Vitoria - Sucede en la música, en el teatro, en la literatura... hay expresiones, técnicas o géneros que, por lo general, se consideran menores y, por lo tanto, son denostados, tratados como inferiores, menospreciados. En muchas ocasiones, el prejuicio, en realidad, tiene que ver más con una pose mantenida en el tiempo y aceptada por la mayoría sin que nadie recuerde muy bien los fundamentos de ese tratamiento un tanto despectivo que con otra cosa. El bodegón es un ejemplo. No siempre ha sido así, pero en varios momentos de la historia del arte hay quien incluso lo ha tomado como un mero ejercicio para aprender y practicar.
Frente a ideas preconcebidas, que también son un peligro cuando tienen sentido contrario, Bodegones en el arte pretende alcanzar dos objetivos sencillos: por un lado, poner la mirada en la producción de significados artistas, sobre todo, del siglo XX; por otro, utilizarlos para ver la evolución y relevancia del género. Es el público que hasta el 17 de septiembre pase por la sala Fundación Vital el que deberá decidir si la muestra, comisariada por María Toral y Marisa Oropesa, cumple con ambas metas.
Dos obras flamencas del siglo XVII son las que abren un recorrido que luego se centra sobre todo en el siglo XX, aunque también hay piezas del XIX y, por supuesto, de este XXI iniciado hace década y media. En total, son 60 las obras de 49 creadores las que conforman una muestra que ha sido posible gracias a la aportaciones de colecciones tanto públicas (como la del Museo de Bellas Artes de Álava) como privadas. Pablo Picasso, Juan Gris, Menchu Gal, Fernando Botero, Antonio López, Eduardo Úrculo, Miquel Barceló, Pablo Genovés, Benito Barrueta, Juan de Echevarría, Valentín de Zubiaurre, Gustavo de Maeztu... son sólo algunos de los artistas que se encuentran en la senda que propone esta exposición.
Aunque la pintura es la técnica más habitual, en el recorrido también hay ejemplos del género a través de la escultura y la fotografía, piezas que sirven para ver cómo ha ido evolucionando, sobre todo en el siglo XX, una forma de hacer cuyos orígenes se pueden rastrear en el antiguo Egipto. “No se puede dejar de lado al bodegón y esta exposición es un buen ejemplo de ello”, apuntan las comisarias.
Según explican las responsables de esta producción, el bodegón como se conoce hoy empezó a cobrar importancia como una temática independiente en los Países Bajos en el siglo XVII. “La tendencia anterior de aparecer en obras de otros géneros se rompe por fin cuando la poderosa burguesía del norte de Europa reclama pinturas de carácter decorativo, aptas para ornamentar los salones y las estancias de sus hogares. Mientras que en el resto de países europeos los encargos de obras de arte son oficiales, en los Países Bajos la mayor parte de las pinturas se realizan para ser vendidas directamente en el mercado. Por este motivo, los pintores flamencos se especializan en cada género (retratos, paisajes, bodegones) e, incluso, se crean distintos tipos de bodegones, surgiendo, por ejemplo, las escenas de cocina o las de mercado”.
A partir de ese momento “se produjo un fuerte desarrollo del bodegón barroco y creció el número de pintores que se afanan en representar una múltiple variedad de frutas, alimentos, flores y objetos cotidianos pintados con gran naturalismo, sin dejar de pintar igualmente bronces, vidrios y objetos de platería que complementaban la composición”.
Con todo, la muestra se centra en lo sucedido en el siglo XX, en el encuentro que el bodegón tiene con las vanguardias, para empezar con el cubismo, que las comisarias destacan de manera especial. “Supuso volver a darle importancia”.