Es el momento de reencontrarse. Jairo Zavala y el escenario de Jimmy Jazz se reúnen de nuevo el sábado para compartir nuevas canciones y temas que ya son imprescindibles dentro de la trayectoria de un creador referencial para la escena estatal como es Depedro. Todavía queda alguna entrada disponible, pero mejor no esperar demasiado.

La última vez en Vitoria fue en 2019, dentro de la gira de 'Todo va a salir bien'. Nada se sabía entonces de lo que iba a pasar. ¿Cómo está siendo sobrevivir para un músico en medio de esta pandemia?

-De lo malo no te voy a hablar, porque ha sido horizontal, para todo el mundo. Te voy a hablar de lo bueno. En mi caso, me ha puesto un espejo en frente y he puesto en valor muchas cosas, me ha dado para la reflexión. A nivel creativo, una de las canciones del disco sí es pandémica, que es la que da título a todo el trabajo y que compuse a cara de pantalla con mi amigo Guille Galván. Pero todo el resto es prepandémico. Soy de los de ver el vaso medio lleno, de intentar ver soluciones.

Todavía se están dando los primeros conciertos con público de pie y aforos completos y hay dudas en algunos programadores sobre la reacción de la gente.

-Ya te respondo yo a eso. La gente tiene un cuchillo entre los dientes. ¡Preparaos, que vienen curvas pero gordas! (risas)

Vamos, que está notando que la energía está a tope.

-La gente habla de los 80. Yo si quieres te cuento cómo fueron los 90. Pues esto está así más o menos (risas).

Nuevo disco entre las manos ahora que no se escuchan los álbumes, ni en el orden establecido por el artista, ni...

-Para, para, para. No digas eso. ¡Hay gente que sí los escucha! Vamos a ser un poco optimistas, hombre (risas).

Pero no se siente un poco artesano de la vieja guardia.

-Igual que yo hay mucha gente. Todavía hay a quien le gusta cocinar, emplear el tiempo en una conversación con un amigo y dar paseos. Suena muy naif pero a mí esas cosas me hacen muy feliz. Igual son pequeños movimientos pero muy poderosos, como escuchar un disco entero. Es verdad, lo otro también existe. Son nuevas formas con las herramientas actuales. Yo también las uso. Imagina un friki de la música como yo, que de repente se pone a escuchar grupos de Mongolia. Antes no tenía esa opción y es maravilloso. Y como yo hay más gente. ¿Que hay más de la otra opción? Vale, pero no pasa nada. Que nos perdonen la vida a los que todavía nos gusta saborear los momentos.

Imagine a el o la oyente ideal. Cuando escuche los once temas de este álbum, ¿qué tiene que pasar?

-El disco a mí me emociona. He tardado casi cinco años en escribirlo por eso, porque hasta que no me han conmovido todas estas canciones no he sentido que tenían que formar parte del repertorio. Y espero que lo que he sentido le pase a la gente que lo escuche. Mis canciones son de fuego lento. Van creciendo. Le ha pasado a mi repertorio, que hay canciones que ni siquiera me pertenecen ya, que se las ha quedado el público. Ojalá pase eso.

Temas que si no se tocan en un concierto igual hay problemas.

-Me tiran al pilón (risas). Que nadie se preocupe, que el sábado las tocamos seguro. Además, si para la gente significan algo, para mí más, porque es maravilloso que algo así suceda con tu obra.

Es un álbum que justo acaba de salir pero está teniendo una muy buena aceptación en un contexto realmente complicado.

-Creo que este disco tiene algo más de músculo que otros y destila optimismo. Optimismo sin ser naif. Necesitaba ese color y creo que la gente está sensibilizada y le apetece eso.

Por cierto, un trabajo grabado en Andoain, en Garate Studios. ¿Por qué venirse desde Madrid para ello en esta situación?

-Porque soy de amigos y necesito estar con gente a la que quiero y admiro. Y Kaki Arkarazo es uno de mis referentes. Es un pedazo de profesional, sabe muy bien lo que hace.

Vuelta a la carretera con nuevo disco. Después de todo el camino ya recorrido, que es mucho, ¿cómo afrontar otra aventura sin repetir la fórmula, retándose a uno mismo, cómo motivarse?

-Cada concierto es diferente. Cinco minutos antes de cada actuación cierro el repertorio para que pasen cosas diferentes. Dejo espacio al vértigo. Soy una persona muy curiosa. Siempre quiero vestir el traje de aprendiz. Me parece aburridísimo claudicar y decir que ya lo sé todo. Eso sería la muerte para mí. No quiero llegar nunca a la meta. Si me dan el privilegio de poder seguir tocando, lo voy a aprovechar. Soy un disfrutón.