Llega el gran mes vacacional: agosto. Octavo mes del año, bautizado con nombre de emperador romano, dicho sea de paso: Octavio Augusto. Por propuesta suya, eso sí, y no del pueblo romano. Plagiando al gran dictador del imperio romano Julio César, quién, dos décadas antes, había hecho lo mismo denominando al séptimo mes como “julio”. Pero Augusto no sólo le calcó a su antecesor la idea en ese aspecto, sino que además le sumó a su homónimo mes dos días más -pues anteriormente tenía veintinueve- para que así el éste fuera una réplica del de Julio César. Es por eso que estos dos meses, que van seguidos, tienen ambos treinta y un días. Una anomalía provocada por los egos de un par de gobernantes.

¿Pero por qué agosto es el mes destinado al descanso vacacional más largo del año? Esta pregunta hay que matizarla: sólo en Europa tenemos vacaciones durante este mes. Una cuestión ésta que también nos viene de Augusto: el 15 de agosto se celebraba la Feria Augusta, día festivo y que festejaba el fin de las labores agrícolas del verano. Con la consumación de la cosecha, los campesinos se tomaban así un periodo de tiempo de descanso. De vacaciones, diríamos ahora.

Pero como en muchas otras cuestiones, nuestros vecinos franceses fueron pioneros al establecer el periodo vacacional veraniego como un derecho de los trabajadores. Hablamos del año 1936.

Aunque “la cultura de las vacaciones pagadas” no es un fenómeno global. En primer lugar, porque hay países donde no existe: en EEUU, por ejemplo, ninguna empresa tiene la obligación de sufragar las vacaciones a sus empleados. Por no hablar de China, país en el que sus habitantes tienen de media cinco días de asueto al año. México, Tailandia y Nigeria, tienen seis. Canadá, Costa Rica, Birmania y Japón, diez.

Hemos hablado de “en primer lugar” porque, en segundo lugar, en la vieja Europa, los llamados “trabajadores autónomos” siguen pagándose ellos mismos las vacaciones. En este país, por lo tanto, a casi tres millones y medio de currantes, las vacaciones les cuestan un ojo de la cara. Por eso, muchos de ellos no se las toman. Por cierto, por fin los autónomos, dentro de cuatro meses, empezarán a cotizar de acuerdo a sus ingresos. Una cuestión está -dicho sea de paso- que, según comenta el ministerio competente del gobierno, provocará que “tres de cada cuatro podrán pagar una cantidad igual que la actual o menor”.

Y podríamos hablar de “un tercer lugar”: de los trabajadores de la cultura. Siempre los grandes olvidados. Amados y odiados a partes iguales. Amados, porque nos ofrecen aquello que, a la mayoría, nos hace más llevadera nuestra existencia: cine, música, literatura, teatro, arte… Y odiados porque se les envidia, pues trabajan en aquello que les gusta y sin horarios fijos. ¿Tiene vacaciones un artista? ¿El músico descansa en agosto? ¿Deja de crear el artista durante estas fechas? Preguntas retóricas, todas ellas. En cualquier caso, les deseamos desde estas líneas un fructífero y creativo agosto.