CUANDO vi a Rimas Kurtinaitis en el banquillo del Khimki me vinieron muchos recuerdos a la memoria de su época de jugador. Era un tirador mortífero, algo que demostró durante muchas temporadas por las canchas de todo el mundo. Un jugador capaz de anotar por encima de 30 puntos con normalidad, y no solo esporádicamente. Representaba el baloncesto total menos encorsetado defensivamente y con una mentalidad más anotadora. Formó parte de la última generación de la antigua URSS, un recuerdo de baloncesto increíble. Con los Homicius, Tikonenko, Sabonis, Tachenko, Belosteny y compañía me enganché al basket.
Con él pudimos empezar a ver un gesto técnico que muy pocos jugadores dominaban y que en el baloncesto actual casi se ha perdido. Me refiero a la finta de tiro de tres puntos, bote más paso dentro de la zona de dos puntos y vuelta a la línea de tres con saltito para tirar desde ahí. Parece sencillo pero son muchos gestos seguidos en muy poco tiempo. Otro jugador legendario que lo hacía era nuestro querido Peras. Fue capaz de aguantar muchos años como profesional a pesar de no tener un físico grandioso, pero su cabeza y su muñeca eran espectaculares y conseguía hacer fácil lo difícil.
En cuanto al partido tengo que decir que el roster del equipo ruso estaba plagado de exjugadores de la ACB como Paúl Davis, Nielsen, Planinic o Augustine. A esos había que añadirles a un killer como Rivers y un Monya que está intentando ser el jugador que todo el mundo esperaba que fuera y que ni en CSKA ni en el Dinamo de Moscú logró demostrar. En definitiva un equipo sólido y que juega al son de Planinic. En el primer tiempo aunque el Baskonia estuvo prácticamente todo el tiempo por encima en el marcador, ninguno de los dos dominó el tempo del partido. El Khimki a pesar de los problemas que le planteaba el Caja Laboral no perdía la estela baskonista. Los dos equipos eran capaces en este periodo de hacer parciales favorables, unos para marcharse en el marcador y otros para acercarse.
Paul Davis en el primer tiempo fue una pesadilla para los pívots baskonistas, sobre todo para Pleiss, que en ningún momento pudo pararlo. El inicio del tercer cuarto fue una de las claves de la derrota baskonista. Fue un momento donde el equipo tuvo menos concentración, a lo que se unió con bajos momentos de acierto y una incapacidad de controlar el partido. Fue en ese momento donde emergió la figura de Planinic, dirigiendo muy bien a los suyos y anotando cuando el equipo lo necesitaba. Con esta segunda derrota en casa la clasificación se estrecha más. Cuando empezamos el Top 16 si nos hubieran dicho que en la sexta jornada el Baskonia tendría un 4-2 en su casillero seguro que todos hubiéramos firmado. Ahora queda recuperarse de la derrota, analizar los porqués y seguir trabajando.