Escribía hace un par de semanas sobre la campaña gallega y sobre el ambiente de esperanza, tal vez un poco aventurado, que se estaba despertando en torno a Ana Pontón, candidata del BNG. Lo cierto es que el resultado de los nacionalistas gallegos ha sido notable y ha quedado ensombrecido únicamente por el nivel de las expectativas que algunos habían generado. Y es que aspirar a ganarle unas elecciones al PP de Galicia “no es cosa menor o, dicho de otra manera, es cosa mayor”; tal y como hubiera afirmado un ilustre político gallego. El tema es que lograr el mejor resultado de su historia no ha evitado que el BNG esté experimentando una cierta sensación de gatillazo, que habrá que ver cómo gestionan en un futuro y que puede resultar especialmente peligrosa cuando su crecimiento se ha cimentado en el voto prestado. En todo caso, esa dulce frustración es algo que tendrá que gestionar el propio BNG y que analizaremos cuando toque si es que, entonces, el Grupo Noticias nos sigue cediendo este espacio. Pero las elecciones gallegas nos han dejado otros datos curiosos. Uno de ellos es que el PP ha arrasado, con porcentajes de hasta el 80% del voto, en las comarcas donde más se habla el gallego y el BNG, por el contrario, ha obtenido sus mejores datos en los núcleos urbanos donde resulta prácticamente imposible escuchar una conversación en esa lengua. Y alguno podría pensar que eso es resultado de dinámicas locales. Pero a lo mejor a lo que obedecen esos datos es a que el BNG ha renunciado al nacionalismo y ha querido convertirse en la marca gallega de la izquierda malasañera que existe más allá del moderno, pero carísimo, barrio de Malasaña. O puede ser que el éxito del PP radique en representar en Galicia un espacio que nada tiene que ver con el que representa en Madrid, donde está más preocupado por frenar la fuga de votantes a Vox que por conquistar el centro. Un centro que abandonó hace tiempo y que, desde luego, no parece que quieran recuperar en Euskadi.