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La maldición de Teodosic

La debilidad mental de la estrella serbia siempre sale a relucir en la ‘final four’ de la Euroliga, un título que se le resiste tras rozarlo con la yema de los dedos

La maldición de TeodosicEFE

Vitoria - Milos Teodosic es probablemente la estrella europea que acumula casi tantos detractores como adeptos. El base del CSKA, uno de los grandes reclamos mañana para el público del Buesa Arena, es un auténtico genio con el balón en sus manos, atesora un talento innato para volver loca a cualquier defensa mediante pases increíbles o es capaz de resolver un partido por sí solo gracias a un golpe de inspiración. Para justificar lo anterior, puede recordarse aquel estratosférico triple desde su casa que certificó la eliminación de España ante Serbia en los cuartos de final del Campeonato del Mundo de Turquía de 2010. Una acción de ese calado únicamente lleva la firma de un súper clase tocado por una varita mágica.

No obstante, en su larga trayectoria como baloncestista de élite desde que diese sus primeros pasos en el Zeleznik hay una gran mancha que le persigue y no consigue borrar por mucho que el baloncesto le conceda todas las temporadas una oportunidad para la redención. Está por ver si en este 2016 será la vencida tras un puñado de intentos infructuosos, pero de lo que no hay duda es que la maldición de Teodosic en la Final Four no conoce límites. Siempre deslumbra en la anodina primera fase y el Top 16 de la Euroliga, pero a la hora de atrapar la presa salen a relucir todos sus miedos con un rendimiento decepcionante que no cuadra con el de una cabeza pensante predestinada a marcar diferencias.

La joya de la corona se le resiste sistemáticamente a un timonel cuyo bloqueo mental en la reunión más elitista del baloncesto ha adquirido tintes escandalosos. Teodosic, en el Top 5 de los jugadores mejor pagados en el Viejo Continente con unos ingresos anuales de 2,6 millones de euros, disputa por novena vez la Euroliga, un torneo en el que siempre aparece su peor versión en el instante crítico. Si Spanoulis es un maestro con las ideas bien claras para salir vivo de cualquier emboscada en los minutos decisiones, con el serbio sucede lo contrario a tenor de lo mal que le han ido las cosas en los últimos años.

En el cuatrienio comprendido entre 2007 y 2011 se le escapó la gloria cuando militaba en el Olympiacos. La única vez que estuvo en condiciones reales de izar el título fue en 2010, pero se topó en la final con un pletórico Barcelona en París. Entre 2011 y 2015, Teodosic tampoco ha podido sacarse la espina con el todopoderoso CSKA, inédito desde el 2008 y con el que comparte frustraciones. En las últimas cuatro ediciones de la Final Four, tanto uno como otro han salido esquilmados consumando un fracaso estrepitoso.

el golpe más duro Sin embargo, la gran desilusión en la carrera del timonel serbio se produjo el 13 de mayo de 2012 en Estambul vistiendo la elástica del conjunto del Ejército Rojo. En el minuto 28 de la gran final continental de esa temporada, su equipo estaba borrando del mapa al Olympiacos con un concluyente 53-34. Contra todo pronóstico y en una de las remontadas más increíbles que se recuerdan en el deporte de la canasta, los griegos hicieron trizas su sueño con una voltereta espectacular, coronada sobre la bocina por Printezis (61-62). Entre las causas que posibilitaron el desplome de los rusos estuvo la pésima dirección de Teodosic, autor de 5 pérdidas y un errática porcentaje de acierto desde la larga distancia.

Otro ejemplo de la endeblez mental de la gran estrella del CSKA tuvo lugar la pasada campaña en Madrid con el Olympiacos de nuevo en el centro de sus pesadillas. Tras unos prodigiosos minutos finales de Spanoulis, el conjunto afincado en El Pireo volvió a obrar un milagro (67-68) siendo otra vez el balcánico uno de los señalados por el gatillazo de los moscovitas. En otra velada ideal para cerrar la boca a sus voces críticas, Teodosic perdió los papeles incurriendo en seis pérdidas y no siendo capaz de controlar el tempo de un encuentro que volvió a dejarle muy tocado en el plano anímico.

Conscientes de que en el mercado continental no hay excesivos bases que mejoren sus prestaciones, los rectores del CSKA le han dado el enésimo voto de confianza con el fin de acabar con su sequía de títulos en la máxima competición. La duda estriba en saber si los miedos que le atenazan cada vez que llega una Final Four desaparecerán alguna vez de su cabeza. Sus éxitos con el cuadro ruso a nivel doméstico se consideran prácticamente migajas ante la insultante superioridad del coloso ruso sobre sus rivales, de ahí que la auténtica vara de medir sea la Euroliga. Un galardón que se ha convertido ya en una especie de obsesión para Teodosic y su equipo. Afortunadamente, hace tiempo que el dinero dejó de serlo todo para triunfar en el deporte profesional.