n parte planificado y en parte sobrevenido, esta última semana la izquierda abertzale ha desplegado un protagonismo que ha vuelto a situarle en el ojo del huracán por tratarse de episodios como mínimo problemáticos. El primero fue el fallecimiento de Antton Troitiño y la declaración del secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez, reconociendo que su muerte supone "un día de duelo para la izquierda abertzale"; le siguió el paseíllo entre aplausos dedicado a Mikel Albisu, Antza, a su llegada al Juzgado de Donostia para prestar declaración; por último, la filtración de que David Pla haya sido propuesto como responsable de orientación estratégica para la dirección de Sortu. Tres cargas de profundidad seguidas, suficientes para descargar todas las iras mediáticas y políticas contra los que según la derecha extrema sostienen el Gobierno de Pedro Sánchez.
Supongamos, que no es mucho suponer, que cualquier actuación de la izquierda abertzale es prejuzgada como perversa y de salida ya es aprovechada para embestir contra ella. Por lo mismo, a la jauría de vociferantes no se les ocurre pararse a considerar que la izquierda abertzale lleva décadas manteniendo un cierto sentido patrimonial sobre las personas que han cumplido y cumplen condena por su pertenencia a ETA y que las condiciones de alejamiento y extrema dureza carcelaria que soportó Antton Troitiño le hicieron merecedor de un duelo solidario por parte de ese sector social. A estas alturas no vamos a engañarnos. Por otra parte y en la misma línea de vasos comunicantes, Mikel Antza acudía a un acto judicial y, mientras no se demuestra lo contrario, se trata de una persona inocente. El paseíllo y los aplausos, insisto, son de oficio por parte de quienes se lo dedicaron. Por último, David Pla, un ciudadano que en este momento goza de todos sus derechos civiles, ha sido considerado con suficiente bagaje político como para reforzar el desarrollo político de Sortu. ¿O alguien podía pensar que, terminada su carrera en ETA, iba a formar parte de las estructuras de otro partido?
En los últimos tiempos se han reiterado las declaraciones de dirigentes de la izquierda abertzale aceptando las reglas del juego democrático y apostando por las vías democráticas y pacíficas. Más aún, han manifestado su solidaridad con las víctimas y hasta han renunciado a cualquier expresión pública que pudiera ofenderles. Un esfuerzo encomiable para ser considerados como el resto de formaciones democráticas y ratificando su ruptura con el pasado y su apuesta de futuro. Otra cosa es parecerlo, y sobran lupas para escudriñar cualquier traspié que pudiera devolverles a la casilla de salida. Los tres episodios que han coincidido en esta semana, estaba visto, iban a utilizarse para demostrar que la izquierda abertzale no parece lo que con tanto empeño pregona que es.
No lo tienen fácil, no, los dirigentes de Sortu, teniendo además en cuenta que casi un 25% de la militancia manifestó su apoyo en el congreso a la ponencia alternativa, Lurrari lotuz, en la que es de suponer se alinea buena parte de la vieja guardia disconforme con la evolución de la nueva izquierda abertzale y su paso de movimiento revolucionario a partido al uso. En cualquier caso, y en tanto en cuanto duren las suspicacias y las ambigüedades, mucho tienen que cambiar las cosas para que pueda consolidarse el tan ambicionado frente de izquierdas que pueda desalojar al actual Gobierno presidido por el PNV.