De puertas hacia dentro, la actividad en la sede en Vitoria de Tik Tak Animation no para. De hecho, un nuevo cortometraje de animación stop motion está naciendo en la capital alavesa. Ciudad, por cierto, cuya última felicitación navideña salió también de aquí. Igual que Malkoak, la más reciente producción que lleva el sello de la incansable Sonia Estévez. Eso sí, los Goya tienen a la creadora también muy ocupada de puertas hacia fuera. Cenas de nominados, entrevistas, encuentros... todo es poco para acompañar a Txotxongiloa en este camino que se cerrará el 10 de febrero en Valladolid, cuando se sabrá si es elegido como el mejor corto de animación.

La nominación ya está en la mano. Ahora puede llegar el gran premio. Más allá del momento, ¿para qué tiene que servir todo lo que le está sucediendo con los Goya? 

–La nominación ha sido algo increíble. Igual que el recorrido por festivales que ha tenido. Ha sido una pasada. Hay certámenes a los que pueden llegar hasta, por ejemplo, 2.000 cortos y tú estás ahí, tu trabajo es primero seleccionado y luego premiado. Eso es increíble. ¿Alimentar el ego? No lo sé. Espero que sirva para seguir trabajando, para tener una visibilidad que igual antes no tenía. También te digo que, ahora mismo, prefiero que me vean mi familia y amigos porque esto está siendo... (risas). No era consciente de la repercusión real que tenía el hecho de estar nominada. Eso algo que estoy descubriendo estas semanas y es una pasada. Espero que nos sirva de cara a seguir produciendo en el futuro. 

Además, es algo que le dará todavía más vida al cortometraje. 

–Espero que sí. De todas formas, Txotxongiloa se acaba en los Goya. Quiero decir, que ya lleva dos años por el circuito de festivales y ha hecho el recorrido que es habitual en estos casos. Ahora va a estar en exclusiva durante seis meses en Movistar Plus+. También hay que tener presente que las producciones que hacemos, tienen una carga elevada de contenido social y, por ejemplo, con Txotxongiloa he dado charlas que no sé si me seguirán pidiendo. Me sucede lo mismo con Malkoak, que me gustaría llevarlo a colegios más adelante.

“La realidad es que al principio no encontraba ni distribuidora para el corto y lo terminé distribuyendo yo. Fue otro trabajo más que sumar”

Alguien a quien le gusta tanto estar en el estudio, ¿cómo lleva todos estos actos sociales que conllevan los premios y las nominaciones como pasa con los Goya?

–Mucho mejor en el estudio (risas). Es verdad que todo esto está siendo a veces demasiado, porque luego tengo que seguir produciendo nuevas cosas y me retraso mucho. Pero también está siendo un momento especial, muy bonito, del que estoy aprendiendo.

Por ejemplo... 

–Siempre he dicho que Txotxongiloa ha sido un ejercicio de autoconfianza laboral y personal muy grande. Sí, soy ratón de biblioteca. Me cuesta mucho el público y lo de exponerme. Pero estoy aprendiendo a relajarme y a darme cuenta de que no pasa nada. Me sigue costando, sobre todo porque cuando vuelvo de X o de Y, no tengo un rato para mí. Tengo que seguir currando y todo me cansa. Por otro lado, también todo esto está genial porque te ayuda a conocer a mucha gente. Puedes hacer una red de trabajo que sale de manera muy natural, orgánica. Además, ves el trabajo de muchas personas, aprendes de lo que hacen. Sobre todo en animación, me gusta ver estilos diferentes, cómo cuenta cada uno su historia.

¿Se imagina ese sábado 10 de febrero, qué dirá si toca subir al escenario? 

–No lo he pensado todavía. De hecho no he pensado nada porque siempre he sido de ir tarde (risas). Es que, de verdad, para mí el hecho de estar nominada ya me parece lo máximo. Sé que iré con Yohanna Baena, la directora de fotografía. Eso fijo.

Todo esto no deja de suceder con una producción que para usted ya es pasado, que sucedió hace más de dos años. ¿Está reviviendo muchas cosas? 

–Fue duro, por un montón de cuestiones, hacer Txotxongiloa, pero hoy me siento muy privilegiada de poder hacer lo que hago y que esté funcionando. La nominación a los Goya es darle un final muy grande a algo que nació así como muy duro. Me hace especial ilusión además que la gala sea en febrero, coincidiendo con cuando presenté el corto por primera vez, en febrero pero de 2022.

“En animación, a nivel formativo, cada vez hay más mujeres. No ves lo mismo cuando se pasa al plano laboral”

Es su primer cortometraje profesional, su tarjeta de presentación a muchos niveles. 

–Es, de hecho, mi cortometraje más personal.

Y ha salido genial. 

–Bueno, tiene su público (risas). Es un cortometraje muy conceptual y, antes de estrenarlo, pensaba que igual no tenía salida. La realidad es que al principio no encontraba ni distribuidora y lo terminé distribuyendo yo. Fue otro trabajo más que sumar. Ahora con Malkoak las cosas están más tranquilas.

¿Qué le diría a aquella Sonia Estévez que estaba creando al mismo tiempo que realizando una campaña de micromecenazgo, distribuyendo...? 

–Le diría que se dedique a la parte creativa, que es donde es más feliz. O igual, lo que mejor sabe hacer. Y que busque una productora (risas). Esto último, de hecho, se lo sigo diciendo.

