A pesar de que la pandemia ha trastocado los habituales ritmos del ya veterano certamen de fotografía y vídeo dirigido a los jóvenes creadores locales Gazte Klik Klak, su última edición pone ahora el ansiado broche con la apertura, en la sala Amárica, de la muestra colectiva Tetrapack. El poder producir una exposición de carácter profesional y hacer ese camino con el asesoramiento y comisariado de artistas asentados ha sido desde el principio el premio fundamental de esta iniciativa y es justo lo que en estos últimos meses han vivido Asier Corredera, Maitane Campos, María Fariñas y Liam McDonnell. El resultado se puede compartir desde mañana hasta el 27 de junio.

Aunque la propuesta, sostenida por Diputación y Ayuntamiento de Gasteiz, ha mantenido la estructura de otras ocasiones, esta vez el equipo formado por Sara Berasaluce y Alazne Payueta, que han contado como comisaria adjunta con Yone Estívariz, ha introducido algunos detalles novedosos. Por ejemplo, esta vez Tetrapack Eso sí, el término no se entiende como una frontera o un límite a la hora de crear, sino como un sustrato común para cuatro proyectos que, por cierto, se presentan sin título en tres de los casos.

"Ha sido un proceso muy orgánico", destaca McDonnell a la hora de definir la senda recorrida junto a Fariñas, Campos y Corredera desde que los cuatro expusiesen las obras con las que ganaron Gazte Klik Klak en ARTgia, junto a las piezas finalistas. De eso no hace tanto tiempo, así que la agenda se ha apretado para llegar ahora a Amárica con sus nuevas propuestas, mientras que en paralelo se han desarrollado diferentes charlas sobre fotografía en Artium como complemento al certamen, pensando también en otros jóvenes creadores y en el público en general. Ese ha sido otro de los detalles novedosos introducidos por Berasaluce, Payueta y Estívariz.

Pero esa mochila que se ha ido llenando es ahora pasado. El presente es lo que se comparte con los espectadores en Amárica. Sin perder de vista esa idea del impulso, de qué mueve a cada persona, Campos juega con distintos planos de intimidad, física y metafórica, para hablar del amor hacia uno mismo, de la necesidad de "quererse". Una especie de plástico semi-transparente cuelga desde el techo para generar, sin cerrar nada, un espacio personal, también para el visitante, en el que la fotógrafa retrata la piel, su piel, en un lugar que a ella le relaja de manera especial, la playa.

No lejos, fotografía y vídeo le sirven a McDonnell para establecer un discurso abierto y en proceso sobre las "emociones", las propias y las ajenas, sobre cómo expresarlas, sobre todo en el contacto físico con el otro, algo que no deja de ser paradójico en estos tiempos de distancias y mascarillas. Sin necesidad de contar una historia, el artista narra y lo hace para invitar al espectador a sentir sus particulares impresiones.

Sobre perchas sitúa Fariñas buena parte de las fotografías que conforman su proyecto, un viaje por las inseguridades de cada persona, a las que se alude a través de la ropa, de prendas que según van desapareciendo dejan ver ese diario íntimo que cada uno va escribiendo desde su complejidad, sus fortalezas y vulnerabilidades, desde sus contradicciones, complejos y experiencias.

Es Corredera, aunque no deja de ser un detalle, el único de los cuatro que se sirve de un título para presentar un trabajo en el que el deporte urbano parkour es la herramienta que usa para hablar de lo esencial y del proceso. Detrás del salto también une fotografía y audiovisual para situar al visitante en el instante previo, en la preparación anterior, en lo que no es casual sino que es trabajo y previsión.

Las cuatro obras conviven ahora en Amárica, lo hacen ofreciendo "un toque fresco, también en la apariencia de la muestra", como explica Estívariz. Tanto ella como Berasaluce y Payueta saben bien de la importancia de estos concursos. No hace tanto ellas fueron participantes. Ahora son maestras.