Vitoria. Tuvo que ser en la prórroga y tras una atroz ración de sufrimiento, pero la victoria supo a gloria bendita. El Baskonia extrajo ayer una recompensa de oro a un partido donde derramó ingentes dosis de casta y que le sirve para encauzar definitivamente su rumbo en la Euroliga. Tras dos derrotas continentales consecutivas que habían instalado la zozobra e incluso puesto en peligro el billete para el Top 16, el conjunto vitoriano sudó ríos de tinta para someter al Fenerbahce y encaramarse al liderato en solitario de su grupo merced a un cuarto triunfo barnizado con tintes épicos. Y lo hizo después de disfrazarse otra vez de perdonavidas al consentir con ingenuidad la llegada del tiempo suplementario como consecuencia de otro desplome que hizo revivir las peores pesadillas del derbi.

Sin embargo, el Caja Laboral supo enmendar algún error de principiante y apelar a la granítica mentalidad de antaño que había exhibido hasta ahora con cuentagotas para, empujado por el impagable apoyo del sexto jugador, recobrar el esplendor en un epílogo embriagador. Ivanovic, tan denostado por sus críticos debido a sus polémicas rotaciones, arriesgó fuerte con un quinteto de serias circunstancias en un tramo crítico del tercer cuarto donde el cuadro vitoriano estaba contra las cuerdas (40-49). Y la jugada resultó redonda para evitar la defunción. La misteriosa ausencia de Dorsey, la nula consistencia acreditada en la pintura por Seraphin y los altibajos de Teletovic obligaron al técnico montenegrino a simultanear la presencia de Nemanja y Milko Bjelica como improvisados interiores. El poste balcánico, acusado de tierno, sostuvo por sí solo el famélico juego interior ante pares mucho más fornidos y, en compañía de un celestial San Emeterio que se sacó varios increíbles conejos de la chistera, devolvió al anfitrión a la senda adecuada.

Una velada que puso los pelos de punta en su inicio con el emotivo homenaje a uno de los grandes iconos baskonistas de la historia desembocó en un cara o cruz apasionante. Tras un partido disputado de poder a poder, repleto de alternativas y también de errores de bulto, el Baskonia rescató un triunfo de un valor impagable. Y eso que su rendimiento se asemejó a una montaña rusa por sus constantes altibajos. A su notable puesta en escena, sucedió una inquietante parálisis durante la trama antes de que otro subidón de adrenalina pusiera nuevamente en bandeja el éxito.

La ruleta rusa del triple El equipo vitoriano volvió a estar reñido con la continuidad e hizo gala de una peligrosa intermitencia. A lo largo del primer cuarto amagó con el despegue y enhebró fases de un juego estético que, sin embargo, se evaporaron en un santiamén. En cuanto el Fenerbahce apretó las clavijas atrás, emergieron las lagunas que un día sí y otro también lastran cualquier atisbo de crecimiento. Mientras las rotaciones locales apenas se tradujeron en algo positivo, Spahija extrajo petróleo de la aportación de varios elementos en estado de gracia. Savas y Bogdanovic encontraron numerosos resquicios en la frágil defensa alavesa, que a partir del segundo cuarto manó sangre con una facilidad pasmosa.

Sin noticias de los interiores, el Baskonia fio toda su suerte al lanzamiento triple, un recurso insuficiente en estas refriegas continentales donde se requieren elefantes solventes que doten de equilibrio a los sistemas. 18 de los 22 puntos del segundo acto procedieron desde los 6,75 metros mientras el balón volaba de un lado al otro de la zona. Ivanovic tampoco puede hacer milagros con los escasos mimbres de que dispone en esta parcela. El cuadro otomano, en cambio, exhibió otro talante más equilibrado. Discurrió el encuentro por unos cauces desfavorables hasta que el técnico experimentó con un quinteto sorprendente. Prigioni, Oleson, San Emeterio, Nemanja y Milko Bjelica fueron los elegidos para vivir un epílogo memorable. A falta de centímetros y músculo en la zona, el conjunto azulgrana ganó en movilidad y versatilidad para dar la réplica a un Fenerbace dotado de una abrumadora superioridad física. Tras un glorioso trabajo de pico y pala, con la lengua fuera y consumido por un sobrenatural derroche de energías, San Emeterio puso la puntilla después de que Teletovic malograra la primera oportunidad para erigirse en el héroe. Las constantes vitales siguen vivas.