a kuadrilla en Euskadi define una sociología de país. Hay kuadrillas de txoko, de fútbol, de fábrica, de viejos compañeros de pupitre, kuadrilla del barrio... Somos kuadrilla, como somos familia. Cuando ETB anunció el estreno de En Kuadrilla pensé que, por fin, se atrevía a penetrar en estos microgrupos y valorar su influencia cultural. Pero no. El nuevo espacio, en directo, presentado por Klaudio Landa es un buen producto de entretenimiento para las noches de viernes, pero de título equívoco y equivocado. En realidad, es un reality de intimidades, de risas y lágrimas felices, de historias secretas, nada que ver con las kuadrillas para lo que se precisaría mayor ambición que la dispuesta en la nueva propuesta de Baleuko.
Es un formato de plató concebido para reencuentros entre familias distanciadas, parejas que se prometen boda, sorpresas ingenuas y agradecimientos tardíos, esas cosas que la mayoría de nosotros no exhibiría en la tele, porque somos reservados y defendemos la intimidad como la casa del padre. ¿La tesis era derribar el mito de los vascos emocionalmente blindados? No hacía falta el experimento. La globalización nos ha pulverizado. También en Japón, país de cerezos y sentimientos contenidos, se hacen programas de desborde de la privacidad. Y en la hierática Alemania. Viendo canales extranjeros se aprende de lo humano más que en mil viajes de Marco Polo.
Los secretos y la intimidad han fallecido, como saben Villajero y el CNI, con la inestimable ayuda de los jeques de las redes sociales. La aportación de En Kuadrilla es que los relatos de sus 8 invitados se hacen en comandita, reunidos ante Klaudio. Está bien, pero la única kuadrilla genuina que ha existido en ETB fue la de Josepo y sus colegas de Vaya semanita. Y sabemos que las kuadrillas, como los amores verdaderos, solo se disuelven con la muerte de alguno de sus integrantes. l