Posee el gasteiztarra Jonathan Herrero una de esas voces especiales y únicas que marcan con personalidad propia todo lo que tocan. Pasa así también en Rambalaya, que acaba de empezar la gira de presentación de su nuevo álbum, Plays for the Brokenhearted (Buenritmo Producciones). El grupo acude este día 22 a Hell Dorado para presentarlo, en una noche en la que también actuarán The Soulers y tras una Vermut Session de mediodía marcada por Deaf Devils.
Es Hell Dorado un lugar que Jonathan Herrero conoce a la perfección.
–Sí. Además, mis padres viven en Adurza y es la sala de conciertos a la que yo, antes venirme a vivir a Barcelona, iba siempre. Íbamos a ver todo lo que se traía. Acudir siempre era, y sigue siendo, muy interesante.
En este caso, regresa Rambalaya en el arranque de la gira de su tercer disco, que ha salido hace nada.
–Se publicó el pasado viernes, sí. De hecho, este fin de semana hemos tenido el primer concierto. La verdad es que estamos con muchas ganas de presentar estas canciones y de adaptarlas al directo. Cuando la gente escuche el disco, verá que es un trabajo muy ornamental, con coros, cuerdas… Hay algún tema con 26 personas tocando, no digo más (risas). Eso lo estamos traduciendo al directo porque, obviamente, no podemos llevar a tanta gente.
Un tercer disco que, dentro de la trayectoria de Rambalaya, tiene que aportar…
–Es un paso más dentro de nuestra evolución. El primer álbum era muy rhythm and blues, muy de temas a cuchillo, guitarreros y muy anclados en el blues. El siguiente disco empezó a ser algo más melódico. Aparecieron por ahí Roy Orbison, Willy DeVille… y otras perversiones. Y Plays for the Brokenhearted es una evolución más en este sentido. Es más melódico, más grande, más ornamentado. Como cantante, yo estoy encantado de la vida de que haya tanta melodía. Esto, de todas formas, no quiere decir que el próximo álbum vaya a ser igual.
Es cierto que hay temas como ‘Telephone’ y ‘The Border’ que responden más a esa primera etapa de la banda.
–O el Let Me Get Out of This Place, que es Rolling Stones total. Eso siempre está ahí. Somos una banda de R&B, lo que pasa es que ahora estamos en esta época un poco de, como yo lo digo, moñas (risas). Es poner un poco el corazón en el fuego. En eso estamos. La verdad es que a nosotros nos gusta mucho lo que a veces se denomina americana. Nuestra música, como dirían en Nueva Orleáns, es un buen gumbo.
Sacar disco e irse de gira. La fórmula clásica que, en realidad, casi ya no es lo habitual. ¿Alguna vez con Rambalaya o con A Contra Blues se ha planteado que esto de los larga duración no tiene sentido, como piensan muchos?
–Nosotros, dentro de la música, somos completamente unos outsiders. A Contra Blues nunca ha tenido un sello. Rambalaya va con Buenritmo, que es una gente que apuesta un montón. No te voy a decir la cifra, pero se deja en grabar discos así lo que no recuperamos en directo. Es el amor al arte hecho piedad. Y bendito sea. Somos grupos a los que a veces nos dejáis los medios de comunicación un espacio, pero no es un espacio real. Es un guiño porque algún locutor o algún periodista le gusta y nos permite tener ese espacio. Así que para nosotros la carretera es la vida. Estamos en esa liga y yo, con todas las dificultades que hay, me considero un privilegiado. Llevo desde 2003 de gira porque no puedo permitir parar. Pero es que mi madre iba todos los días a la pastelería porque no se podía permitir parar. Somos obreros de la corchea y, dentro de lo mal que está todo, Rambalaya y A Contra Blues tenemos la suerte de seguir girando.
Cuando la gente escuche en casa o en el directo‘Plays for the Brokenhearted’, lo que tendría que pasar es…
–Lo que queremos en nuestros conciertos es que digas: “he bailado, me han hecho gritar… pero me habéis hecho llorar, cabrones”. Esto nos pasa mucho. Desde la humildad de nuestros proyectos, no te puedo decir la cantidad de gente que me ha venido, gente con callos en las manos de trabajar en Urssa y Mercedes, que me ha dicho eso de que le hemos hecho llorar. Y yo siempre digo: ¿y eso es malo?. Eso es bueno, sobre todo si además has bailado, te has reído y has aguantado mis chistes malos. Tengo la suerte de tocar en una máquina muy bien engrasada a la que merece la pena ver. Y hablo de Rambalaya pero podría decir lo mismo de muchas de las bandas que pasan por Hell Dorado. Son grupos que están sometidos a un público minoritario. A nosotros nos han puesto muchas veces delante de gente de 17 o de 18 años, y han flipado. No es que no les guste esta música, es que no está en el menú. También podrían buscarla, que nosotros lo hacíamos. Pero bueno. Lo que tengo claro es que a quien venga, le va a gustar. El público ideal no existe porque todo el público es ideal.