Toca recoger. Es hora de regresar a casa después de dos días intensos, aunque a los que venían de otras ediciones el hecho de haber vivido un Azkena Rock Festival con una jornada menos se les ha hecho corto. O eso dicen. En Mendizabala, otro año más, ha habido caras nuevas pero también no pocos viejos amigos del certamen y de la ciudad. "Son mis vacaciones, tío, qué le vamos a hacer", comenta el toledano Roberto, que hace doce meses pinchó "por una boda a la que no podía faltar" pero que esta vez ni se lo ha pensado "aunque la crisis achucha y al cartel del sábado le faltaba alguna chispa".
Lo que él comenta han sido dos de las temáticas que más se han escuchado en este duodécimo encuentro de los azkeneros, una gran familia exigente a la par que generosa. Lo primero, la situación económica, es ya un clásico de los últimos años. Y aquí se escuchan reflexiones parecidas a la ediciones anteriores, lo costoso del viaje y la carestía de algunos establecimientos hoteleros. "Yo entiendo que algunos quieran hacer el agosto con nosotros, pero se pasan tres pueblos; de hecho, porque el abono lo compré al principio y el precio era tirado, si no, me lo hubiera pensado", comenta Xoxe, gijonés que salvo la primera edición, la que se celebró en la sala, no ha faltado a la cita. "Me encuentro con demasiada gente a la que no veo el resto del año como para pensarme no estar en Vitoria; es que el ambiente es fantástico", dice mientras apura un vaso en un céntrico bar gasteiztarra. "Eso sí, lo de que no haya conciertos este año en la plaza es una putada, bueno, tú luego pon faena o algo así".
Los recortes. Otra vez. También en el presupuesto del ARF. Y es cierto que la falta de la Virgen Blanca también lo mencionan unos cuantos. Igual que el cartel. Y aquí, división de opiniones. Los más, como la bilbaína Lucía, creen que "nos lo estamos pasando genial, como otros años, y el viernes fue cojonudo, pero el sábado faltaba uno o dos grupos de los grandes, grandes, ya me entiendes". Y los hay, como el barcelonés Carlos que describen que "aquí vienes por la gente y a descubrir bandas nuevas, y yo en las dos cosas me voy a ir satisfecho".
Mucha ropa negra, camisetas de grupos, las pulseras para entrar en el recinto... La verdad es que por momentos da la impresión de que no ha pasado un año. La estampa del Azkena es la misma. Incluso con la recuperada migración constante entre los dos escenarios del recinto. "Éste no es un festival de los grandes y espero que nunca lo sea. El día que esto sea como el Primavera o el BBK Live, no me ves por aquí. Yo soy más de sala, que es donde hay que ver a los grupos, pero el ARF mantiene muchas veces ese ambiente y por eso me gusta", comenta Juan, que hace ya unos años que dejó la juventud atrás, como él dice entre risas, y que se ha venido desde Madrid con unos cuantos amigos. "Es una pasta, tenéis la ciudad señalizada con el culo y cada vez que vienes tienes que pensar en traer ropa hasta para la nieve, pero, joder, la música y el chuletón lo compensa todo".
Claro que también hay habituales, y muchos, de la propia ciudad. Caras conocidas sobre todo de compartir noches en escenarios como Helldorado y Jimmy Jazz. Voces que aseguran, como el caso de Miren, que "menos batallitas y esas historias y más cultura; eso es lo que nos hace falta aquí".