Vladímir Putin, como todo quisque, tiene los amigos que se merece. Por ejemplo, el líder ruso habría dicho a Silvio Berlusconi que le considera “el primero de sus cinco mejores amigos”. Ese es el nivel. Me refiero al de Berlusconi, por creerse semejante patraña de alguien al menos tan mentiroso compulsivo como él. Serán afinidades cultivadas durante los bunga-bunga. El fascistoide corrupto expresidente italiano comparte admiración –aunque no les regalen botellas de vodka: ya les gustaría– con los cuatro pelagatos que el otro día exhibieron en San Mamés banderas prorrusas, con sus hoces y martillos. El dios de la ideología los separa y ellos se juntan. Con todo, lo de los amigos de Putin es preocupante, porque caben los mejores de cada casa, incluidos pseudoneutrales que barren para casa o pacifistas de pacotilla. Imaginemos por un momento el nuevo orden mundial alternativo a la hegemonía de “occidente”. Se sientan a la mesa Putin, Xi Jinping (que acaba de ganar las elecciones... perdón, el Congreso del Partido Comunista Chino), Aleksandr Lukashenko (Bielorrusia, aún más brutal que el ruso), Kim Jong Un (Corea del Norte y sus misiles), Alí Jamenei (líder supremo de Irán, sin velo), Víktor Orbán (ultraderechista mandamás de Hungría), quienquiera que sea el mayor líder talibán de Afganistán, Bashar al-Asad (sátrapa señor de la guerra de Siria), Mateusz Morawiecki (Polonia), el triunvirato revolucionario latinoamericano de Miguel Díaz-Canel (Cuba), Daniel Ortega (Nicaragua) y Nicolás Maduro (Venezuela), su vecino y sin embargo enemigo Jair Bolsonaro (Brasil), Mohamed bin Salmán (príncipe y primer ministro de Arabia Saudí, implicado en el crimen de un periodista), Recep Tayyip Erdogan (autoritario y cruel turco metido a mediador)... No están todos los que son, pero son todos los que están. Por cierto, y no es casual, entre todos estos personajes no hay una sola mujer, y en muchos sitios no podría estarlo. Democracia y libertad: esta es la verdadera guerra de los mundos, la tercera guerra mundial... sin Armagedón.