bilbao. Niño mal de casa bien (editorial Planeta) son trescientas páginas que reflejan una conversación íntima que mantiene Begoña Aranguren (Bilbao, 1949) con su exmarido, y en la que hace un repaso que abarca desde que se conocieron y mantenían citas "casi clandestinas", hasta la ruptura, que según Begoña nunca fue definitiva. Pero también es una crónica de la sociedad actual -"una sociedad que me da asco", según confiesa la periodista y escritora-, y una larga lista de críticas hacia políticos como Felipe González, el presidente de Telefónica o varios personajes más de la alta alcurnia española.
Nada que ver con el tono que utilizó en su anterior libro contra su marido.
Es verdad, tengo que iniciar la presentación de mi novela pidiendo perdón. Hace ocho años una editorial me propuso escribir un libro sobre José Luis, del que me había separado. Mi deseo era no sentir rencor, pero no lo pude hacer. En el mismo instante en que se publicó, pensé que no le había hecho justicia. Él no se enfadó, pero yo no me quedé contenta. Este libro es un mea culpa por el anterior que escribí, que lo hice desde el rencor y sin haber dejado que las cosas se posaran. Mi deuda era decir a José Luis que era el amor de mi vida.
Pero no se limita solo a ser una carta de amor, sino que hace un repaso a lo que ha pasado en los últimos años.
Nosotros éramos pareja pero también éramos amigos. Cuando llegaba a a casa y se quitaba el abrigo de cuello de terciopelo y se ponía las zapatillas hablábamos de todo. Ahora le echo en falta. Cuando pasa cualquier cosa, me pregunto qué pensaría José Luis. En cuanto murió empecé a tomar notas contándole lo que pasaba.
No le daría buenas noticias...
En absoluto. Me impresiona lo que ha cambiado todo en cuatro años, España está irreconocible, asolada, con el agravante de que la gente es insolidaria, está idiotizada, anestesiada. ¡Qué clase política tenemos! ¡Qué asco!
No deja títere con cabeza.
Ya no quiero ser políticamente correcta. Estoy viviendo en una sociedad que me da asco. No nos merecemos tener unos políticos totalmente insolidarios, que se están peleando continuamente. Eso no pasa ni siquiera en un patio de colegio. Y nadie protesta, pero ¿dónde están los intelectuales? ¿Dónde están el equivalente a mi tío José Luis Aranguren? Echo mucho de menos el mayo del 68.
Arremete contra Felipe González.
No hablo de los GAL, ni de Filesa, no hago juicios paralelos, creo en la justicia. Yo digo obviedades, que vive en un piso en la calle Velázquez, en el barrio de Salamanca; que ha dejado a su santa, se ha ido con otra más pija y se ha convertido en cuñado de Pedro Trapote y vive de diseñar joyas. No queda absolutamente nada del Felipe que José Luis y yo conocimos, que transmitía entusiasmo, lleno de ideas, de fuerza.
¿No se ha puesto en contacto con usted tras publicar el libro?
Ni creo que lo haga, es un soberbio, que tiene ya sus años, que va de divo y de gurú. Pero si me lo encuentro, charlaría con él encantada.
No deja mucho mejor a Zapatero.
Hombre... Con Zapatero no charlaría nunca porque no tengo nada que decir. No digo que un presidente tenga que saber de todo, pero tiene que tener unos buenos consejeros. No tiene la culpa de todo, la crisis internacional es innegable, pero ha hecho las cosas muy mal, como tardar tanto en aceptar que había una crisis feroz, lo que nos hubiera posibilitado actuar antes.
Tampoco tiene muy buenas palabras para Rajoy...
Estoy deseando perder de vista a Zapatero aunque lo que viene detrás no da sensación de tranquilidad. Yo no voto al PP ni con coma etílico, pero sé de mucha gente que lo hace tapándose la nariz y los ojos. Hay un bipartidismo tan claro que me produce rechazo. Me parece más democrático tener otras alternativas.
Habla también sobre la corrupción.
Es un escandalazo. Vivimos en una sociedad que no solo acepta la corrupción, sino que la aplaude. No nos vamos a engañar, toda la vida la ha habido. Pero se huía de los corruptos. Ahora parece que a un señor corrupto, que se hace inmensamente rico porque tiene información privilegiada, en vez de ser una persona denostada, lo hacen presidente de una gran compañía.
Pero no es un libro exclusivamente político. Hablas también sobre el cambio de la alta sociedad.
Se creen el ombligo del mundo y son cuatro matados. Pero están acostumbrados a no dar un palo al agua. Excepto honrosísimas excepciones -yo conozco a gente estupenda- solo se han ocupado de sus tierras, su linaje y sus títulos. Con el pueblo han sido muy insolidarios. Los jóvenes no saben idiomas, se rompe un micrófono y tienen que esperar quince minutos para que se arregle y les traduzca el buenos días.
Mucha gente puede decir que también su marido pertenecía a esa alta sociedad...
Mi marido nunca fue entendido, no cuadraba, su casta no le aceptaba porque les daba muchos palos. Una de las cosas que más me gustaban de él es que era superexigente y supercrítico con la gente de su círculo. No conozco a ninguna persona que haya tenido peores compañeros de viaje. Fue una víctima de una educación victoriana en la que tenías que estar perturbado para mostrar los sentimientos.