Su carrera se desarrolló principalmente en Italia, donde fue contratado por los más importantes teatros de aquel país: San Carlo de Nápoles, Regio de Parma, Costanzi de Roma, L’Arena de Verona, Comunale de Bolonia, Regio de Turín, etc. y sobre todo por La Scala de Milán, donde debutó en 1925, actuando allí durante 7 temporadas y representando los principales papeles de los héroes wagnerianos, bajo la batuta de prestigiosos directores de orquesta como Héctor Panizza, Siegfried Wagner (hijo del genio), Arturo Toscanini, Victor de Sabata, etc? convirtiéndose en el más aclamado tenor wagneriano de aquel país y uno de los mejor remunerados. Tan afamado en el extranjero como desconocido en su propia tierra.
Durante la Guerra Civil española, Isidoro Fagoaga se encontraba en Italia. No era su primera experiencia en un conflicto bélico: comenzada la I Guerra Mundial se hallaba estudiando canto en el Conservatorio de Parma, estudios que tuvo que abandonar al convertirse aquellos locales en un Hospital de sangre, lugar donde los soldados se recuperan de sus heridas para ser trasladados de nuevo al campo de batalla. Esto le obligó a regresar a Bera y a dedicarse a escribir en el semanario comarcal El Bidasoa, retomando poco después su carrera, al comenzar a cantar con el Orfeón Pamplonés (le nombraron socio honorario) y al recibir clases de canto en la academia de Luis Iribarne de Madrid, con la ayuda de una beca que le concedió la Diputación de Navarra. Allí debuta en 1919 con Sansón y Dalila en el Gran Teatro, hoy sede del Consejo General del Poder Judicial. Al año siguiente estrenará Amaya de Jesús Guridi, en Bilbao y después las wagnerianas Parsifal y La Walkyria con la Sinfónica de Madrid y el maestro Arbós por capitales españolas y portuguesas. Fue el comienzo de una carrera llena de clamorosos éxitos que fue truncada por la fratricida guerra española.
Y llegó la guerra Al comienzo de la sublevación militar en España, en julio de 1936, Fagoaga está regresando de Italia a su pueblo natal, pero al hacérsele imposible atravesar la frontera por Hendaia, permanece durante unas semanas en Biarritz, en casa de unos familiares. Poco después cae gravemente enfermo al contraer unas fiebres tifoideas, viéndose en la imperiosa necesidad de pasar a Bera para ser atendido por los suyos.
Durante aquella horrible convalecencia, en la que los nacionales y requetés han ocupado rápidamente toda Navarra, padece días angustiosos y desesperados al escuchar, durante la madrugada, los tiroteos procedentes de los fusilamientos que tienen lugar en la cercana cantera de Bera, aquellos oscuros meses de septiembre y octubre de 1936. Él mismo es requerido por la Guardia Civil a acompañarles, impidiéndolo su lamentable estado de salud, lo que aprovecha para hacer unas gestiones con amigos influyentes y escapar rápidamente a Francia.
De vuelta a Italia en 1937, retoma las que, a la postre, serán también sus últimas representaciones operísticas, finalizando con ellas, inesperadamente, su carrera artística. Alarmantes noticias llegan de la Guerra Civil que se está librando en España y que se publican en los principales diarios del país. Noticias que cambiarán el rumbo de su vida: el 26 de abril Gernika es bombardeada -uno de los primeros bombardeos aéreos de la historia efectuado sobre población civil- por la aviación alemana e italiana, dejando arrasada casi en su totalidad una ciudad de escaso interés estratégico o militar. En un principio los sublevados atribuyeron la destrucción de la ciudad a los republicanos, como había sucedido en Eibar e Irun, pero pronto se reveló al mundo la realidad de los hechos, debido a la presencia en Bilbao de varios periodistas ingleses de importancia como George Steer (The Times).
Gernika El bombardeo de Gernika fue la gota que colmó el vaso. Fue tal su conmoción, impactó de tal forma semejante acto de barbarie en la sensible personalidad de Fagoaga que, herido en lo más profundo de su patriotismo vasco y estando todavía en plenas facultades vocales y escénicas, decide silenciarse y dejar de cantar para un país que colabora con los sublevados, y se exilia junto a otros refugiados vascos que escapan de la persecución franquista.
Situado en San Juan de Luz, se entregará desde entonces a su otra gran pasión, la literatura, a la que dedicará el resto de su vida.
En mayo de 1940, junto con otros muchos refugiados vascos, es detenido por las autoridades francesas, y recluido en el Campo de Concentración de Gurs (Bearn), de donde es liberado al cabo de un mes, tras vivir en unas condiciones inhumanas. Al regresar a San Juan de Luz se encuentra con su casa saqueada.
Durante aquellos duros años de la posguerra española y la Francia ocupada por los nazis, Fagoaga tuvo la deferencia de impartir clases de canto a un joven austríaco llamado Hubert Grabner (1912-1983), que era por entonces un soldado del ejército alemán y que años más tarde debutó en el Festival de Salzburgo.
