La llegada de un “renacimiento industrial” a Occidente puede convertirse en una importante tendencia en la economía política global, como resultado del fin de la hiperglobalización y el regreso de la geopolítica al escenario mundial.

Unido a esto, la materialización de riesgos en las cadenas de suministro globales en condiciones de pandemia está cambiando las prioridades económicas, industriales, comerciales e internacionales entre los países occidentales, hacia un realineamiento de bloques comerciales basado en afinidades políticas.

En este nuevo contexto, las regiones metropolitanas siguen siendo las ubicaciones preferidas para el crecimiento de nuevas industrias, y, en esos territorios urbanos, las tecnópolis sirven como nuevos distritos industriales marshallianos especializados en unos pocos sectores industriales clave.

Nuevos escenarios de innovación

En su estudio mundial de las tecnópolis (Technopoles of the World), un clásico publicado en 1994, Castells & Hall enfatizaron su importancia para el crecimiento de las áreas urbanas y regionales. Sus equivalentes contemporáneos –las fábricas del futuro y los distritos de innovación– son megaproyectos completamente nuevos que alteran profundamente el tejido urbano y la estructura socioeconómica de barrios enteros de maneras específicas y decisivas.

Se está produciendo una reorganización simultánea y significativa de la producción en muchas ciudades del mundo mediante la utilización de nuevas tecnologías, en particular innovaciones “inteligentes” e inteligencia artificial, en viejos polos tecnológicos, nuevas fábricas del futuro y distritos de innovación, mientras que muchos países han financiado el desarrollo de infraestructura tecnológica a través de megaproyectos en forma de corredores industriales (en India) y reterritorialización a través de megarregiones (en China).

Como afirma Zukin: “Desde la crisis económica de 2008, los gobiernos de las ciudades han buscado agresivamente el crecimiento económico al nutrir estos ecosistemas. Los funcionarios electos crean asociaciones público-privadas sin fines de lucro para construir “complejos de innovación” de espacios discursivos, organizativos y geográficos; apuntan no solo a impulsar el crecimiento económico, sino también a rehacer la ciudad para una nueva modernidad”.

Las políticas corporativas, especialmente las relacionadas con el uso de alta tecnología como la IA, tienen un impacto directo en el desarrollo urbano sostenible en la medida en que estos nuevos centros de actividad corporativa se ubican en ciudades, megaciudades, megarregiones y áreas urbanizadas.

El impacto es específicamente más pronunciado en la infraestructura avanzada para la sostenibilidad. En este contexto, la nueva reorganización espacial de la producción es fundamentalmente urbana y presenta formidables desafíos para la sostenibilidad: la posibilita y la restringe a una escala sin precedentes.

A pesar del significado difuso, diverso y controvertido del concepto de “ciudad inteligente”, sus defensores asumen que una ciudad inteligente es capaz de abordar mejor los desafíos de la resiliencia y la sostenibilidad urbanas.

Las ciudades inteligentes son presumiblemente más habitables, sostenibles y resilientes. Se nos presentan como mejor preparadas para responder a los desafíos urbanos que las formas más tradicionales y transaccionales de gobernanza urbana.

Es vital evaluar tanto las ventajas como los riesgos de este enfoque, ya que el desarrollo de las “ciudades inteligentes” hacia la aplicación generalizada de técnicas, procesos y dispositivos de inteligencia artificial sugiere que un nuevo régimen urbano de IA se expandirá en los próximos años.

A pesar de la naturaleza gradual de la implementación de las ciudades inteligentes, su carácter disruptivo es innegable. Este régimen disruptivo de IA urbana (que podemos llamar “creación destructiva”) genera una masa crítica de externalidades negativas en el proceso de desarrollo de las ciudades inteligentes, derivadas inicialmente del carácter hegemónico contemporáneo de la innovación tecnológica en los procesos socioeconómicos urbanos.

Tal empuje disruptivo representa un riesgo para la centralidad de los espacios públicos y la fricción cívica entre humanos que define, según Jane Jacobs, el núcleo de lo urbano como complejidad autoorganizada.

La gentrificación tecnológica (interrelacionada con la gentrificación verde) ya es una característica emergente en espacios adyacentes a innodistricts y otros barrios tecnológicos. Existen otros riesgos y dilemas éticos que trae consigo la estrategia de ciudad inteligente que tienen que ver con el control, la privacidad y la seguridad.

