vitoria - Se ha granjeado con creces el respeto de compañeros de equipo, rivales y árbitros en la categoría de Segunda senior. Su mérito está ahí, digan lo que digan las estadísticas que firme en los partidos. Iñaki Osés no pasaría de ser uno de los numerosos jugadores aficionados que todos los fines de semana da rienda suelta a su ferviente pasión por el baloncesto si no fuera porque su DNI marca la friolera de 59 primaveras, cumplidos precisamente en la jornada de hoy. Cariñosamente hablando, es el abuelo de la competición y un ejemplo de sacrificio y superación para las generaciones venideras que hacen en la actualidad sus primeros pinitos en el mundo de la canasta. Nadie mejor que él para mostrar el camino hacia una vida sana y saludable en unos tiempos donde los hábitos de los más pequeños no son, desde luego, los más recomendables.

Enrolado en el Geobidaiak, que solo ha ganado uno de los dieciséis partidos disputados hasta la fecha, se trata de un base de 1,76 metros cuya vida se encuentra ligada a la tapicería y al baloncesto. Atesora experiencia en todos los ámbitos, ya que fue miembro de la directiva del Baskonia cuando José Antonio Apraiz ejercía como presidente, fue árbitro federado y también entrenador pese a no estar titulado. Además de concentrar todos sus esfuerzos de lunes a viernes en capear el temporal de la crisis y sacar adelante su propia empresa, este autónomo vitoriano tiene todas las temporadas una cita ineludible con su hobbie favorito. El que inoculó a su hijos Jon y Ane, de 23 y 17 años respectivamente, a quienes también picó desde bien pequeños el gusanillo de meter canastas como él.

"El baloncesto lo es para mí todo, una pasión. Empecé a los 10 años y aquí sigo dando guerra", reconoce Iñaki, abonado del Baskonia y que únicamente entrena un día a la semana con sus compañeros. No le hace falta más, ya que es un superdotado. Alguien como él capaz de correr una maratón en 3 horas y 16 minutos merece un caluroso aplauso. No es ni mucho menos una comparsa ni el último de la fila dentro de un equipo que apenas cuenta con nueve jugadores. Lejos de acusar el paulatino paso de los años, su envidiable estado físico le hace ser como los buenos vinos. Los secretos de esta tercera juventud los explica el propio protagonista. "Desde hace muchos años, salgo a correr. He hecho ocho maratones en mi vida. Luego, no sabría ni decir las medias que he realizado. En las de Vitoria, únicamente he faltado a dos de 33. Mis compañeros de equipo admiten que estoy físicamente mejor que ellos", aclara Iñaki, que también jugó un año en Tercera con el conjunto de La Blanca y luego crearía junto a otros amigos el Olárizu.

El suyo es un caso admirable pese a competir en una categoría aficionada. La ACB ha contado en el pasado con figuras incombustibles que compitieron con orgullo hasta bien entrada la barrera de los 40 años. Ahí figuran, por ejemplo, los conocidos casos de Darryl Middleton -que llegó a disputar un partido con el Valencia a los 44-, Mike Higgins (43), Joan Creus (42), Andre Turner (41), Bill Varner (41) o Larry Lewis (41). Si bien la exigencia no es comparable a la de los anteriores jugadores, Iñaki ha superado con creces a estos viejos rockeros que despertaron la admiración allá por donde se vistieron de corto.

una espina clavada Dicen que la experiencia es un grado e Iñaki se define como el clásico perro viejo que "sabe dosificarse", "regular sus esfuerzos" y hace uso de "las clásicas artimañas". Cualquier cosa es buena para sobrevivir, ya que en algunos partidos se ha visto en la tesitura de disputar los cuarenta minutos por la baja de algún compañero. "Poseo un buen tiro, no soy un excelso anotador y me dedico más a hacer mejores a mis compañeros. Se diría que soy la prolongación del entrenador sobre la pista", recalca. Salvo los dolorosos golpes en la costilla, como él mismo desvela, su cuerpo de hierro aguanta estoicamente la dureza de una competición donde tiene entre ceja y ceja no quedar en evidencia e intenta por todos los medios no verse superado por sus pares.

El hecho de no haber sufrido lesiones de gravedad también le ha ayudado a estirar su carrera. "Gracias a Dios, no sé ni lo que es un esguince de tobillo ni de rodilla. A lo sumo, alguna fisura en un dedo", agradece Iñaki, que solo conserva una espinita clavada desde que practica baloncesto. "Lo único que me gustaría es poder enfrentarme alguna vez con mi hijo -actúa en Marianistas- sobre una cancha. Sería emocionante. Yo tiro mejor que él, pero él tiene más talento", admite Iñaki, que no ha perdido a lo largo de todos estos años ni un ápice de entusiasmo ni motivación. Se siente todavía joven y no escatima esfuerzos para hacer bien lo que más le gusta.

rutina antes del partido. DNA quiso compartir el domingo con este apasionado del baloncesto las horas previas al encuentro que disputó su equipo, el Geobidaiak, ante el Toju en Samaniego. Desde el momento en que prepara la bolsa, llega al campo, se viste, calienta y finalmente juega. Así todos los fines de semana. Fotos: Josu Chavarri