Terminada la gran guerra se integra en la vida cultural de Iparralde y participa en todo tipo de celebraciones, actos reivindicativos y conferencias, como las que imparte en la Universidad de La Sorbona de París, Museo Vasco de Baiona, etcétera.
Literatura y exilio Además de las biografías dedicadas a la familia lapurdina Garat (Pierre y Dominique), que serán publicadas por la editorial Ekin de Buenos Aires, se incorpora en 1945 y refunda tres años más tarde la revista cultural de carácter humanista Gernika, una de las más interesantes experiencias editoriales del exilio vasco en el campo del pensamiento y de la defensa de los valores espirituales del Pueblo Vasco y de la cual fue redactor, principal impulsor y soporte financiero hasta su desaparición en 1953, en Argentina. Fueron 25 los números publicados, escritos en castellano, francés y euskera, en la que participaron destacados intelectuales del momento. Su coste económico, las dificultades de su difusión en Egoalde y también la no aceptación del proyecto por parte del sector más tradicionalista del PNV, que veían con malos ojos esta nueva visión universalista de Euskal Herria, basada en un sentimiento humanitario, ajeno a todo resentimiento, odio o resquemor hacia lo que había sucedido durante la guerra y alejada de cualquier banderismo, decidieron su extinción.
Años más tarde se exilia a Argentina, dedicándose a impartir conferencias, programas de radio y a colaborar con decenas de artículos en el suplemento dominical del diario La Prensa de Buenos Aires, artículos cuyo tema común está entregado, como su propia vida, a la música (en varios de ellos contando anécdotas de su experiencia artística anterior) y a la literatura, vinculándolos en muchas ocasiones con su relación al País Vasco. La gran mayoría de ellos, agrupados por su coincidencia en temas comunes, tomarán previo los consiguientes retoques y desarrollos, forma de capítulo en los posteriores cuatro libros que irán apareciendo en la otra orilla del atlántico.
El regreso En febrero de 1964, durante la última etapa del franquismo, regresa a Euskal Herria, eligiendo la ciudad de San Sebastián como lugar de residencia hasta el final de sus días. Aquí editará sus últimos libros a la vez que sigue dedicándose a escribir para el citado periódico porteño y “El Diario Vasco”. Imparte conferencias sobre temas diversos y recibe homenajes de algunas entidades con las que colabora, (Socio Supernumerario de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, Socio de Mérito del Círculo Cultural y Ateneo Guipuzcoano). A pesar de gozar de cierta popularidad por su glorioso pasado como cantante y escritor, tras su muerte en 1976, su recuerdo es rápidamente olvidado por aquella convulsa y revuelta sociedad vasca del posfranquismo, y si su pensamiento independiente y libre del cualquier signo político, le hicieron sufrir en un principio el ostracismo de un régimen dictatorial con el que no comulgaba, la llegada de la España de las Autonomías y en concreto la vasca y la Foral de Navarra, tampoco supieron encontrar en él motivos de particular rendimiento político, por mucho que demostrara con hechos y artículos un inmenso amor a la tierra que le vio nacer. Habría quedado relegada su figura a la de casi un total desconocido en Navarra, incluso en su mismo pueblo natal donde apenas queda vestigio de su existencia, de no ser porque alguien tuvo la acertada idea de honrar su memoria denominando a la Escuela Municipal de Música de Bera, Isidoro Fagoaga Udal Musika Eskola.
el legado A consecuencia del hallazgo del legado de Isidoro Fagoaga en la casa familiar de Irurita (Baztan), guardado dentro de sus baúles, en el que aparecieron vestuario utilizado en las representaciones operísticas, caja de maquillaje, cientos de fotografías, cartas, críticas de sus actuaciones, borradores de sus artículos, conferencias, etc?, el investigador eibarrés German Ereña Mínguez ha examinado y clasificado durante varios años todo este material y ha confeccionado una amplia y exhaustiva biografía sobre el escritor-cantante que está pendiente de editar.
La familia Fagoaga, propietaria de este gran legado de objetos personales del artista, ha puesto a disposición de una Comisión de trabajo de Bera coordinada por Lupe Mendigutxia, gran parte de ese material, y será pieza principal de la exposición que tendrá lugar en la Kultur Etxea de esta localidad durante abril y mayo y que lleva por título Isidoro Fagoaga, ba da tenorea.
Por todo lo mencionado anteriormente, la Herriko Etxea de Bera -en colaboración con distintos colectivos del municipio coordinados por Lupe Mendigutxia, la familia de Isidoro Fagoaga residente en Bera e Irurita y la implicación del investigador antes mencionado-- ha elaborado un extenso programa a desarrollar a lo largo de este año 2017, (conciertos, conferencias, colocación de una placa en su casa natal, etc?), cercanos todavía los 40 años de su muerte y coincidiendo con el 80 aniversario de aquel bombardeo que hizo silenciar al tenor.