Rominger, que fue dueño de la hora (55,291 kilómetros, registro que como muchos fue invalidado posteriormente), de su récord, a mediados de los prodigiosos 90, explicaba que “en esto del récord, todo es científico y matemático”. Su preparador de entonces clavó la distancia que recorrería el suizo. La noche anterior al intento le entregó un papel con unos números que auguraban su marca en el velódromo de Burdeos. Una simple ecuación: recorrer la máxima distancia posible en sesenta minutos, sirve para enfocar el récord de la hora, un desafío histórico, unido al ciclismo desde su cordón umbilical. Henri Desgrange fue el primer ciclista en sellar la tarjeta de la hora: 35,325 kilómetros. Era 1893. El ciclismo de competición apenas balbuceaba y el récord de la hora era un imán.
La prueba, aunque con suficiente atractivo y enganche, ha sido un asunto discontinuo, episódico, donde los cambios de reglamentación, centrados en las particularidades de las bicicletas han marcado la pauta en los últimos asaltos al récord. La UCI decidió vetar en 2000 ciertos artilugios después de que los velódromos fueron testigos de engendros mecánicos; bicicletas imposibles cuya geometría potenciaba en exceso la posición aerodinámica del ciclista para combatir así el tiempo y ganarle distancia al crono. La bicicleta se imponía al ciclista. De eso habló Eddy Merckx cuando Francesco Moser tumbó su récord con una bicicleta que montaba una enorme rueda lenticular atrás y una mucho más pequeña delante. Moser montaba sobre un tobogán. Geometría y diseños al margen, el reto del récord de la hora ha seducido a grandes nombres, ciclistas que en buena medida han abrillantado la orla de sus registros.
La aportación de las figuras, ciclistas extraordinarios que decoraron con el oro de sus nombres el listado de los plusmarquistas: Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Miguel Indurain o Francesco Moser, impulsó el reto. De ese árbol genealógico también cuelgan los especialistas, corredores cuya huella es un renglón en la tabla de registros. A ese palmarés quiere acceder Thomas Dekker, que mañana buscará una nueva marca -debe superar el registro del especialista australiano en pista Rohan Dennis (52,481)- en el velódromo mexicano de Aguascalientes, a 1.800 metros de altitud sobre el nivel del mar. “El récord de Dennis es increíble”, subraya Dekker, que en su mono de competición homenajeará a los registros logrados por otros ciclistas a lo largo de la historia. “Para mí es un honor atacar el récord de la hora. Sé que grandes corredores lo han intentado con mayor o menor éxito”, desgrana el holandés.
Actualmente sin equipo, el holandés errante apuesta por convertirse en el nuevo señor del tiempo, un desafío que ha negado a más de uno a lo largo de la biografía de la prueba. Es consciente Dekker de la dificultad que entraña asomarse a la historia desde su puesta en escena sobre el velódromo de Aguascalientes. Lo tiene interiorizado. “Va a ser una de las horas más difíciles de mi vida, pero eso no me importa”. Dekker está dispuesto a una hora de tortura, a sesenta minutos agonísticos que le llevarán a padecer los altísimos niveles de lactato que produce el organismo en esta clase de pruebas. La asimilación del ácido será una de las claves, según los expertos. “Que el ácido láctico suba hasta un nivel de exigencia muscular pero que sea tolerable. La clave es lograr una velocidad muy elevada sin que se dispare el nivel de lactatos en sangre por encima del umbral”.
un esfuerzo sostenido Dekker tendrá que habitar en los límites, flirtrear con ellos, pero sin que el agotamiento conquiste los músculos y le derrote el cuerpo. Ser veloz y resistente. El récord de la hora exige bordear las fronteras físicas, mentales y aerodinámicas. La consistencia en el ritmo es otra de las llaves maestras para poder alcanzar la marca esculpida por el pedaleo de Rohan Dennis (BMC). Un poderoso inicio que no sea capaz de sostenerse en el tiempo es un pasaporte al fracaso, al igual que excederse en el ahorro inicial porque las posibilidades de quedarse corto aumentan. Mantener una elevada velocidad de crucero durante los sesenta minutos de esfuerzo a alta intensidad se antoja imprescindible para lograr el récord. De lo contrario, es imposible. “No me da miedo, aunque sé que hay que afrontarlo con respeto”, sostiene Dekker, que ha rodado durante días en el anillo mexicano para adaptarse a las condiciones de competir en altura. El ciclista holandés se subirá sobre una bicicleta Koga, calzada con ruedas lenticulares y coronada con un manillar de triatleta, para facilitar una lucha que no admite desajustes. Será la hora más larga de Dekker.