- Atauri Art no se rindió este año. Sacando imaginación y ganas frente a la adversidad, los organizadores se adaptaron a lo que pedía el momento, pero no renunciaron a celebrar la novena edición de este evento cultural que fue seguido por tantas personas como lo permitía el aforo de los diferentes lugares en los que se desarrolló este evento. Por esa razón, para el representante de los organizadores, Xabier Oribe, "el balance es positivo. Con todas las pegas que hubo desde el principio con el coronavirus, al final estamos contentos por el resultado de grupos que han venido y de asistentes".
Atauri Art es un festival de clown-circo y teatro de calle centrado en el humor que se inició en Atauri, en septiembre de 2012 con el objetivo de impulsar que, al final del periodo vacacional estival, ese pueblo se convirtiera en un foco de actividad cultural en la Montaña Alavesa y en Álava, con variadas y novedosas propuestas de teatro de calle, clown y circo para todos los públicos.
Este festival está organizado por Arratiandi Kultur Elkartea y Bapatean y cuenta con la colaboración de la Junta Administrativa de Atauri y la de Korres y el Ayuntamiento de Maeztu, así como la Diputación Foral de Álava y la implicación y el compromiso de empresas y comercios de la comarca.
Para celebrar esta edición "hemos tenido que hacer de todo, desde cambiar el formato, ya que hasta el año pasado hacíamos lo que son dos fines de semana en septiembre y luego lo alargábamos durante el otoño, en octubre y noviembre, para poder alargar el teatro y la cultura en el tiempo de otoño. Pero este año ha sido inviable: cambiamos el lugar donde se celebraba, en Atauri, y luego nos desplazábamos a dos o tres pueblos pequeñitos. Éste sí se ha hecho algo en los pueblos, microteatro, a los que llevamos tres pases en otros tres pueblos, Atauri, Sabando y Korres". Aquello fue el "pistoletazo de salida".
Explica que los tres pases, el mismo en las tres localidades, fue el espectáculo Señor canino, del grupo Mono Habitado. Hubo aforos completos, pero la organización prefirió no hacer demasiada promoción, porque de lo contrario se hubieran producido aglomeraciones y enfados y se acordó que esas representaciones fueran para la gente de la localidad, ya que los locales donde se desarrollaron no admitían más que una veintena o una treintena de personas.
El siguiente cambio fue el que afectó al siguiente fin de semana, 11 al 13 de septiembre, días en los que se concentraron las representaciones de la tercera edición de Atauri Art. Siempre se había celebrado en Atauri, pero en esta ocasión se decidió trasladarlo a las instalaciones de las piscinas de Arraia-Maeztu "porque veíamos que era la única posibilidad. O se hacía allí o no se hacía, ya que en Atauri era inviable por lo pequeño que es el frontón y era complicado guardar las distancias de seguridad". El Ayuntamiento dio todos los permisos y "esa fue una de las razones por las que salió tan bien esta edición, por el lugar". El tope que se fijaron para garantizar la seguridad de los espectadores y artistas fue de 150 personas. Esto les ocasionó más gastos, porque hubo que alquilar más sillas y una plataforma para las actuaciones, pero eso sirvió para que se llenara en todas las representaciones.
Ese, precisamente, era otro de los cambios, las entradas. Las invitaciones son gratuitas y la asistencia es libre, pero este año había que vigilar la seguridad y la organización tuvo que devanarse los sesos para establecer criterios de acceso. Para lograrlo, las invitaciones se gestionaron a través de la plataforma Entradium, porque aunque nunca fue necesario reservar, este año sí lo era. Las 150 entradas estaban organizadas en cuatro grupos: las individuales, familiares de tres personas, las de cuatro y las de grupo de cinco personas. "Nos parecía un poco frío el tema de que fuera una familia de cuatro personas y se tuvieran que sentar separados y distanciados, cuando en sus casas están todos juntos. Por eso se nos ocurrió hacer lo de las unidades convivenciales". Para todos ellos hubo comodidad y garantías sanitarias, ya que antes de los espectáculos se reorganizaban las sillas según las unidades que hubieran reservado, y se limpiaban todas las sillas. Terminado el evento, se volvían a limpiar todas las sillas. "Como organización ha sido una locura, pero ha merecido la pena", comenta Xabier Oribe.