En estos nuevos escenarios de innovación, la reestructuración del tejido urbano y la atracción de talento han tenido lugar simultáneamente, y ha generado conflicto entre los intereses de los inversores, los científicos y los empresarios. La naturaleza y la percepción de la proximidad han cambiado, y varias tecnópolis ponen énfasis diferente en varias formas de territorialidad y proximidad (organizacional, cognitiva, geográfica, cultural y social).

Debido a la necesidad de coordinación entre los niveles de gobierno para satisfacer las necesidades de la industria, la gobernanza ha asumido un papel más importante en los últimos treinta años para determinar el surgimiento de tecnópolos.

Además, hemos observado el auge de la llamada “innovación abierta” y la absorción de la idea en la arquitectura del campus, la gestión de sinergias, las conexiones entre producción e I+D, y el desarrollo de ecologías empresariales dinámicas.

Desde estructuras inflexibles hasta ecosistemas dinámicos e inestables, las tecnópolis urbanas más recientes surgen en el contexto de ecosistemas extremadamente dinámicos y débilmente conectados. Además, la gestión de sinergias requiere una comprensión más profunda de cómo funcionan los procesos de liderazgo colectivo en relación con los conceptos de ecosistemas de innovación y distritos de innovación.

Con la creciente importancia de las materias STEM en las universidades como anclas para la actividad de los tecnópolis y para nutrir continuamente los ecosistemas de innovación, la innovación corporativa ha evolucionado desde el mero desarrollo tecnológico hasta la búsqueda de creación de nuevas empresas.

Con la llegada de nuevas tecnologías de plataforma que están provocando cambios en la gobernanza urbana, las tecnópolis se integran cada vez más en ciclos más largos de cambio tecnológico y tienen un gran potencial para actuar como agentes de transformación económica.

Tratan de responder a los grandes desafíos del siglo XXI, como la escasez de recursos, el calentamiento global, la inclusión/sostenibilidad urbana, el acceso a la energía y la seguridad ciudadana, a medida que se integran más en las redes nacionales de innovación técnica.

A medida que la idea de los “laboratorios vivientes” se ha extendido en el tejido urbano, una cierta cultura de la innovación (aunque no la que analiza Edmund Phelps en su libro Mass Flourishing) se está integrando en las ciudades. Deberemos analizar cuidadosamente las ventajas y desventajas de esta situación emergente.

La paradoja de los entornos urbanos inteligentes radica en la promesa de alcanzar un cierto tipo de sostenibilidad a riesgo de poner en peligro aún más la urbanidad, la equidad y la habitabilidad.

La IA puede contribuir a mejorar la gestión de megaproyectos, pero si utilizamos un concepto relacional de megaproyecto que destaca la integración de los megaproyectos con la economía y la sociedad en general, entonces es cuestionable que una mejor gestión de megaproyectos pueda contribuir por sí misma a fomentar la sostenibilidad urbana.

Dicho de otra manera, la IA por sí sola no necesariamente fomenta la sostenibilidad urbana, incluso aunque algunas innovaciones específicas de la IA pudieran hacerlo. Además, en el caso de aquellas innovaciones que fomentan la sostenibilidad, es necesario tener en cuenta tanto los beneficios como los riesgos de las estrategias de innovación.

La pregunta clave, por tanto, es cómo diseñar y construir un marco para la sostenibilidad que sea capaz de discriminar e identificar qué innovaciones pueden contribuir a los resultados de sostenibilidad deseados.

La disrupción inteligente (creación destructiva) que producen los sistemas de inteligencia artificial ya no es evitable, aunque podemos debatir qué tipo de sostenibilidad queremos para nosotros y para las generaciones futuras.

Los análisis y debates existentes y futuros se beneficiarían al centrarse en la noción de “sostenibilidad inteligente y justa” como un horizonte normativo que establece el marco para decidir qué innovaciones tecnológicas y qué aplicaciones de IA necesitamos y queremos ver implementadas. La innovación debe responder no al ingenio y la oferta sino a las necesidades reales de las personas.

Profesor Invitado, University College London (UCL)