Vitoria. Iban Zaldua está de parto. Concebidos en diferentes instantes, sin embargo, los vástagos parecen llegar todos a la vez. Hace apenas un mes, Idazten ari dela idazten duen idazlea (Elkar). La semana pasada, su parte de culpa de la antología de relatos Mar de pirañas (Menoscuarto). Y entre un paritorio de prensa y otro, pan bajo el brazo, como corresponde. O, lo que es lo mismo, premio Euskadi a su guión para el cómic Azken garaipena (Xabiroi Comics), que dibuja Julen Ribas. ¿Hay tiempo para más?

Sí. Hay tiempo para que el profesor donostiarra afincado en Gasteiz viajara a Madrid -cuánto hemos viajado en tres líneas- hace una semanas para volver a cortar el cordón umbilical de salida de Ese idioma raro y poderoso. Once decisiones que un escritor vasco está obligado a tomar (Lengua de trapo), un libro que puede admitir, como la mayoría de las cosas, muchos adjetivos, pero sobre todo un ensayo personal, divertido y necesario que abre una puerta a la literatura en euskera donde muchos quizás ni siquiera habían visto la casa.

Como muchos autores afirman, la literatura es un método personal de ordenarse. También confiesa Zaldua en el mismo prólogo que con esta pieza busca quizás "un intento, en primer lugar, de ordenar mis ideas sobre todo lo que supone pertenecer a un sistema literario como el vasco". Ya se cuestiona, poco después, si existe tal sistema, iniciando, sin siquiera entrar en harina de página en blanco, un juego que se repite a lo largo de toda la narración, entrando en lo personal y saliendo por lo histórico, hilando -como los propios relatos- realidad con ficción, proponiendo anécdotas y aportando nombres y apellidos. Un juego, exactamente. Un juego que se desentraña sin querer, en forma de adictivos capítulos que van llevando al lector a través de esas decisiones, como si de círculos -no infernales- se tratara.

Decisiones ligadas a lo político -cómo no, aparece La Cosa-, al compromiso, a los límites del mercado, a la lengua -principal clave, experimentada en su condición de escritor en euskera y castellano-, a la actitud o a la traducción, que protagoniza un microrelato laberíntico que vuelve a hablar del carácter híbrido y cercano de la narración.

Una narración necesaria o complementaria, porque, aunque como afirma, "mucho de lo que voy a afirmar aquí ya lo han sugerido otros antes", no es menos cierto que el formato de compendio, el tono muy próximo al lector y la posibilidad de descubrimiento -o redescubrimiento- que ofrecerá a muchos de ellos lo convierten en un pequeño manual de virtud desordenada que traza un paisaje -"guía incompleta, parcial y subjetiva, es decir, como todas las guías del mundo que yo sepa"- bastante exhaustivo de la literatura vasca y sus realidades. "Me gustaría que fuera, asimismo, una especie de guía no académica para quienes, sobre todo desde fuera del País Vasco, deseen saber algo más sobre la literatura vasca actual: estudiantes, profesores, periodistas, aficionados a la literatura".

Sí. Probablemente esos sean los destinatarios que mejor saboreen las páginas de Ese idioma raro y poderoso, también un "intento de crónica personal" -aquí avisa ante el pánico- "sin demasiada intención memorialística". Pero memoria, al fin y al cabo, en la que resuena su labor como profesor y su pasión por la lectura, y que se desborda -naturalmente- en varios apéndices en los que propone recomendaciones, propuestas de generaciones literarias vascas y demás referencias.

Un libro, al fin y al cabo, sobre la toma de decisiones, ampliamente documentado, irónicamente sazonado -incluso con carcajadas para quien conoce un mínimo la realidad literaria vasca- y de fluida lectura. Como las citas de Zaldua en este reportaje, tomadas de su prólogo. Las agendas a menudo se difuminan, se alían frente al encuentro. Había que tomar una decisión: la urgencia de informar... Ese idioma raro y poderoso... del tiempo.