No por estar circunscrito a la publicación en prensa y a una escasa atención por parte del lector el periodismo literario es un género menor. De hecho, hay críticos que afirman que la prosa más exquisita que podemos leer hoy en día, más que en la novela tradicional, se encuentra en periódicos y revistas.

Son muchas las editoriales que publican en la actualidad textos de este género, en especial de autores hispanoamericanos. El sello Libros del Asteroide, por ejemplo, acaba de recuperar una obra canónica y fundacional como Operación masacre, de Rodolfo Walsh, además de una selección de artículos de la australiana Helen Garner. Si ambos títulos son imprescindibles para entender la literatura periodística, no lo es menos Teoría de la gravedad, la recopilación de columnas de prensa que ha compuesto los últimos años Leila Guerriero.

La escritora argentina tiene todos los atributos de los grandes periodistas: una manera particular de ver el mundo y un estilo propio para contarlo. Sus crónicas poseen enfoque crítico y rigor documental, y están construidas con una sencillez (muy difícil de alcanzar) que es fruto del trabajo constante y una insaciable curiosidad. Artesana de una narrativa precisa y transparente, y consciente de que la superficialidad es siempre un defecto en un escritor, parece seguir la máxima de Alejandra Pizarnik que dice: solo quiero ir hasta el fondo de las cosas.

En Teoría de la gravedad, al contrario que sucede en sus reportajes, la escritora vuelve la mirada a su interior, a su pasado, ya que la mayoría de las columnas aluden a recuerdos personales, a lecturas y a la vida cotidiana. Su carácter autobiográfico, sin embargo, no las hace exclusivas ni excluyentes, porque Leila Guerriero -como los grandes poetas- sabe transformar lo particular en universal.

Como la mejor poesía, la prosa de la sudamericana tiene la virtud de la contención y la inmediatez, pero también una combinación de música y matemática que imprime a sus palabras una cadencia extraordinaria. Y es que además de vivencias y lecciones vitales, hay mucha lírica en estas páginas; no solo porque algunas concluyan con una cita o un fragmento de poema, sino por la variedad de recursos estilísticos que maneja la autora.

A medida que leemos los artículos -auténticos microrrelatos que podrían conformar una novela- observamos lo estratégicamente situados que están dentro del conjunto. Si los primeros abundan en recuerdos familiares y anécdotas adolescentes, el cuerpo central lo integran una serie de composiciones que abordan los conflictos de pareja. Finalmente, los últimos textos son un homenaje a sus maestros: Piglia, Pavese, Clarice Lispector.

Dice Pedro Mairal en el prólogo que la literatura de Leila Guerriero nos ayuda a soportar las incertidumbres y las dudas existenciales. Este hermoso libro ya nuestro, con su mapa de alegrías y tristezas, de placeres y frustraciones, nos recuerda -ella lo dice- que siempre estamos solos, pero nunca abandonados.