a última vez fue el 10 de marzo. Desde entonces, el interior del centenario Principal ha permanecido en silencio, esperando poder volver a reencontrarse con el público, con quienes hacen que todo lo que sucede dentro de sus veteranas paredes cobre sentido. Por supuesto que a lo largo de estos meses se ha seguido trabajando en su interior tanto en la parte técnica como de gestión, pero es larga la lista de representaciones, conciertos y propuestas que se han quedado por el camino a causa de la aparición del covid-19.

Tras aquel 10 de marzo, dos días después tenía que haber actuado en las tablas de la calle San Prudencio Ruper Ordorika. Pero el coronavirus se empeñó en imponer su particular lógica. Por eso ayer, el Principal quiso cerrar el paréntesis con el mismo protagonista y su música. Lo hizo, eso sí, adaptándose a la llamada nueva normalidad. Es decir, con un aforo reducido a 492 butacas -quedaron algunas libres- y manteniendo de manera escrupulosa todas las medidas de seguridad e higiene que están marcadas en estos momentos. Pero más allá de las circunstancias, el teatro y los espectadores pudieron volver a reunirse, lo que ya es un triunfo en sí mismo. Y no va a ser el único este verano.