no de los males de nuestra época es la credulidad. La gente se lo traga todo. Estamos en una sociedad hiperinformada y bajo el efecto, muchas veces perverso, de las redes digitales, donde se confunde información con conocimiento. Cristiano Ronaldo en una rueda de prensa durante la Eurocopa rechazó las botellas de CocaCola (sponsor del torneo) y optó por el agua. Según algunos medios, el gesto del futbolista provocó la pérdida de 4.000 millones de dólares en la cotización bursátil de la refresquera. Así, con un par. El mundo entero dio por válida la relación entre ambos hechos, cuando fue una coincidencia y bien podría ese día haberse producido una devaluación o una subida espectacular de la marca. ¡Cómo nos gusta derribar y encumbrar ídolos y mitos!

En el fragor de la mentira, los ilusos aceptaron que el luso es un mecenas de la vida sana, en la que no cabe una bebida azucarada. ¿Acaso olvidan que uno de los patronos de Cristiano es una cadena de pollo frito, comida no muy saludable; y que respalda con su imagen una casa de juegos digitales? Cosas que hay que saber para no ser memo: CocaCola no patrocina a deportistas, sino grandes eventos, entre ellos la Eurocopa y los Juegos Olímpicos. Si Ronaldo tuviera esa marca en sus contratos se habría bebido en el acto todos los botellines que se producen en la robotizada planta de Galdakao. Es el dinero, amigo, lo que mueve al portugués y no la salud pública. Es de dietas, no de dieta.

Hay una gran diferencia entre un icono de más de un siglo y un famoso perecedero. El icono no se jubila y seguirá en la cúspide cuando el deportista críe malvas. Le guste o no, CocaCola es un mito y la preferencia de millones de personas. A Ronaldo le olvidaremos, con sus goles y carácter desabrido. Y la bebida que desprecia continuará siendo, mal que le pese, la chispa de la vida.