Por un momento, caminar por las salas Norte y Sur de Artium supone hacer un viaje en el tiempo a principios de este siglo, cuando el edificio diseñado por José Luis Catón se estaba terminando de convertir en realidad pero todavía estaba vacío. “Es la primera vez en 14 años que veo estos espacios así desde que se terminó la obra”, apunta, mientras camina por parte de los 3.000 metros cuadrados que están en pleno proceso de cambio. “Hemos tardado mucho menos de lo que pensaba en hacer la demolición”, explica el arquitecto, que tiene claro que, como estaba previsto, todo el proceso va a estar terminado en marzo.

Aunque entiende que desde el Servicio Foral de Arquitectura “si fuéramos a poner un orden de prelación de las necesidades que tienen los edificios provinciales, probablemente esta actuación no hubiera estado en el número uno”, Catón describe que el resultado final terminará con la problemática que ha llevado al museo a tener que cerrar las puertas de sus dos principales salas de exposición. “Es casi como si se tratase de tu casa, que decides acuchillar y barnizar el parqué, y eso se traduce en dos semanas con todo tirado, pero bueno”, sonríe.

De momento, desde que el pasado 2 de noviembre se iniciase el desmontaje de las últimas muestras ubicadas en las dos salas subterráneas, se ha procedido a retirar lo existente hasta ahora. El problema tiene su origen en el aislamiento de espuma de poliuretano sobre la cual se colocó el suelo de granito elegido, un elemento indispensable para garantizar unas condiciones de temperatura en los espacios ubicados sobre el parking, teniendo en cuenta que éste no estaba -ni está- calefactado. “No me di cuenta de que las máquinas que utilizan en el museo tienen ruedas de nailon. ¿Qué sucede? Que cuando las rueda está cargando sobre una de las baldosas, como el aislamiento tiene cierta flexibilidad, la baldosa baja unas décimas de milímetro, es decir, la siguiente está ligeramente más alta y cuando la rueda llega al borde, lo desportilla. Si hubieran sido ruedas neumáticas, seguramente no hubiera pasado esto”.

Ante esta situación, la Diputación tomó hace unos meses la decisión de afrontar un cambio que no presenta mayores complicaciones. “Lo más difícil para mí ha sido renunciar al suelo que había originalmente. Siempre defendí el granito porque me parece un material muy arquitectónico, de edificio público, resistente, duradero. Pero la realidad es que hoy hay una línea que tiende a suelos más industriales”, que en el caso del centro de arte contemporáneo de la capital alavesa se va a traducir en “un suelo de hormigón tratado con una resina especial. Va a ser un suelo continuo con un color que vamos a intentar que recuerde, en la medida de lo posible, al granito que había. Ahora, el aislamiento va a ser el propio hormigón y por eso va a estar libre de esos problemas de deformación”. Además, se está aprovechando para hacer otras actuaciones, todo ello vigilando de manera escrupulosa la seguridad de las obras de arte que están en los almacenes. “Es una de las cuestiones que más se ha tenido en cuenta”, afirma el arquitecto.

Con la reapertura de estos espacios, Artium celebrará su decimoquinto aniversario el próximo abril. Será un momento también para mirar lo recorrido. “El recuerdo más importante que tengo de aquella época es que estaba haciendo una obra de la cual desconocía por completo su futuro. Es decir, te encargan unas oficinas y sabes hasta quién se va a sentar en cada puesto. No era el caso”, rememora Catón, quien añade que “toda mi vida está presidida por la búsqueda de la proporción en todas las cosas, pero en este caso la ignoraba, no sabía si esto era pequeño, grande...”.