Vitoria - Tras pasar por la calle Coronación sólo quedarán dos encuentros más con el público: el sábado en Huesca y el 21 en Madrid. Así que la ocasión se presenta como imprescindible. El concierto, que abrirá Federico Salvati, se producirá el viernes en una sala Jimmy Jazz que se pondrá en marcha a las 21.00 horas con las entradas disponibles por 13 euros en anticipada y 16 en taquilla. Será el momento de volver por segunda vez a una Vitoria que Carmen Boza visitó con su primer trabajo hace ya unos años dentro de la convocatoria Girando Por Salas.
Se termina una gira, lo cual suele suponer algo de alegría por poder centrarse en lo próximo, y un tanto de tristeza por cerrar un camino como el de ‘La caja negra’. ¿Cómo lo vive?
-Es una mezcla de ambas cosas, pero si te soy sincera, es la primera vez que de manera consciente me enfrento a este concepto de fin de gira. El hecho de verlo como un final lleva implícito el tener conciencia de que estás profesionalizando tu carrera en la música, de que las cosas están planificadas. Antes, y es algo común a todos los músicos, yo simplemente vivía (risas). Así que estos tres conciertos que me quedan son muy especiales, a lo que se añade que el promotor que me lleva a Vitoria es el padre de una muy buena amiga mía, alguien a quien tengo mucho cariño, y es otro aliciente para mí. Va a ser emocionante. Pero sí, como decía, me da un poco de pena el final y al mismo tiempo mucha satisfacción, porque significa que he llegado hasta aquí después de muchos años en gira constante. Dicen que en el último kilómetro de la maratón es en el que más gente abandona. Yo lo estoy corriendo con mucha ilusión y sin ninguna pretensión de dejarlo.
De componer no para, así que ¿en 2020 habrá nuevo disco o cómo lo tiene planteado, igual quiere frenar un poco?
-Freno no le pongo a nada. Si te dedicas a esto con todo, sabes que es lo único que quieres y puedes hacer. No compongo para no perder el tren, lo que pasa es que hacer canciones es mi modo de vivir. No puedo no estar componiendo de manera constante. Otra cosa es que como artista considere, en un momento dado, que tengo una serie de canciones que quiero agrupar en un conjunto que me parece interesante como obra. ¿Eso va a pasar en 2020? No lo sé. Sí sé que voy a publicar música porque hay muchas cosas que tengo hechas y están deseando que les de un poco el aire. Las canciones no lo son hasta que no llegan a oídos ajenos, hasta que la gente no las hace suyas.
Puede pensar alguien que una propuesta musical como la suya tiene un encaje algo más complicado en una sala de conciertos al uso, con la gente de pie y esas cosas. ¿Le condiciona el lugar?
-Entiendo lo que dices, pero si te digo la verdad, creo que a veces es más complicado enfrentarme a un público que está sentado, esperando. De todas formas, a tu pregunta, no me condiciona si la gente está de pie o sentada porque confío en la potencia que tienen las canciones para emocionar. Lo importante es conseguir atrapar a la gente con la musicalidad con la que una envuelve esos textos y con la energía que eres capaz de generar en el escenario. Es verdad que mi música se disfruta mucho en la calma pero precisamente con La caja negra se ha marcado una diferencia con respecto a lo anterior. Es un disco más groovero, tiene una carga rítmica mucho más potente. Es que en esta gira, en los conciertos la gente baila (risas). Es algo que nunca me hubiera imaginado. Hay más energía de movimiento y eso lo percibo en las actuaciones.
En un momento en el que en la música con más tirón comercial cada vez se le dan más patadas a las letras, figuras como la suya parecen estar fuera de todo. ¿Se siente una ‘rara avis’, que va por su propio camino?
-Me siento en mi propio camino porque es el único que me interesa transitar. Lo que tengo claro es que hay mucha gente que ha escrito muchas cosas que me inspiran. En parte, eso que dices de las patadas a las letras, viene dado por no prestar atención a lo que se ha escrito antes, por no conocer lo que se ha hecho ya, por no saber cómo se han expresado determinadas preocupaciones, sentimientos y temas universales, por no adentrarse en lo que han creado quienes han dedicado su talento y su vida a estas cuestiones. Yo, en este sentido, no me considero ni mejor ni peor que nadie. Lo que sí busco es poner mucho mimo en la manera de tratar las palabras porque son el vehículo de las ideas. A las canciones las sustentan la música y el texto e igual que intento conseguir un groove estupendo y paso horas encontrando el patrón rítmico que tiene que acompañar, sé que el texto tiene que estar igual o más trabajado. Al final, a lo que aspiro es a que las cosas que digo no caigan en saco roto. Espero que la gente, a través de la música, pueda prestar atención a las palabras y ellas tengan un efecto demoledor. Lo digo en los conciertos: espero que la gente, después de haberme escuchado cantando ciertas cosas, se vaya a su casa un poco distinta. Es lo que aspiro a conseguir, que la gente se sienta un poco más comprendida, un poco más acompañada en esos pensamientos que a veces tenemos pero están silenciados porque son oscuros o transitan sitios de ansiedad, de incomprensión, de dudas que no se nos permiten tener en este mundo de risa y apariencia.
Estamos en el final de año y, si me permite la tontería, ¿qué le pide a 2020?
-Soy muy poco caprichosa (risas). Me gustaría empezar a conseguir, de alguna manera, acomodar mi vida para que pueda crecer la sabiduría. Estoy intentando generar hábitos emocionales y dentro de mi día a día para conectarme conmigo misma. Este mundo se está volviendo muy metálico, aséptico, y estamos decantando nuestra parte humana, emocional, espiritual para convertirnos casi en máquinas. Es un miedo que tengo y no quiero que me suceda. Así que en 2020 me gustaría ser un poco más débil, más humana, dejar que las cosas me afecten más, y, desde luego, ser más humilde. Y me gustaría que esto nos pasase a todos, por lo menos un poco. Nos hace falta.