Desde el interior de Zas Kultur pero también desde el exterior de la plaza San Antón. A lo largo del año, el escaparate del espacio –“la Escuela de Bellas Artes de Vitoria”, según Zirika– es lugar también para la exposición, para propuestas específicas que se pueden ver a cualquier hora sin necesidad de cruzar la puerta. Esta vez, un bosque de espinas se alza hasta el techo. Mejor dicho, cuelga de él. Pero entre ellas, también hay pequeñas flores.

Hoy, a partir de las 19.30 horas, se procederá a la inauguración de la última intervención en este emplazamiento, un lugar que lleva su programación propia, bien a través de invitaciones directas, bien mediante una convocatoria por la que en este 2022 han llegado a Zas Kultur Edurne Herrán en verano y ahora Miguel Alfredo Hernández Busto. Así, hasta el 15 de febrero, el público podrá adentrarse, por lo menos de manera metafórica, en XXI. mendeko paisaia haserretua/Paisaje enfadado del siglo XXI. Cientos de trozos de zarzas y acacias tanto de la zona de Zarate como de la costa vizcaína se unen aquí formando infinidad de árboles que parecen conformar un todo hostil, impenetrable, donde solo hay espinas esperando dejar su doloroso sello.

Reflexión

Se retrata así a un presente duro, brusco, violento y agresivo. Por supuesto, es un hoy que así se comporta hacia el medio ambiente, hacia esa naturaleza de la que el ser humano parece no ser consciente de pertenecer y a la que castiga de manera constante sin darse cuenta de que ella permanecerá, “aunque nosotros desaparezcamos y quedemos como un simple accidente” en la historia.

Aunque al principio, la idea de Zirika era centrar la mirada en ese paisaje enfadado con lo que le sucede hoy, en realidad el concepto de la instalación se ha ido ampliando. Al fin y al cabo, en la sociedad actual los motivos no faltan para asistir a un panorama lleno de espinas en cuestiones sociales, políticas, económicas... Como apuntan desde Zas, “el individualismo, el consumismo o la relajación social nos han llevado a un inquietante status quo”. Ante eso, en vez de quedarse quieto, sin hacer nada, a la espera de no se sabe qué, el artista quiere con esta pieza remover la conciencia del espectador, invitarle a reflexionar.

“Aunque pueda no parecerlo así al ver esta obra, soy un tío optimista”, sonríe Zirika. Por eso, entre las espinas, si uno se fija un poco, es posible ver pequeñas flores conocidas como siemprevivas (Helicrysum). Son esa llamada al futuro, a la esperanza, a la posibilidad de cambio. “Tenemos que ser capaces de llenar todo de flores” frente “a una sociedad que camina hacia el abismo pero sin hacer nada para remediarlo”. Esa es su propuesta.

Así lo explicará también esta tarde, en una inauguración abierta a toda aquella persona que quiera asistir y compartir un momento de encuentro con un Zirika que dice tener pudor a “llamarme artista político” aunque “lo que hago siempre es en el sentido del compromiso”, del posicionamiento, de la implicación creativa, social y política. Así lo hace siguiendo tres ejes fundamentales en su trayectoria: lo social, la naturaleza y el euskera.