vitoria - Relata uno de los pasajes más conocidos de la Biblia cómo durante una boda y ante la súplica de los novios Jesucristo transformó el agua en vino para poder satisfacer la demanda de unos invitados que habían sobrepasado ampliamente las previsiones. Es el conocido milagro de Caná. Desde ayer, se puede añadir a este uno de condiciones muy similares. Y es que el Buesa Arena fue escenario de la inesperada y espectacular transformación del hielo en fuego. El autor del prodigio en esta oportunidad fue el Baskonia y gracias a él pudo ofrecer a su afición la primera victoria del curso como local y mantener el pleno de triunfos en la Liga.
Pero lo cierto es que necesitó el conjunto azulgrana de todo su arsenal para poder doblegar al UCAM Murcia. Más que por el buen hacer del plantel de Óscar Quintana -que opuso una notable resistencia, todo hay que decirlo-, por la increíble sucesión de errores propios que sumió al Baskonia en una depresión de la que parecía tarea imposible escapar. Porque los primeros veinte minutos de la contienda fueron absolutamente terroríficos. Un simple vistazo a las estadísticas de esos dos periodos sirve para que los escalofríos se reproduzcan de inmediato. Si Sito Alonso necesita argumentos a lo largo del curso para concienciar a sus discípulos de lo mal que pueden llegar a hacerse las cosas, únicamente necesita mostrarles el video de esos parciales. Difícilmente encontrará mejor material. 22 puntos anotados. 6/25 en tiros de dos, 1/9 en triples y unos pírricos 12 de valoración. Datos sin duda para el terror y que habrían condenado prácticamente a cualquier equipo.
Porque el Murcia, sin firmar un choque estratosférico, no dejó escapar la oportunidad y, poco a poco, fue poniendo tierra de por medio en el marcador. De esta manera, llegó a alcanzar una máxima ventaja de 18 puntos (16-34, min. 37) que se quedó en 15 al descanso (22-37). Eran los momentos de mayor oscuridad del combinado local, que llegó a estar nueve minutos sin anotar una canasta en juego entre el final del primer cuarto y el arranque del segundo.
Sin embargo, el Baskonia dejó claro ayer que mantiene intacto ese carácter que le ha identificado durante tanto tiempo y que recuperó el pasado ejercicio tras demasiado tiempo extraviado. Así, el paso por los vestuarios sirvió para que el grupo se conjurase y la puesta en escena del tercer periodo devolvió la fe a todos los presentes en el Buesa. El equipo entró en combustión absoluta y bajo ese incontenible estado fue arrasando con todo lo que tenía por delante.
Seis puntos consecutivos de Shengelia para comenzar a recortar la desventaja de quince encendieron la mecha y, a partir de ahí, se desató un vendaval absoluto ante el que el Murcia únicamente pudo ejercer de mero espectador. Incrementando el nivel defensivo hasta asfixiar por completo a un adversario absolutamente grogui, el Baskonia recuperó un balón tras otro. Con Blazic y Shengelia como abanderados del orgullo y el ardor absoluto en la pelea de la retaguardia, lo que antes parecía el ojal de una aguja se convertía en una piscina olímpica. Como consecuencia, el marcador registró nada menos que 65 puntos locales tras el descanso.
Una avalancha que muy pocos equipos habrían podido contener. Y el UCAM no es desde luego uno de ellos. Dos tiros libres de Jaka Blazic a falta de 2.29 para el final del tercer cuarto sirvieron para poner por delante al combinado de Sito Alonso por primera vez en el encuentro (45-44). A partir de ese momento el equipo ya no perdió la delantera en ningún momento. Únicamente manteniendo la inercia que le había llevado hasta ahí y sin bajar en ningún momento el rigor defensivo, el Baskonia tuvo más que suficiente para sofocar los tímidos intentos de reacción visitante. El duelo, eso sí, deja una lección que el combinado vitoriano debe tatuarse a fuego, con hielo solo no sirve.
Inicio terrorífico. Los dos primeros cuartos que firmó el Baskonia ayer fueron de lo peor que se recuerda en el Buesa en mucho tiempo. Especialmente en el apartado ofensivo, en el que firmó unos números paupérrimos. 22 puntos, 6/25 en tiros de dos, 1/9 en triples y 12 de valoración hasta el descanso son la muestra perfecta del desaguisado del cuadro local.
Intensidad y defensa. Aunque más de uno habría tirado la toalla, el Baskonia salió de los vestuarios convencido de la posibilidad de la remontada y, creciendo a partir de la intensidad máxima y una defensa asfixiante, encontró el camino hacia el aro rival y la victoria.
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Dos caras opuestas. El Baskonia mostró ayer, en un mismo encuentro, las dos caras completamente opuestas que todavía presenta. Hasta el descanso se mostró como un conjunto vulgar, sin argumentos colectivos y aparentemente desmadejado. A partir del tercer cuarto, en cambio, se convirtió en una máquina engrasada capaz de pasar por encima de cualquier obstáculo.
El esloveno, que necesitaba un partido así para su maltrecha moral, encendió la mecha de la reacción con su enorme intensidad defensiva y la fuerza que imprimió a todas sus acciones.