Con el primer cortometraje no ha parado de ganar premios. ¿Qué presión para los siguientes trabajos, no? 

–Es poner el listón muy alto, sí (risas). Malkoak, por ejemplo, es otro tipo de corto, para otros públicos también. De hecho, te diría que todavía no he asimilado del todo el recorrido que ha tenido Txotxongiloa y la nominación (risas). Estoy muy contenta. También muy cansada.

Es curioso porque en las nominaciones hay tres cortos de animación stop motion, que es una rareza, la verdad. 

–¿Me estás llamando rara? Pues, sí, un poco (risas). De todas formas, en España se produce más stop motion de lo que pudiera parecer.

Pero su apuesta de crear un estudio en Vitoria hace cinco años fue, cuando menos, arriesgada. 

–Algo me tiene que gustar mucho de esto porque montar una productora de stop motion aquí me ha pasado un poco de factura.

¿En qué sentido? 

–No hay mercado. O muy poquito. Espero que vaya siendo más. También damos clases y formaciones, y hacerte hueco es complicado. Ahora, por ejemplo, colaboro con IDarte (Escuela de Arte y Superior de Diseño Pública de Euskadi) en un módulo de animación y estoy encantadísima. Claro, gente formada y especializada en stop motion no hay. En Vitoria y en Álava hay mucho talento, pero tiene que irse para formarse y trabajar. Seguramente, todo hubiera sido más fácil para mí si me hubiera ido. Pero haciendo un trabajo desde un estudio, entendía que daba igual dónde estuviera. Y digo entendía, en pasado.

Es ‘Txotxongiloa’ una historia muy personal, muy vinculada también a las mujeres de su familia, a su abuela y su madre. Es algo que nace de un espacio muy íntimo y que llega a la pantalla, a miles y miles de personas.

–Eso es algo que me ha costado gestionar. Por ejemplo, yo no he querido ver, o no mucho, Txotxongiloa. Pero hace unos meses, volví a ver el corto y como que me reconcilié con él. Me refiero a reconciliarme con esa idea de exponerme. Puedes contar mil historias, pero es que aquí hay una muy, muy personal. Mi abuela murió antes de terminarlo. Y mi madre... está flipando, encantadísima y muy orgullosa.

¿Qué fue lo más complicado de aquel rodaje, teniendo en cuenta que además fue en plena pandemia? 

–Estaba bastante aterrorizada y viví todo con un cierto miedo. Pero era producto de la inexperiencia. Pese a que sabes lo que tienes que hacer y cómo ir, tenía mucho miedo. Ibas a buscar financiación y seguro que la gente pensaba: ¿y esta chica quién es para apostar por ella o por esta historia? 

“Aquí hay mucho talento, pero tiene que irse para formarse y trabajar. Seguramente, todo hubiera sido más fácil para mí si me hubiera marchado”

Hoy, el trabajo de productoras, creadoras, técnicas... es algo más visible y reconocido. ¿Qué les diría a las que vienen por detrás, a las nuevas generaciones? 

–Para empezar, que peleen. Siempre piensas que igual que tú tienes un proyecto, hay otros mil. Vale, pero tú cree en el tuyo. Y crea redes. Yo estoy, por ejemplo, en la asociación MIA (Mujeres en la Industria de la Animación). Asociarte con otras mujeres, ayuda a la visibilidad de todas. También estoy en CIMA (asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales) y en (H)emen (asociación dirigida a las mujeres del sector audiovisual y las artes escénicas). En animación, a nivel formativo, cada vez hay más mujeres. No ves lo mismo cuando se pasa al plano laboral. Hay que visualizar esta situación. Es verdad que muchas veces tienes que trabajar por proyectos y ahí hay una incertidumbre muy grande. Te puedes acostumbrar o no a trabajar así, pero es lo que hay. Lo que les diría es que lo intenten y mucho. Siempre he dicho que no sé qué hubiera sido de mis proyectos si no hubiera sido por la discriminación positiva dentro de las convocatorias. Pienso que no estaría ahí, aunque sea por un punto. O igual sí, no lo sé. Pero sí creo que son medidas que ayudan. 

Hace nada, en Navidad, la felicitación del Ayuntamiento de Vitoria la firmaba Tik Tak Animation. ¿Lo próximo? 

Plazer bat, pero ando muy tarde (risas). La idea es estrenar este año, pero es que estos últimos meses he estado viajando muchísimo y es complicado. A mí me pregunta todo el mundo: ¿pero por qué no delegas, que eres directora, productora, animadora...? Yo empecé con un cortometraje que, para lo que es, es de bajo presupuesto, y en el que me tocó hacer muchos perfiles. Bueno, me tocó hacer de todo casi. No los quiero desempeñar todos y claro que me gustaría tener alguien en producción, alguien en... pero es que a la gente hay que pagarle por su trabajo. No es nada fácil levantar y sostener eso. 

De momento, ‘Txotxongiloa’ le ha dado una nominación y ya se verá si un Goya. ¿Cuánta gente le ha felicitado? 

–Muchísima. Es más, estás por la calle o en algún sitio y notas que la gente te mira. Tú no conoces pero te conocen. Eso es rarísimo para mí (risas). Incluso en mis círculos más cercanos, hay veces en las que solo se habla de esto. Creo que hay gente incluso más emocionada que yo (risas). Como no paro, todavía no me ha dado tiempo de decirme: niña, estás ahí. Y estoy notando mucho cariño de la gente, mucho.