vitoria - ¿Quién no ha oído hablar de los deportes de aventura o riesgo que cada día del año y sobre todo en verano se ofertan en conocidas páginas web de ocio? Frases como ¿Te gustaría volar? o similares intentan captar la atención de los cientos de usuarios que ingresan en estas páginas con gangas de paquetes de diversión. Entre esas ofertas, no podían faltar los vuelos en parapente, una disciplina que atrae cada vez a más personas con la llegada de las temperaturas estivales. Nacido a finales del siglo XX, parapente significa contracción de paracaídas de pendiente y fue creado por la necesidad de los montañeros de bajar volando mediante un paracaídas desde las cimas que ascendían.

Vitoria no iba a ser menos y cuenta con un club que invita tanto a los amantes de volar, como a los que nunca lo han probado, a vivir una experiencia que “no se puede explicar con palabras”. El Club Parapente Gasteiz lleva más de 10 años formando a voladores que ahora ponen a disposición de todos los alaveses sus conocimientos para que quien quiera pueda disfrutar de un deporte al aire libre con vistas impresionantes. Sergio Lobres, director de la escuela, aclara que cuando realizas una actividad con parapente no “te tiras”. “La gente está acostumbrada a decir que se tiran en parapente, pero no es así. Lo que haces es despegar porque lo haces en un planeador”. Este piloto y profesor de la escuela lleva más de 15 años volando por toda la geografía nacional y cree que lo único que se necesita para poder practicar este deporte es “paciencia”. Por otro lado, está convencido de que hay mucha desinformación en cuanto a lo que engloba este ejercicio ya que en la mayoría de las personas se asienta el miedo por practicarlo. “Las personas que tienen vértigo no sienten nada, porque aquí tienen los pies en el aire y no en ninguna superficie”, precisa el monitor que ha llevado a muchas personas a sentir el aire en la cara y a apreciar de cerca infinidad de paisajes con este deporte.

Para contar mejor la experiencia de lo que es un día en parapente, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha acompañado al Club Parapente Gasteiz en una jornada de aventura. Con la ayuda de un variómetro o altivario, un GPS y un equipo de radio, y si las condiciones meteorológicas ayudan, un grupo de 15 personas provistas de sus respectivos paracaídas se reúne en un bar de la ciudad para dirigirse hasta el monte Kurtzeberri, situado en el Alto Deba, y desde donde descenderán volando. Antes de subir a los más de 1.000 metros que tiene la montaña guipuzcoana, un encuentro entre los aprendices, los primerizos y los más expertos del club confirma que es un deporte que “engancha”. Miriam Lillo es alumna de la escuela y, aunque hoy no vuela, lleva un año practicándolo y considera que es una afición que crea adicción. “No se puede explicar, tienes que probarlo, pero sientes libertad y paz cuando estás arriba”, indica emocionada la aprendiz que la primera vez que voló lo hizo por sorpresa gracias a un regalo de su pareja y desde entonces no ha parado. “Una vez que hizo parapente bajó llorando de la emoción”, rememora entre risas el novio de Miriam.

vistas privilegiadas Tanto aficionados como profesionales coinciden en que cuando hace buen tiempo “hay que aprovechar” el día para planear. Dispuestos de todo lo necesario, los parapentistas se suben en un todoterreno que les lleva a pocos kilómetros de la cima del monte, y por el camino recuerdan sus aventuras y los distintos sitios que han visitado debido a este deporte. Llegado al punto en el que el vehículo ya no puede avanzar más por la escarpada montaña, el grupo de deportistas se dispone a coger sus mochilas con todos los complementos necesarios para empezar una travesía apasionante, y cercana al gran momento del vuelo.

En el grupo se encuentra Nayger Gutiérrez, una primeriza que se atreverá a descender desde lo alto del Kurtzeberri mediante un paracaídas por primera vez. Emoción es lo único que confiesa sentir esta vitoriana que se atreverá a volar en un parapente biplaza y que el miedo no hace mella en ella. “Me imagino que hacer parapente es algo similar a volar”, indica Nayger tras solo saber lo que se siente por lo que le ha comentado el resto.

“Hay tres tipos de personas que hacen parapente: los que se enganchan y cada vez que pueden lo hacen; los que les gusta y lo hacen cada fin de semana; y los que les gustaría volar pero por falta de tiempo no lo hacen”, explica el director de la escuela para referirse otra vez a que esta afición requiere un mínimo de perseverancia. Lobres dice que cuando terminan la aventura muchas personan le trasladan la sensación de libertad que han sentido cuando están en el aire. A este profesional lo que más le gusta es admirar la naturaleza desde las vistas privilegiadas de un paracaídas, y sostiene que la mayoría de los que se atreven con este deporte lo hacen por esta razón. Además, este instructor siente “cierta indignación” por la mala fama que se han granjeado prácticas de este mismo estilo. En su opinión, una actividad como en la que él imparte clases es tentadora. “Tiene mucha tecnología y experiencia por detrás. Muchas veces los medios de comunicación destacan que ha habido un accidente en deportes como este, pero no dicen lo que ha pasado. El vuelo depende de muchos factores”, alaba el monitor.

