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Juan Mari Beltran desnuda mañana el origen y evolución de la txalaparta

el principal acoge el espectáculo "ttakun ttan ttakun"Es una prolongación en directo de su investigación del instrumento, en un espectáculo siempre distinto

Juan Mari Beltran desnuda mañana el origen y evolución de la txalapartaFoto: mikel barazón

Vitoria. La primera vez que Juan Mari Beltran escuchó una txalaparta tenía 18 años. "No entendí esa música, y quise entender". Entender aquello que se deshacía y se rehacía. Y volvía a deshacerse y a rehacerse. Así que se acercó y preguntó "¿cómo tocáis?". Desde entonces, la curiosidad se tornó pasión. Y esa pasión le llevó a sumergirse en sus ritmos. Y esos ritmos le empujaron hace unos años a profundizar en la historia del instrumento y ponerla en palabras en el libro Txalaparta. Y ese libro le llevó a montar el espectáculo Ttakun ttan ttakun, que mañana planta sus makilas en el Principal.

La primera vez que Juan Mari Beltran escuchó la txalaparta tenía 18 años. Pero mucho antes, cuando era un niño, busca sonoridades en las piedras del río de su Etxarri-Aranatz natal. Porque la percusión de las makilas remite a ecos atemporales, a "dos horizontes, el que suena por dentro y el que suena por fuera", que confluirán en un mismo escenario a las 20.30 horas.

La primera vez que Juan Mari Beltran escuchó la txalaparta tenía 18 años. Y tras sentir el golpe en sus manos, ese curioso que se acercó a preguntar se planteó el origen. Y comenzó a investigar de dónde procedía este instrumento singular. Lo primero que encontró fue una barrera, en los años 60. Nulas referencias etnográficas, en cancioneros... Como si no hubiera existido. Sólo halló menciones a ella "porque a alguien se le ocurrió hacer un trabajo sobre la fabricación de la sidra", y allí aparecía mencionada.

La primera vez que Juan Mari Beltran escuchó la txalaparta tenía 18 años. Entonces no imaginaba que sus raíces podían esconderse en los lúdicos sones del trabajo, en el triturado de la manzana o el picar de la argoma. No imaginaba que respondía a sinónimos como kirikoketa o tobera. No imaginaba que sí hubo quienes la rescataron del olvido, como los infatigables Manuel Lekuona o Jose Miguel de Barandiaran. O como Aita Donostia, que certificó sus orígenes noctámbulos. "No se clavará la palanca antes de que se meta el sol", cita Beltran. Y es que la txalaparta no conoció la luz del día hasta que nacieron las euskal jaiak.

La primera vez que Juan Mari Beltran escuchó la txalaparta tenía 18 años. Ahora se mimetiza con facilidad entre sus fraseos en pareja -también la hubo de tres y de cuatro personas-. Ahora convive naturalmente con sus frecuencias. Sabe que nació "relacionada con las faenas del campo, con la tradición", pero que casa a la perfección con los lenguajes modernos que se dejan seducir por la improvisación. Y que es capaz de tomar cualquier entorno, como las cuevas de Mendukilo, en cuyas profundidades se grabó el epílogo de la actuación de mañana.

La primera vez que Juan Mari Beltran escuchó la txalaparta tenía 18 años. Pero cada vez que la oye de nuevo es como la primera. "Es un juego con normas en que lo que ocurre, sucede en el momento y no va a volver a ocurrir; por eso en Gasteiz va a sonar diferente, lo que suene aquí no se va a volver a oír". Habla de Ttakun ttan ttakun, esa onomatopeya con la que los txalapartaris avisan de su intención, esa voz que también sonará, junto a las campanas, en la cita que mañana acogen las tablas del Principal. Madera para madera, y para piedra, y vidrio y hierro. Porque la txalaparta multiplica soportes y experiencias. Crece. Se enseña. Ya no es clandestina. Tiene muchos destinos.