Llega el momento de cerrar un proyecto de varios años en el que Euskadiko Orkestra ha involucrado a los compositores Mikel Chamizo, Mikel Urquiza, Joël Mérah y Teresa Catalán, sin perder de vista a la creadora gasteiztarra Zuriñe F. Gerenabarrena, que es la encargada de cerrar esta apuesta impulsada por el director Robert Treviño en torno al quinto centenario de la primera vuelta al mundo. Elkano: Mundubira musika bidelagun se despide acogiendo el estreno de Lorratz, que en el caso de Vitoria se podrá escuchar este viernes a partir de las 19.30 horas en un concierto en el que también se interpretará la Sinfonía nº8 de Anton Bruckner. Muy pocas, pero todavía quedan algunas entradas a la venta.

‘Lorratz’ se estrena esta semana aunque el encargo se realizó hace ya cuatro años. ¿Cómo vive llegar ahora al puerto?

Fue un encargo que cogí con mucha ilusión y con expectativas muy amplias. Me llegó con muchas ganas. Para cuando llegó la pandemia, la obra ya estaba escrita, pero es verdad que desde ese momento, todo el proyecto ha sido una especie de lucha por mantener a flote esa idea de llegar al concierto. Escuchar la obra por fin es para mí muy importante. Al final, ha pasado el tiempo y también cambia la expectativa de lo que esperas escuchar. El tiempo ha pasado para todos, también para mí, además de una manera muy especial por todo lo que nos ha pasado en los dos últimos años. Por eso estoy con este estreno muy expectante, quiero ver qué puede salir de estos conciertos.

Es una pieza que, según Euskadiko Orkestra, toma como referencia esa llegada de la Nao Victoria a Sanlucar de Barrameda para completar la primera vuelta al mundo. Pero en palabras de su propia creadora, ¿qué es ‘Lorratz’?

Para mí esa llegada a puerto tiene que ver también con la idea del viaje, de lo que espera encontrar quien parte, esa persona que durante el viaje vive en un torbellino en el que está expectante ante el vivir de cada día. Pero también me lleva a quien espera, que es un tiempo mucho más dilatado. Eso ha sido una especie de impulso, el pensar en el material de la obra con tiempos diferentes, con grupos de sonidos que se enfrentan, que chocan, y que a su vez pueden estar sosegados, calmados. Además está presente la idea del infinito, de esa vuelta al mundo que tenía que ser como afrontar una gran inmensidad en medio del océano. Son elementos que me han servido en el proceso.

Llega el momento del público. ¿Qué le gustaría que sintiese?

El público no tiene nada que hacer más que escuchar. Y creo que el público de hoy es mucho más abierto a recibir nuevas ideas, impulsos y otras músicas, más allá de que a unos les guste y a otros no. Esa escucha activa, ese qué ocurre aquí, qué siento yo, por qué se da esto, qué sentimientos me produce... es muy importante. Eso lo es todo, más allá de que a cada persona le guste más o menos. Solamente el acto de escuchar, ya para mí es muy importante que agradezco totalmente.

Es Zuriñe F. Gerenabarrena una creadora que el público puede asociar de manera rápida con una composición contemporánea que tiene mucho que ver con el uso de medios electrónicos, que parece lo más alejado de una orquesta sinfónica.

Bueno, los materiales que utiliza una compositora en un medio los puede traspasar a otro. En este caso hay muchas ideas que subyacen en la obra que vienen del mundo electrónico, que son la transformación del timbre, que es algo muy utilizado. La idea de la masa y cómo se transforma, el hecho de aunar frecuencias para encontrar sonidos diferentes, el impulso de buscar explosiones del sonido o de moverse en frecuencias ampliar o diferentes, son recursos que se utilizan en electrónica pero que a mí me sirven para traspasar esos dos mundos que mencionabas.

¿Cómo están siendo estos últimos días en los que ya solo quedan detalles por pulir?

Son días de expectación, por lo menos para mí. Para una compositora, la escucha del trabajo con los instrumentistas y con el director es primordial. Todo el tiempo que se use en eso, al final ayuda a la pieza. Así que son jornadas muy importantes en este sentido.