Dio sus primeros pasos en un coro. Fue ahí donde descubrió los musicales y que la interpretación era su camino. Por eso, sus pasos se encaminaron a Ortzai, donde no solo se formó, sino que también actuó en diferentes montaje. El último, este mismo verano: Un sombrero de paja para Italia. Hoy Eider González sigue sumando conocimientos y experiencias desde Dantzerti, aunque a sus 18 años puede presumir ya de haber viajado por medio mundo gracias al cortometraje Tula, de Beatriz de Silva. Una producción alavesa que no para de darle buenas noticias. La última llegó hace unos días desde el festival Cinemart, donde la intérprete consiguió el premio a la mejor actuación revelación del Festival de Cortometrajes de Pineda de Mar.
¿Se esperaba todo lo que le está pasando con ‘Tula’?
–Cuando me dijeron que podía hacer el cortometraje, no me esperaba absolutamente nada. Solo estaba contenta por poder hacer mi primer cortometraje. Fui con toda la ilusión porque iba a hacer algo nuevo y me parecía muy divertido y emocionante. Ya está. Pero cuando se estrenó y Bea me empezó a decir que una semana íbamos a este festival, otra a este otro... y que estábamos ganando un premio y otro y otro... me empecé a quedar alucinada. Pero cuando nos dijeron lo de la preselección a los Oscar, lo de estar en la lista final antes de las nominaciones me quedé que no sabía ni qué decir.
Se quedaron a un suspiro de los premios de Hollywood.
–Fue una pasada. Nos quedamos a un paso. Luego me dijeron que estaba nominada como mejor actriz revelación en Cinemart y me quedé muy sorprendida. Una cosa es que el corto haya ganado muchos premios. Eso es una pasada. Pero que me nominen a mí, que se valore en concreto mi trabajo, es algo muy importante como actriz. Sabes que hay gente que le gusta lo que haces y es una motivación importante para seguir. Te motiva y te anima mucho más.
“Sé que esta profesión es muy difícil pero yo lo voy a intentar. Actuar es algo que disfruto muchísimo”
¿Cómo llegó a ‘Tula’?
–Bea vino a Ortzai y preguntó por chicas de mi edad que pudiesen cuadrar en el perfil. Tuve que mandar un vídeo que grabé con mis amigos con uno de los textos que me mandó ella. Recuerdo que un amigo mío hizo de Tula (risas). A partir de ahí, Bea me dijo de qué iba el corto y cuándo se iba a rodar. Yo me quedé sorprendida. Tenía 16 años y me habían cogido.
¿Se acuerda del rodaje?
–Todas las primeras veces se recuerdan (risas). Me acuerdo de los ensayos previos. Estuve muy a gusto porque fueron a solas con Bea y con Tamara Berbés. Pero el día del rodaje estaba muy nerviosa. Había casi 20 personas, cámaras... pero bueno, a por todas.
Sin destripar el final, porque el corto sigue su curso, pero la historia parte de un personaje, el suyo, que es una joven embarazada.
–Es una chica más o menos de mi edad y aunque yo no he vivido su situación, sí me he identificado mucho con su forma de hablar, de ser. No se me hizo difícil interpretar el papel.
¿Y cuando se vio en la pantalla?
–Uff... Nunca me había visto en algo así. Es que ves tu cara en un primer plano en una pantalla que igual mide dos metros. Y dices: ¡ostras! Se ve cada detalle a la perfección. Pasé mucha vergüenza cuando enseñé el corto a mi familia.
¿Y eso?
–Bueno, es una chica que está embarazada, que fuma en pantalla... (risas). A mi ama eso de fumar... Pero es increíble la sensación que tienes cuando te ves en pantalla. Ver el resultado final fue emocionante. También pensar que es algo que está ahí, que va a permanecer, que cualquiera va a poder ver.
Hay miles y miles de personas que han visto el corto y no va a conocer nunca. ¿Qué espera del público, qué reacciones le gustaría conseguir cuando vean ‘Tula’?
–Me gustaría, sobre todo en el caso de las mujeres, que las espectadoras se hayan podido sentir identificadas con esa niña. En la sociedad actual, muchas veces tenemos el problema de que hablar de sexo, embarazo y demás es algo tabú. Y que nos demos cuenta de lo importante que es el hecho de que a los hijos e hijas les enseñemos. Estamos hablando de cuestiones que son importantes para cualquier persona.
“Lo que más he aprendido con Iker Ortiz de Zárate en Ortzai es el concepto de compromiso”
¿Qué es lo que se lleva de toda esta experiencia con el corto?
–Muchas cosas. Para empezar, todo lo que aprendí en el rodaje: cómo utilizaban las cámaras, cómo hacían las tomas... Además, he aprendido mucho en los festivales a los que he acudido. He visto lo abierta que es la gente, la capacidad que tiene de hablar de manera libre. A mí me cuesta mucho hablar de cualquier cosa de mi vida porque creo que a nadie le va a interesar. Pero resulta que vas a festivales y te preguntan, se interesan, te cuentan lo suyo. He aprendido a no quedarme ahí, en mi hueco. He sabido decir: hoy estoy aquí, mañana ya veremos, así que voy a aprovechar la experiencia.
Hasta aquí ha llegado después de formarse durante tres años en Ortzai. ¿Qué le impulsó a pensar que la interpretación era su camino?
–No fue nada en concreto, en realidad. De pequeña, desde que tenía 5 años, estuve en un coro. Dentro de su funcionamiento hacíamos concentraciones en albergues. Preparábamos un musical para cada ocasión y a mí eso me encantaba. Aún así, no me planteaba apuntarme a estudiar teatro hasta que fui cumpliendo años y me di cuenta de que me faltaba algo. Mi profesora de coro, Inma Arroyo, me recomendó ir a Ortzai y la verdad es que estoy muy agradecida. Me descubrió un sitio maravilloso. Ahora me sigo formando en Dantzerti, sabiendo que aunque sea muy difícil, quiero vivir de esto.
Patricia López Arnaiz, Susana Abaitua, Ariane Gaisán... han salido de Ortzai. A veces parece imposible llegar a determinados sitios pero ellas son ejemplo de que se puede.
–A mí a día de hoy me sigue pareciendo imposible (risas). Sé que es muy difícil pero yo lo voy a intentar. Esto es algo que disfruto muchísimo.
También con Ortzai ha actuado en varios montajes de la compañía. ¿Cómo han sido esas vivencias?
–Es verdad que estar actuando todos los días sin parar, con jornadas con doble función como ha pasado este verano es muy cansado. Ha habido días en los que no quería ir porque estaba agotada y no me veía capaz de afrontar cuatro o cinco horas con la energía necesaria. Pero era llegar allí y de repente, todo cambiar. Era sentirme feliz. Mientras actúo, disfruto tanto... No sé cómo explicarlo.
¿Qué aprendizajes se ha llevado de Ortzai?
–Muchísimas cosas. Creo que, más allá de la formación que he recibido, lo que más he aprendido con Iker Ortiz de Zárate es el concepto de compromiso. Si quieres ser actor o actriz tienes que tener un nivel de compromiso muy alto. También he aprendido que el grupo tiene mucha importancia, el trabajar con otros, tener confianza.
Ahora, ¿cuál es su hoja de ruta?
–Estoy centrada en terminar en Dantzerti. También estoy haciendo algunos casting, pero de momento estoy a la espera. Sí me gustaría poder ir al extranjero a seguir con la formación, pero bueno, ya iremos viendo. No hay prisa.