Vitoria - Venía muy bien encaminada la última jornada de la decimoquinta edición del Azkena Rock Festival tras lo sucedido en la tarde del sábado, pero como en los buenos cumpleaños, lo mejor llegó al final. Dio igual incluso que, pasada la medianoche, el xirimiri se sumase a la fiesta. Este año Mendizabala no se ha librado de la lluvia ni por casualidad. En el recinto, 18.064 personas estaban preparadas y en sus puestos esperando a que diesen las once de la noche y el certamen gasteiztarra abriese su regalo más esperado.
Bien, por evitar los peros desde el principio, es cierto que The Who no se salió ni un ápice del set list de grandes éxitos preparado (las canciones y su orden se filtraron a la mañana gracias a una foto indiscreta en la prueba de sonido), que Roger Daltrey no está para excesos con la voz y que Pete Townshend no hace las locuras de antaño. Los años pasan. Pero dejando esto a un lado, la hora y media justa de concierto fue una lección de principio a fin no ya de cómo se monta un buen show (qué bien saben hacer estas cosas los anglosajones cuando se ponen) sino de cuál es la mejor manera de estar a la altura de tu propia carrera.
Para ser rigurosos cabe decir que The Who se pasaron incluso de puntualidad británica puesto que arrancaron con I can’t explain un par de minutos antes de las once. A partir de ahí, un resumen de su trayectoria en forma de casi una veintena de canciones como Who are you?, My Generation, I’m one, Love reign o’er me, Sparks, Baba O’Riley, Won’t get fooled again... Sobraban las palabras cuando al mirar a un lado o a otro se podía ver gente tan emocionada que sonrisa y lágrima se juntaban, y eso que no faltaron las bromas sobre los mod y esas cosas... pero esto es sólo rock and roll, ¿no?. Con un sonido impecable y un acompañamiento visual y gráfico más que interesante, el concierto -el último de la banda hasta septiembre- fue escapándose entre los dedos casi sin que el público se pudiera dar cuenta, queriendo retener cada momento pero sin perderse el siguiente. Y eso que estar entre el personal fue casi un deporte de riesgo ante los intentos de alguno de imitar cada giro de 360 grados del brazo de Townshend.
Todo tiene su final, eso sí. Es verdad que la formación se dejó en el tintero algunos temas con los que completar de manera más amplia la visión sobre su carrera, pero cuando Daltrey y Townshend se despidieron, todo daba igual. Había más de uno que iba por el recinto caminando como si flotara. Hasta el cielo se comportó. El ARF sólo podía hacer una cosa, dar las gracias a The Who.
Pero la jornada no acabó ahí. Ni mucho menos. A los pocos segundos, Marky Ramone montó su divertido pero insulso espectáculo de versiones (menos mal que hubo invitado sorpresa al final) en el tercer escenario, mientras que en el segundo Refused se marcaron un concierto con todas las letras. Ya dijeron en estas mismas páginas los suecos que su vuelta sólo obedecía a sus ganas de disfrutar y no hay duda de que en ello están. El público estuvo volcado. Claro, es lo que pasa cuando la actitud y la aptitud se juntan sobre las tablas.
Llegaron las dos de la madrugada y, por lo tanto, el último concierto de este año, con unos Supersuckers que también fueron parte del cartel del ARF en la primera edición, la de 2002 en la sala de la calle Coronación. A la satisfacción de ver a Eddie Spaghetti a pesar de sus, parece, pasados problemas de salud se unió una despedida bien construida. Pena que a esas horas, las fuerzas estaban ya en la zona de reserva.