rase una vez un padre que, huyendo del horror de una guerra, cogió a su hijo en brazos y lo metió con él en una barcaza que les sacaría del país. Corría el año 2014 y casi nadie estaba yendo a buscar a las familias sirias para ayudarles a escapar de las bombas sobre sus casas. Así que huían como podían, muchos por mar.
Estas huidas no solo no estaban siendo facilitadas. Más bien al contrario, las operaciones de rescate de las barcas a la deriva sufrían intensas campañas de criminalización. El resultado fue 5-10 personas muertas o desaparecidas cada día en el Mediterráneo, intentando llegar a Europa. En total, 23.250 personas desde ese 2014 hasta hoy, con la guerra de Siria todavía ahí. Éranse una vez un padre y un hijo que, huyendo del horror de una guerra, se ahogaban en una barcaza ante la mirada impasible de un barco grande.
Esta historia ha sido transformada en arte por el artista búlgaro Javcho Savov en la obra Guernica 2015. En esta obra, reescribe el cuadro del Guernica de Pablo Picasso, para denunciar el horror (y ahora la invisibilidad) de las personas refugiadas de Siria. Desde que estallara la guerra, hace 11 años, más de 13 millones de personas se han visto obligadas a abandonar su país o han sido desplazadas dentro de él. Apenas nos acordamos de ellas. Este fin de semana en el que se ha celebrado el Día del Padre, nos fijamos en que, de esos 13 millones, muchos son padres de los miles de menores a quienes la guerra ha robado la infancia o adolescencia.
De estos padres se acordarán, eso sí, quienes, dentro de veinte, cincuenta, cien años, vean el cuadro de Savov y conozcan, a través de él, las diferentes crisis de personas refugiadas que hemos vivido en el primer cuarto del siglo XXI.
Al fin y al cabo, en eso radica uno de los poderes más influyentes del arte: su capacidad para dejar como legado para el futuro las claves de qué fue lo que vivimos en el pasado y de cómo lo vivimos.
Es verdad que, en el ejercicio mental de intentar imaginar lo que trascenderá de este periodo convulso actual al futuro, cuesta abstraerse del horror que están suponiendo las guerras de Ucrania, Siria, Yemen, Sahara, Kurdistán, Palestina, Somalia... que el colectivo Mujeres contra la guerra denunciaba este viernes en Gasteiz.
Sin embargo, sería injusto ignorar que también hay cosas positivas que se están logrando en estos tiempos, y de las que darán cuenta piezas de arte (cuadros, esculturas, libros, películas...) realizadas hoy.
Van algunos ejemplos, siguiendo con las representaciones artísticas del tema de la paternidad, que traigo a colación a propósito de la celebración ayer del Día del Padre.
En el ámbito de la literatura, el libro ilustrado Papá de Ritxar Bacete habla de nuevas masculinidades y de la superación de modelos antiguos y patriarcales de ser aita. En sus páginas, Bacete, escritor y antropólogo alavés, recoge 25 modelos de padres, a través de personajes de ficción y reales (comoGru de Mi villano favorito o Barack Obama), que reflejan cómo el siglo XXI está inmerso en repensar qué es ser padre y ser hombre.
Del mundo del cine, me quedo con el documental realizado por Robert De Niro en 2014, titulado precisamente Recordando al artista Robert de Niro, Senior. En él, el actor rinde homenaje a su padre pintor bohemio y homosexual, atormentado por su orientación sexual no declarada durante años; tornándose este homenaje en un alegato a favor de las paternidades diversas.
En cuanto a la escultura, les recomiendo a Tamara Kostianovsky, artista que en 2018 realizó una serie de esculturas textiles con formas de troncos de árboles, usando como materia prima la ropa que había sido de su padre fallecido. Era su manera de significar la ideología vital de que todo aquello que muere puede volver a dar vida, en ese ciclo natural y circular que es nuestra propia existencia.
Los anteriores son solo cuatro ejemplos de paternidades representadas en la historia del arte. Pero hay miles, desde aquella primera pieza caliza en relieve del faraón egipcio Akhenatón sujetando a su hija (data del año 1340 antes de Cristo y se dice que es la representación más antigua de un varón cuidando a su criatura) hasta nuestros días. Han sido 3.360 años en los que los personajes de aitas en el arte nos han ido contando muchas cosas sobre los aitas en la vida cotidiana, y viceversa.
No me resisto a homenajear al mío propio que, siendo trabajador de una cooperativa de construcciones metálicas, esculpía para mí tallas de hierro. Estas tallas (que se han ido quedando atrás, como los cuadernos y los juguetes de la infancia, pero que recuerdo bien) son una muestra de ese algo tan especial que siente un padre hacia su hija o su hijo, sea de donde sea: sea un padre ucraniano, un padre sirio, un faraón egipcio o un aita de aquí.
El vínculo entre padre e hija/hijo está ahí, al margen de que se sea de Ucrania, Siria, Egipto o aita de aquí