A su juicio, dentro de España no existe una cultura que enseñe a los niños que las personas que practican este tipo de disciplinas son también profesionales. Estos últimos años en Vitoria ya se está viendo un cierto interés para que los más jóvenes se introduzcan en deportes de aventura como es el caso del programa Rumbo al Deporte que organiza el Ayuntamiento, que desde hace seis años anima a jóvenes de entre 12 y 30 años para que realicen unos cursos y conozcan de primera mano en qué se basan los llamados deportes de riesgo. Estos cursillos, que empiezan en primavera y terminan a finales de verano, duran cinco horas y en ellos se enseña a los alumnos cómo aplicar los conocimientos teóricos a la práctica. “En los cursos los chicos aprenden cómo tienen que manejar el paracaídas, cómo abrirlos...”, detalla Lobres. Este año, sin ir más lejos, han asistido a las clases alrededor de 100 jóvenes a los que se les introduce al mundo del parapente con unas breves pero intensas lecciones.

Mientras esos aprendices asimilan lo básico para dominar un ala que les hará volar, el grupo de Parapente Gasteiz continúa su recorrido hacia la cumbre del monte guipuzcoano del que descenderá. Personas como Aitor, Guillermo, Oscar, Alfonso o Carlos van intercambiando historias que han vivido en un paracaídas y una vez terminado el trayecto se disponen a prepararse para contemplar las vistas desde el cielo de lugares como el embalse Urkulu, los pueblos Aretxabaleta, Oñati, Mondragón o, un poco más alejada, de la misma Vitoria-Gasteiz. También en ese descenso podrán observar los montes Anboto, Txindoki o Gorbea, que imponen por su majestuosidad. Para los asiduos de esta práctica, el miedo y los nervios ya no son un problema. Uno a uno van llegando y se acomodan para equiparse adecuadamente y poder volar con seguridad. Las normas ya están en sus cabezas, ahora solo les queda disfrutar. Mientras unos vuelan, otros observan el “buen día que se ha quedado” y algunos se dedican a hacer fotos para inmortalizar el momento porque aunque lo hayan repetido muchas veces “cada día es diferente”.

experiencia única Un casco, una silla o arnés y el paracaídas con sus mandos correspondientes son los instrumentos que deben preparar para que la salida sea lo más cómoda y segura posible. Cuando empieza a planear el primero, todos miran al cielo con admiración y poco a poco comienzan a volar todos los asistentes. Entre ellos está Guillermo, un joven que ya lleva diez clases y dirigirá un vuelo con giros para dominar los mandos del paracaídas en cuestión. Durante su viaje, el monitor de la escuela le da las indicaciones pertinentes por radio y ánimos para que el alumno obtenga un sobresaliente. Antes de esto Guillermo, ha tenido que aprender que existen corrientes de aire que propician unas condiciones determinadas. Por ejemplo, las corrientes térmicas hacen que el volador ascienda unos metros más que si no las hubiera; o sea, que de esta manera el vuelo se prolonga en el tiempo.

En la quedada, va apareciendo más gente que vuela por el mero hecho de divertirse. Uno de ellos es Pablo Otxoa, un apasionado del speed flying (vuelo rápido) que bajará en tan solo tres minutos desde el monte hasta el pueblo. Este deportista tenía amigos en común con Dario Barrio -cocinero que desafortunadamente falleció practicando salto base hace menos de un mes- y opina que estos tipos de deportes tienen mucho riesgo, pero que le gusta porque le hace sentirse vivo. “Cuando ocurre algún accidente, hay un conjunto de muchos fallos”, aclara Otxoa tratando de explicar lo que le ocurrió al cocinero en su fatídico vuelo.

Mientras algunos vuelan, otros van contando sus historias e intentan convencer de que “hay que volar”. Cuando todos los presentes ya se encuentran planeando, el monitor de la excursión comunica que llega nuestro turno. No hay marcha atrás, el arnés ya forma parte de nosotros y un vuelo biplaza espera. Por tópico que parezca, lo más importante es dejarse llevar y disfrutar. Antes de despegar hay que saber que cuando el profesor diga ‘hay que correr’ debemos hacerlo lo más rápido posible para que el paracaídas no se cierre. Sabido esto, ya está todo hecho. Ahora toca volar y observar lo que la naturaleza tiene preparado debajo de nosotros. Uno, dos, tres... “¡Despegue!” El aire acaricia nuestros rostros y la sensación de libertad invade el cuerpo, mientras se observa lo pequeño que parece el territorio desde esa altitud. Por el recorrido, se contemplan varios puntos de Euskadi y se respira tranquilidad. El vuelo se convierte en un descenso placentero que lleva “a olvidarnos de las preocupaciones”. Un vuelo cómodo en el que emoción e impresión se mezclan a partes iguales, comprobando que lo que el resto de voladores contaba antes de esta aventura había que experimentarlo en primera persona. Si subir al monte es un deporte que gusta y volar es uno de los sueños de cualquier persona, hacer parapente es una alternativa si cabe más emocionante.