Hace dos semanas, la Agencia de Meteorología Mundial (OMM) advertía de que el mes de agosto ha sido en conjunto 1,5°C más cálido que la media preindustrial de 1850-1900, las temperaturas globales de la superficie del mar han alcanzado máximos sin precedentes y el hielo marino antártico su mínimo histórico para esta época del año, con un 12% inferior a la media, y en el Ártico más de lo mismo, aunque no tan agudizado. Aunque, esto no significa que se vaya a superar permanentemente el nivel de 1,5°C especificado en el Acuerdo de París, que se refiere a un calentamiento a largo plazo durante muchos años.
“Nuestro planeta acaba de soportar una temporada a fuego lento. El verano más caluroso jamas registrado. El colapso climático ha comenzado. Los científicos lleva mucho tiempo advirtiendo de lo que desencadenará nuestra adicción a los combustibles fósiles”, declaró el Secretario General de las ONU, Antonio Guterres.
“El aumento de las temperaturas exige que se tomen medidas. Los líderes deben acelerar la búsqueda de soluciones climáticas. Todavía podemos evitar lo peor del caos climático, y no tenemos un momento que perder”, añadió António Guterres.
Por su parte, el secretario general de la OMM, Petteri Taalas, recalcó que hay que tener en cuenta que estos récords, tanto de temperaturas, como de deshielo, están ocurriendo antes de que se manifieste “el pleno impacto de calentamiento del fenómeno de El Niño, que normalmente tiene lugar en el segundo año después de su desarrollo y estamos en el primero”. El Niño es un fenómeno o evento de origen climático relacionado con el calentamiento del océano Pacífico oriental ecuatorial, el cual se manifiesta erráticamente cíclico –el experto Arthur Strahler habla de ciclos de entre tres y ocho años– que consiste en un calentamiento de las aguas del Pacífico ecuatorial y que se traslada a otros océanos. El fenómeno del Niño –La Niña es lo contrario, el enfriamiento– es el supuesto causante de más de una anomalía climática en el mundo.
Al calor de algunos récords citados, el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha elevado el tono de las voces de alarma, “nuestros planeta acaba de soportar una tempeartura de ebullición, el verano más caluroso registrado”, aunque también ha venido a decir que “aún estamos a tiempo de evitar lo peor del caos climático, y no tenemos tiempo que perder”.
El Sexto Informe del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas (IPCC, en sus siglas en inglés), que fue redactado entre los años 2021 y 2022, y que constituye la evaluación más completa sobre la evolución reciente del clima y su proyección futura, venía a decir también que todavía estamos a tiempo, siempre y cuando las medidas y los compromisos sean a corto plazo y contundentes. No se puede perder un minuto más.
Por su parte, organizaciones que conforman el movimiento por el clima internacional han declarado dos jornadas de movilizaciones, el 15 y el 17 de septiembre, que supondrán actos de protesta con el planteamiento de que hay que terminar con los combustibles fósiles, causantes del cambio climático, y con las que se pretende hacer un llamamiento para que en la cumbre sobre acción climática que tendrá lugar en Nueva York el 20 de septiembre se haga un trabajo real y fructífero para preparar el terreno de cara a que la próxima Cumbre del Clima (COP28), que tendrá lugar del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023 en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, no sea un fracaso global.
Entre tanto, esta semana del 11 al 15 de septiembre tendrá lugar en la Comisión de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Parlamento Vasco, una serie de comparecencias de expertos, representantes de empresas, asociaciones ecologistas u otros organismos, entre los que me encuentro, para dar nuestra opinión sobre el proyecto de Ley de Transición Energética y Cambio Climático de Euskadi, que fue aprobada por el Consejo de Gobierno vasco el pasado 16 de mayo, y, que de esta forma inicia su andadura en el Parlamento Vasco, para después ser debatida por parte de los grupos parlamentarios.
Si bien el proyecto de ley ha incorporado algunas cuestiones positivas en relación con anteriores textos, y, entre ellas, citaría en el campo de la participación ciudadana, la creación de la Asamblea ciudadana vasca de Cambio Climático, como ocurre en otros países europeos, y la creación de una Oficina Vasca de Transición Energética y Cambio Climático, tengo que decir que en el texto abundan de gran manera las declaraciones de intenciones y hay pocas cuestiones concretas, donde no se plasman objetivos vinculantes, obligaciones y por tanto sin poder sancionador.
Así, en el último borrador, se obvia el compromiso de establecer un objetivo vinculante de reducción de emisiones, que la Unión Europea ha fijado en una reducción de los gases de efecto invernadero de un 55% para el año 2030 en relación a 1990.
En segundo lugar, tampoco se plantean objetivos para la participación de energías renovables en la producción energética, salvo una declaración genérica de que el futuro está en las energías renovables, y que el proyecto de ley remite a la aprobación del Plan Territorial Sectorial de Energías Renovables.
En este ámbito, hay alusiones acerca del hidrógeno verde que, en ocasiones que se le presenta como una fuente de energía renovable, cuando se trata de un vector energético que sale muy caro energéticamente debido a las pérdidas de transformación, y eso no permite su generalización a gran escala. El mismo VI Informe de IPCC reconoce que el hidrógeno no está maduro para su implementación. Otra cuestión son los experimentos y desarrollos a pequeña escala que se hagan a modo de experimentación e investigación.
Un aspecto fundamental de la transición energética debe residir en una disminución drástica del consumo de energía, y esta cuestión no se aborda de forma pormenorizada. La lucha contra la crisis climática y las políticas de descarbonización deben tener en cuenta cuestiones tan fundamentales como cuánta energía se necesita, cuánta necesitamos para vivir y en qué medida podemos bajar el consumo energético si queremos conseguir los objetivos de reducción de emisiones en cero emisiones en 2050.
En el campo de la educación y formación sobre cambio climático y transición energética, se echa en falta la necesidad de dar más énfasis a esta cuestión, a través de un articulo específico. La educación y la formación ambiental, en el ámbito formal y no formal, es clave en la transición necesaria, para entender la emergencia climática, y compartir la esperanza, las emociones y las prácticas exitosas, y no puede quedar de una forma difusa.
En fin, esperemos que el paso del proyecto de ley de Transición Energética y Cambio Climático y por el Parlamento Vasco suponga una mejora sustancial, y sea un instrumento importante para que Euskadi haga sus deberes frente a la crisis climática.
Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente