Hoy es fecha normal pero hay normalidades especiales. Hoy celebro mi Acción de Gracias a mis aitas por traerme a este mundo, por feo que parezca, un 28N a una familia de 6 hermanos. Y no teniendo tema que criticar, hablaré de mí, que eso me lo sé.
Mi cuerpo nació en Bergara pero mi alma emergió en Antzuola y allá se quedó. En ambos pueblos estudié de pequeño con aita enseñando física y ama matemáticas, lo que suponía que cada mes recibía leña de los suspendidos. Después en Bilbo, para terminar cinco años de becario formándome para biólogo marino en Barcelona y haciendo el doctorado, con poco recorrido al terminar en otros menesteres. Todo ello por el esfuerzo de mis aitas. Olé por ellos.
No creo haber robado nunca más que alguna peseta de la cartera de ama, nací heteropatriarcal y machista y llevo toda la vida intentando corregirme de miles de años a cuestas. Me casé con Azu y en ello llevamos felices 43 años, con altos y bajos, que si no es agotador, y trajimos a Imanol e Iñaki, chavales majísimos.
Un tipo normal como tantos de los que conformamos la sociedad de quienes vivimos en Euskadi, amante de su País, defensor de su independencia pero nunca con prisa para lograr unos sueños que no son utopías. Siempre sacando partido a lo que es posible sin enredarme con lo que está fuera de mi alcance. Un disfrutón de la vida que sabe que ésta se acaba.
Y ahí llegan aita, ama y Rosa sonrientes a felicitarme por llegar a esta edad, y yo sin dejar de echarles de menos. Charlando con ellos les cuento que estoy contento porque tras mi larga y variada vida laboral de biólogo, funcionario, gestor de varias cosas y parlamentario, creo que me lo he pasado razonablemente bien en todas partes intentando mejorar las cosas a mi alrededor. Termino confesándoles que, si en mi vida y especialmente en la política he logrado que alguna gente me odie, lo que no es difícil, también he ganado que alguien me quiera, y eso es fantástico. Les invito a un Rioja Alavesa celestial y lo celebramos.