Cada tatuaje como cada persona son únicos. Cada uno de ellos tiene un significado y un valor muy especial para la persona que lo lleva. Un nombre, una fecha o una imagen, por amor, por amistad o por estética son algunas de las razones que mueven a una persona a hacerse un tatuaje.

El primer tatuaje del que se tiene constancia data de hace más de 5.000 años. El hallazgo se produjo en el año 1991 en los Alpes italianos y el personaje que lo portaba era una momia, Ötzi, el hombre de hielo. Se trataba de unos tatuajes pequeños y discretos, unos puntos y rayas que los antropólogos consideran una forma de acupuntura con propósitos medicinales.

Tinta en la dermis

La piel es el órgano más grande del cuerpo y equivale al 50% del peso corporal. De afuera hacia adentro, consta de tres capas, epidermis, dermis e hipodermis, y la tinta del tatuaje se inyecta en la dermis, donde están los nervios responsables del dolor.

En la mayoría de las zonas del cuerpo se experimenta dolor al hacerse un tatuaje y este puede ir desde una mera molestia hasta un sufrimiento muy intenso. Aunque cada persona tiene un umbral diferente del dolor, hay unas zonas en las que objetivamente no es recomendable hacerse un tatuaje.

Se trata de puntos con la piel muy delgada, con mucho hueso, numerosas terminaciones nerviosas y sin apenas grasa que logre crear una capa protectora y amortigüe el dolor. Algunas de estas partes del cuerpo son:

- Axila. La piel es sensible y delgada y tiene cerca ganglios y nervios, lo que puede aumentar la sensación de dolor.

- Pezón y pecho. La piel es muy fina y además son zonas muy sensibles.

- Tórax. Los tatuajes en esta zona son dolorosos porque la piel es delgada y hay poco músculo y poca grasa. Además, los nervios que rodean las costillas están muy cerca de la superficie de la piel y el hecho de que estas se muevan cada vez que respiras tampoco ayuda.

- Cabeza, cara y orejas. Son zonas muy sensibles con muchas terminaciones nerviosas y poca grasa, por lo que es fácil que se irriten. En el caso de la cabeza, el ruido y la vibración pueden resultar especialmente molestos.

Un joven con el cuello, el tórax y los brazos tatuados.

- Labios. Tienen muchas terminaciones nerviosas y al tener la piel suelta hacen que el dolor del tatuaje sea insoportable. Se puede producir sangrado, inflamación, hematomas o costras.

- Cuello y columna vertebral. El cuello es una zona muy sensible por su piel fina y elástica, la proximidad de los nervios y la falta de grasa para amortiguar el dolor. En el caso de la columna, la piel es delgada y la zona muy sensible al estar cerca de los huesos y de los nervios espinales.

- Manos, pies y dedos. Concentran muchas terminaciones nerviosas y en la zona hay más hueso que grasa, por lo que será más fácil sentir las constantes entradas y salidas de la aguja. Además, son zonas en las que la tinta no se adhiere muy bien y el tatuador deberá insistir.

- Tobillos y espinillas. La piel está muy cerca del hueso por lo que hay poca grasa para amortiguar el golpe de la aguja.

- Abdomen. La piel floja en esta zona puede hacer que se sientan más las molestias.

- Ingle. La piel es delgada, tiene poca grasa, está llena de terminaciones nerviosas y es fácil que se irrite.

- Cadera. Los huesos quedan debajo de la piel y como apenas hay grasa, la aguja tiende a chocar y vibrar sobre ellos.

- Interior del muslo. Es una zona muy sensible y su recuperación puede ser más molesta debido al roce de un muslo contra otro.

- Interior del brazo y codo. Dos de los tres nervios principales del brazo pasan justo por debajo de la parte interior del codo, lo que hace que sea una zona especialmente dolorosa.

- Interior de la muñeca. Poca grasa y muchas terminaciones nerviosas hacen de esta zona un punto muy sensible.

- Detrás de la rodilla. Su piel floja y elástica con muchas terminaciones nerviosas hace desaconsejable el tatuaje.

Si tu deseo es hacerte un tatuaje pero no te apetece sufrir en exceso, puedes elegir una de las zonas en las que duelen menos. Este es el caso de la parte superior externa del muslo, los antebrazos, los hombros, los bíceps, las pantorrillas o la espalda. Si estos lugares no te convencen, siempre te quedará consolarte con el dicho de que "Para presumir hay que sufrir".