos, espalda...
¿De que está más orgulloso?
-Uno está orgulloso cuando consigue los objetivos. Nunca fui ambicioso ni me propuse ser el mejor ni estar en el mejor sitio. Siempre quise defender los principios de un deportista: luchar por una ciudad, un escudo y una nación. Es lo único que he hecho en mi vida.
Y para terminar. En un hipotético museo del deporte alavés, ¿a quién colocaría en lo más alto del pódium?
-Es complicado porque admiro a muchos que practican deportes minoritarios y no a los de renombre. Mantengo una buena amistad con Joseba Beloki, Almudena Cid, Juanito Oiarzabal, Konpa, Juan Carlos Nájera, Javi Lezkano, las gimnastas... Todos son un ejemplo.