Comenta el organizador que todos los grupos del festival "representaron la calidad más alta y además eran todos de Álava". El festival en sí comenzó el viernes con la obra ¡Qué buen día!, de Maite Guevara, artista -por cierto- que protagonizó la primera de las actuaciones de este evento anual hace nueve años. Fue un espectáculo "de mucho humor y la gente salió encantada".
Al día siguiente, el sábado, se inició la jornada con Ixabel Agirresarobe, con un cuentacuentos. Estaba destinado, especialmente, a los más pequeños y acudieron casi medio centenar que se instalaron en un pequeño bosquecillo que hay al lado de las piscinas, con lo que se protegieron del intenso calor de la jornada. Le siguió el espectáculo de TwoMuch En plástic, un estreno de este gazteizarra que ha estado estudiando en Londres, en una escuela de circo, y que se volvía a presentar al público precisamente en Atauri Art. Mostró juegos malabares, actuó con materiales de plástico haciendo un llamamiento al reciclaje. "Lo peor de aquel día fue el calor que hizo, pero el artista aguantó muy bien".
Por la tarde, el sábado, estuvieron los de Bapateanzirko, "la otra pata de Atauri Art junto con Arratiandi Kultur Elkartea. Fue un espectáculo genial, Adabaki, nuevo este año, aunque llegaron a Maeztu con él muy rodado, porque lo han representado varias veces este verano".
La última jornada fue el domingo, que comenzó con un concierto de un grupo local de Maeztu, Magufada, que se estrenaban precisamente ese día con su primer concierto. Y se terminó con la actuación de Ortzi Acosta y su espectáculo Nam a base de juegos malabares y acrobacias aéreas, diseñado especialmente para poderlo representar durante el confinamiento.
Realizar el festival ha vuelto a resultar un ejercicio de querer hacer bien las cosas con un presupuesto más que ajustado. Las entradas no se cobraban, pero todos los grupos y artistas han podido percibir un apoyo económico, gracias a la ayuda que han prestado las instituciones a empresas locales y gente voluntaria. La Diputación Foral ayuda desde el año pasado con una pequeña cantidad asignada, que se espera que siga al año que viene. También aporta otra cantidad el Ayuntamiento y a ellos se suman las juntas administrativas de Atauri, Korres, de una asociación cultural de Azaceta, la panadería Mendialdeko Ogia y sukaldari. Este ha sido otro cambio, porque hasta ahora, el viernes anterior a la celebración de Atauri Art, vendimiamos pizzas que nos cedía Mendialdeko Ogia, y el sábado, sukaldari, que son dos cocineros de Maeztu, vendían hamburguesas para ayudarnos. Como este año no se podía hacer la venta de productos alimenticios nos han ayudado económicamente. Además, hace unos días prepararon entre los dos una gran paella "para llevar", siempre bajo pedidos, para respetar las medidas de seguridad.
Otra de las patas de la financiación son los bonos que se venden al precio de 10 y 20 euros y que facilita que la gente que quiere puede colaborar con el mantenimiento del festival. "Con un poco de todo vas sacando dinero y seguimos", señala Oribe.
Ese respaldo al certamen es el que da fuerza a los organizadores, que ya piensa en la edición del año que viene. "Es el décimo aniversario y queremos preparar algo especial, aunque todavía no podemos adelantar nada".
Como resumen, Xabier Oribe destaca que "ha habido muchas dificultades, pero todo ha salido muy bien. Hacíamos las entradas al recinto por un sitio, todos entraban de uno en uno, guardando las distancias y en la zona había una persona que indicaba a cada espectador dónde tenía su sitio. Durante el espectáculo nadie se podía levantar y cuando terminaba todos permanecían en su sitio, hasta que una persona de la organización indicaba que se podía salir, por otra zona diferente a la de entrada".
Pero lo más importante es que "todo esto demuestra que si se quiere, se puede hacer. En esta época que está viviendo la cultura y que tantos problemas se les está poniendo a todas las actividades culturales, que igual es lo primero que se intenta cancelar. Creo que hemos demostrado que, si se quiere, como nosotros o Araia y otras actividades que se están haciendo, se puede, siempre que haya ganas y aunque tengas que trabajar más.
"En la organización hemos tenido que hacer de todo para poder alargar el teatro y la cultura en el tiempo de otoño"
El Ayuntamiento dio todos los permisos y "esa fue una de las razones por las que salió tan bien esta edición, por el lugar"