Estamos inmersos estos días en el tiempo de cuidar y extremar los detalles: un regalo, una felicitación, una invitación, el árbol, el belén, un buen centro de mesa... Los detalles importan porque dicen mucho de lo que se quiere expresar. Se atribuye a sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, la frase “nunca confíes en las impresiones generales, concéntrate en los detalles”. El pasado lunes, tuvo lugar en Madrid la reunión de la Comisión Mixta de Transferencias, presidida por el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, y la portavoz del Gobierno vasco y consejera de Gobernanza, Administración Digital y Autogobierno, Maria Ubarretxena. Una reunión importante, solemne, en la que se aprobó el traspaso a Euskadi de las competencias de Ordenación y Gestión del Litoral y Actividad Cinematográfica y Audiovisual y se acordó el de las autorizaciones de trabajo a personas extranjeras. Cuarenta y cinco años después del Estatuto. Si nos fijamos en los detalles podemos apreciar cosas interesantes. El escenario –la mesa de la reunión– tenía forma de U invertida. En el lado central, o sea, el noble, estaban el ministro y miembros del Gobierno español. A su espalda, presidían la bandera española y la ikurriña. Ignoro el protocolo, pero el mástil de la rojigualda –y, obviamente, la propia enseña– era unos centímetros más alto, terminado en una punta dorada. ¿Casualidad, quizá? No, porque fuera, en el photocall preparado para las declaraciones a la prensa, la bandera española también era más alta. Cualquier semiólogo le daría a esa imagen de tenerla más larga una clara interpretación. En la mesa de la reunión, el nombre de la consejera se había transformado en “María Ubarrechena” como representante del “Gobierno País Vasco”, cuando el nombre oficial, histórico, estatutario y por el que se conoce en el mundo al Ejecutivo es Gobierno Vasco/Eusko Jaurlaritza. Por cierto, ni una concesión al euskera. Ay, los detalles, cuánto dicen.
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